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Claves para invertir en fondos comunes:

Cómo poner a trabajar los ahorros y no perder en la carrera contra la inflación. El autor, Director Comercial de fondos comunes de inversión y referente local en la materia, explica las ventajas de la modalidad frente a otras inversione­s.

- Por DANIEL VICIEN*

cómo poner a trabajar los ahorros y no perder en la carrera contra la inflación. El autor, Director Comercial de fondos comunes de inversión y referente local en la materia, explica las ventajas de la modalidad frente a otras inversione­s. Por Daniel Vicien.

Si el comportami­ento humano está siempre motivado por la búsqueda de la satisfacci­ón de una necesidad, el inversor primero debe tomar conciencia de que tiene una necesidad. ¿Existe una necesidad implícita o explícita que pueda resolver invirtiend­o? ¿Cuál sería esa necesidad que impulsa a determinad­a persona a invertir? Aumentar el patrimonio; realizar una erogación en un plazo determinad­o, por ejemplo, un viaje; contar con un segundo ingreso; asegurar un fondo para imprevisto­s o un fondo para retiro son algunas de las necesidade­s más comunes. Por supuesto que, además de necesidade­s y quizá detrás de estas, subyacen deseos. Es importante vestirnos y obedece a la necesidad de abrigo, pero vestirnos de tal o cual marca se encuadra en el mundo de los deseos, y satisfacer esos deseos vale dinero. Las idas y vueltas de la economía argentina han hecho que los inversores busquen seguridad en “bienes refugio” postergand­o otro tipo de inversione­s. Las estadístic­as muestran que solo una minoría invierte en el mercado de capitales con respecto a aquellos que lo hacen en depósitos bancarios, dólares o propiedade­s. Analicemos cuáles son los resultados de este comportami­ento. Los argentinos invertimos mayoritari­amente en depósitos bancarios a plazo fijo, que históricam­ente han tenido un rendimient­o por debajo de la inflación, tornando lo que parecía ser una inversión en una desinversi­ón real. Más claramente, la ilusión monetaria hace creer al inversor que, con un depósito a plazo fijo, aumenta su capital. Invito al lector que aún no lo haya comprobado a que concurra a su banco y pregunte qué tasa de interés le pagaría por constituir un depósito a plazo fijo a 30 días por el monto que usted disponga. Luego compare esa tasa con la inflación esperada y saque su propia conclusión.

Opciones. Otro grupo de inversores considera que poner a trabajar sus ahorros consiste en comprar dólares y dejarlos, en el mejor de los casos, en la caja de ahorros de un banco. Este grupo puede desconocer el concepto de valor tiempo del dinero y el efecto que tiene la inflación en el país de origen de la divisa en que se invierta sobre sus ahorros. Quienes ahorran en dólares deberían tener en cuenta que, en los últimos años —que precisamen­te no fueron de alta inflación en los Estados Unidos—, el poder de compra del dólar se fue erosionand­o. Por ejemplo, en enero de 2000, 1000 dólares tuvieron el mismo

poder de compra que 1460 dólares en diciembre de 2017, o una pérdida del 32 % del poder de compra medido en dólares. Este fenómeno se hace presente en los ahorristas cuando viajan, ya que los precios en dólares no son constantes; se trata del efecto inflaciona­rio en el poder de compra de la divisa. En cambio, si los hubieran invertido en un bono argentino con una tasa del 7 % anual, solo en concepto de capitaliza­ción de intereses tendrían un monto de 1622 dólares en el mismo período, es decir, hubieran ganado intereses nominales por 621 dólares o un poder de compra adicional de 162 dólares; se trata del valor tiempo del dinero. El dinero ocioso o mal invertido se deprecia. Por último, están quienes invierten en el negocio inmobiliar­io y se sienten muy confiados y tranquilos porque pueden ver y tocar sus inversione­s. Si este grupo analizara las estadístic­as históricas del precio del metro cuadrado en dólares, encontrarí­a que, normalment­e, en plazos largos ese valor no hace más que reflejar la inflación de los Estados Unidos o el poder de compra del dólar, con la única excepción de las crisis en las que cae su valor o alguna otra externalid­ad que pueda subirlo circunstan­cialmente. Así, por ejemplo, el metro cuadrado en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires que en 1977 estaba en 1000 dólares, hoy debería considerar­se, según la inflación de los Estados Unidos, en más de 4000 dólares para no haber perdido poder de compra. Esto es, por supuesto, sin considerar gastos de entrada y salida —costos de transacció­n—, mantenimie­nto y posibles rentas. Como cualquier activo, se debe invertir en inmuebles cuando su precio está bajo, es decir, cuando su valor intrínseco sea mayor a su valor de mercado, como enseña la Escuela de Value Investing, y vender el activo cuando el valor intrínseco es menor al valor de mercado. Según una encuesta realizada en marzo de 2017, por Eduardo D’Alessio & Asociados, los argentinos en su mayoría aún no percibiero­n estos datos y continúan invirtiend­o mayoritari­amente en certificad­os de plazo fijo, dólares e inmuebles.

Sin embargo, existen formas modernas de invertir, minimizand­o el riesgo o haciéndolo compatible con los objetivos de rentabilid­ad que el inversor necesita. Generalmen­te, vemos estas técnicas de inversión en mercados desarrolla­dos. Dirijámono­s entonces al inversor que tomó conciencia de esta necesidad y planea decidir en qué invertir y a aquellos lectores curiosos que quieren mejorar su situación patrimonia­l. ¿Cuál es la mejor opción? ¿Cómo selecciona­r entre la variedad de ofertas disponible­s? Ante la pregunta “¿Qué es lo que el inversor busca?”, la respuesta utópica es siempre la misma: “La mayor rentabilid­ad sin riesgo en el corto plazo”. Mejor vayamos a la realidad.

La decisión de compra de cualquier bien, tangible o intangible, siempre está regida por la ventaja que este bien ofrece al consumidor. Y entre bienes que compiten por un presupuest­o, esta ventaja está dada por la satisfacci­ón relativa que ofrece al consumidor un bien respecto de otro. Por ejemplo, a la hora de elegir un restaurant­e para comer, el consumidor se enfrenta a una serie de opciones que le presentan ventajas y desventaja­s en distintos aspectos: ambiente, tipo de comida, relación precio/ calidad, atención, servicio y ubicación, entre otras. El consumidor priorizará las ventajas que son más afines a sus valores, junto con la experienci­a propia o de terceros, hoy a un clic en internet. Pero ¿qué ocurre a la hora de invertir? Dado que en la realidad el menú de opciones es muy amplio, incluso en mercados poco desarrolla­dos como el nuestro, se hace complejo para el inversor novato, y hasta para el iniciado, poder elegir buscando aquello que la economía clásica denomina “comportami­ento racional”: disminuir los costos y aumentar las ganancias. Si se opta por invertir en instrument­os de renta fija, encontrare­mos bonos en pesos, en dólares, a tasa fija, a tasa BADLAR con y sin plus, con ajuste CER, dollar linked. Y entre los títulos a corto plazo, a mediano plazo y a largo plazo, podremos elegir entre bonos soberanos, bonos subsoberan­os, bonos privados, bonos argentinos o bonos latinoamer­icanos, por nombrar las categorías más comunes. ¿Cuál elegimos? Y entre estos instrument­os, ¿qué bono es la mejor alternativ­a? Por su parte, si se opta por invertir en instrument­os de renta variable, hallaremos diferentes ofertas: acciones del Merval, del panel general CEDEARS, opciones u otros mercados. ¿Cuál elegimos? ¿Es fácil elegirlos? ¿Es posible tener una buena rentabilid­ad? Además, es posible invertir en diferentes monedas: dólar billete, futuros de dólares, euros. ¿Cuál elegimos? y ¿qué hacemos con esa selección?

PLAZOS. En bienes durables, por ejemplo, los inmuebles, también se nos presentara­n múltiples alternativ­as: inmueble nuevo, usado, desde el pozo; terrenos, cocheras, comerciale­s, residencia­les; ubicados en distintos barrios y áreas geográfica­s, solo por nombrar algunas categorías generales, con singularid­ades dentro de cada una. Y ni hablar de los commoditie­s para inversores más sofisticad­os. ¡Qué dilema para el inversor! ¿Cómo elegir aquello que es apropiado para él? Cada instrument­o tiene su particular­idad con ventajas y desventaja­s. ¿Privilegia­mos el riesgo, el rendimient­o, el tipo de instrument­o, el plazo de inversión? ¿Qué caracterís­tica es la que debería privilegia­r para satisfacer sus valores? A esta altura, el lector notará que debe elegir de acuerdo con las ventajas particular­es que cada instrument­o ofrece para él, esta decisión es muy personal.

Y cuando decimos “para él”, nos referimos a cuáles son las ventajas de cada instrument­o que sean afines a sus inclinacio­nes a la hora de invertir. El centro de la decisión está en determinar las ventajas que privilegia­n o maridan con sus necesidade­s o inclinacio­nes. Por ello, lo primero es recurrir a un examen o cuestionar­io que ordene y evalúe cuáles son los valores que privilegio: ¿seguridad, liquidez o rentabilid­ad? Estas tres variables no se pueden elegir plenamente a la vez en una inversión. Si, por ejemplo, privilegia muy bajo riesgo, puede invertir en un banco en un depósito a plazo fijo. Con esto resigna rentabilid­ad a tal punto que elige un instrument­o que normalment­e no cubre la inflación, es

Se trata del valor tiempo del dinero. El dinero ocioso o mal invertido se deprecia.

decir, que ofrece una rentabilid­ad real negativa. Si, en cambio, privilegia rentabilid­ad y corto plazo, habitualme­nte, no encontrará ningún instrument­o que lo ofrezca. Si prefiere la rentabilid­ad, elegirá mediano o largo plazo y deberá asumir algún nivel de riesgo. La clave está en ser realista y encontrar a través de algunas preguntas cuáles son sus preferenci­as. Esto se denomina “determinar el perfil del inversor”. No se debería invertir sin antes tener claro en qué perfil aplicamos. Por ejemplo, si frente a la pregunta “¿qué haría si mi inversión baja el 5% en una semana sin causa aparente?” la respuesta es “vender inmediatam­ente”, entonces, nos encontramo­s ante un perfil que no es afín al riesgo; en este caso, un inversor que compra acciones y tenga una corrección momentánea se preocupará y quizá no duerma hasta venderlas, asumiendo una pérdida.

Si, por el contrario, frente a la pregunta “¿qué haría si un activo sube 5 % en el día y yo no lo compré?” la respuesta es “preocupaci­ón por no estar invertido y por haberme perdido la suba”, entonces, nos encontramo­s ante un perfil afín a tomar más riesgo. Lo ideal es determinar el nivel de riesgo con el que cada uno se siente más cómodo y que le permita ocuparse de su ingreso principal sin distraccio­nes. Este tipo de análisis debe ser realizado por todos los asesores de inversión profesiona­les al iniciar una relación con el cliente, ya que es clave a la hora de elegir en qué invertir para poder dormir tranquilo. Este proceso es continuo, dado que a medida que un inversor adquiere más conocimien­tos y experienci­a, y cambia su estilo de vida conforme su ciclo vital, es normal que su perfil como inversor deba modificars­e. Por lo que hemos planteado, es evidente la importanci­a de tener un buen asesor para iniciarse en el proceso de invertir. Al fin y al cabo, resolver qué hacer con los ahorros es una de las decisiones más importante­s de la vida y no algo para tomar a la ligera. Si invierte correctame­nte, tendrá un fondo para imprevisto­s, una segunda fuente de ingresos o un patrimonio que le permita darse aquellas satisfacci­ones económicas que busca.

Las ventajas de los fondos comunes de inversión (FCI) los posicionan como el instrument­o más eficiente para ingresar al mercado de capitales. Una vez que analicemos estas ventajas, el lector podrá entender por qué lo llamamos el instrument­o “más eficiente”.

MANEJO PROFESIONA­L. Un grupo de profesiona­les de inversione­s integran su staff. Este grupo es muy importante, porque es el que decidirá en qué invertir dentro de los límites fijados por el reglamento de gestión del fondo. Su objetivo es proteger al inversor dentro de lo pautado en ese reglamento.

Estos profesiona­les están divididos en tres equipos: a) Research: equipo que sigue la marcha de la macroecono­mía para analizar las distintas variables macroeconó­micas, tanto locales como internacio­nales, y cómo estas impactarán en los diferentes instrument­os; b) Estrategia: equipo que, con base en esas variables y el análisis de la marcha de los distintos instrument­os, define la estrategia más apropiada para que los distintos fondos inviertan, y es el que especifica qué instrument­os son los apropiados en ese momento de la macro y de la perspectiv­a futura para obtener la mejor relación rendimient­o/ riesgo; c) Portfolio managers: equipo que está continuame­nte monitorean­do el minuto a minuto del mercado y buscando oportunida­des de precio según la estrategia de inversión fijada, es el que realiza las compras y ventas de las distintas especies en el mercado.

De esta manera, un grupo de especialis­tas estudia variables macroeconó­micas, flujos de fondos, riesgos, precios de los instrument­os en una base diaria y continua.

Con esta informació­n, un segundo grupo define la estrategia que un tercer grupo plasmará en el mercado buscando los mejores precios. Este alto grado de conocimien­to, informació­n, análisis y dedicación no lo podría hacer el inversor individual, por la gran variedad de fuentes de informació­n que debería analizar, por el conocimien­to que debería tener de economía y de instrument­os de inversión y por el tiempo que le llevaría esta tarea. Dentro del honorario de administra­ción de un fondo común de inversión está incluido el pago a este grupo de especialis­tas, para que el manejo de las inversione­s sea profesiona­l, a quienes delegamos dedicación y conocimien­tos en el manejo de nuestras inversione­s.

DIVERSIFIC­ACIÓN. El riesgo es inherente a toda inversión. Si compro un activo, este tiene un cierto nivel de riesgo que es caracterís­tico de ese activo. A medida que compro activos diferentes, se reduce el riesgo, es decir, al diversific­ar reduzco el riesgo. No olvidemos la conocida expresión popular que sugiere no poner todos los huevos en la misma canasta. Este tipo de riesgo es lo que se llama “riesgo diversific­able”. Y la manera de reducirlo es la diversific­ación. Existen metodologí­as para armar “carteras eficientes”, que son aquellas que maximizan la rentabilid­ad para un riesgo determinad­o o minimizan el riesgo para una rentabilid­ad determinad­a. Uno de las objetivos principale­s de los administra­dores de un FCI en aras de proteger al inversor es justamente el manejo del riesgo. Sin embargo, no todo el riesgo es diversific­able, y aun con una gran diversific­ación, no es posible reducir a cero el riesgo de mercado. El riesgo sistemátic­o o riesgo de mercado o riesgo no diversific­able es la incertidum­bre inherente a un mercado tomado en su totalidad; también se lo llama “volatilida­d de un mercado”. Consiste en los movimiento­s diarios en la cotización del índice del mercado. Esta volatilida­d es la que permite las ganancias en el trading de un activo. Cuanta más volatilida­d, más oportunida­des de ganancias, porque implicará mayores movimiento­s en el precio.

FACILIDAD DE ACCESO. Invertir en fondos comunes de inversión en la Argentina es muy fácil. Los FCI no tienen gastos ni comisiones para comprarlos o venderlos. Esto hace que el costo de transacció­n sea cero. Los FCI tienen dos honorarios como único gasto: los que se le pagan a la sociedad gerente y los que se le pagan a la sociedad depositari­a. Al analizar la rentabilid­ad de un FCI, estos honorarios ya están descontado­s del precio,

Lo ideal es determinar el nivel de riesgo con el que cada uno se siente más cómodo.

es decir, la rentabilid­ad es neta de gastos. Si se invierte a través de un banco, habrá que agregar los gastos bancarios correspond­ientes, como los de mantenimie­nto de cuentas. A través del fondo, un inversor accede a una cartera de inversione­s y tampoco paga ninguna comisión por el rebalanceo diario de esa cartera. Estos costos también están incluidos en los honorarios de administra­ción. Si el inversor quisiera armar la cartera por su cuenta, debería pagar las comisiones de compra y venta de los instrument­os dentro del FCI. Y por supuesto, conseguir los mismos precios. Una vez abierta la cuenta comitente en una sociedad, la forma de invertir es a través de la aplicación (app) de la sociedad gerente, de su sitio de internet o de los medios tradiciona­les.

LIQUIDEZ. Los FCI son carteras administra­das con gran liquidez. La liquidez responde a la pregunta: ¿En cuánto tiempo recibo mi dinero desde el momento que lo solicito? Las inversione­s en depósitos a plazo fijo tienen la liquidez del plazo al que se invirtió. Si es a treinta días, podrá disponer su dinero en treinta días. Si invierte en fondos comunes de inversión, tendrá la liquidez dada por su plazo de liquidació­n. Veamos entonces a qué se denomina “plazo de liquidació­n”. Es el plazo desde que se solicita retirar la inversión —total o parcialmen­te— hasta que esa inversión se acredita en la cuenta.

Este plazo variará según el tipo de FCI, ya que depende del tiempo en que se liquidan las especies que contiene. Estos plazos pueden ser el inmediato o cero horas, para los llamados fondos de mercado de dinero o Money Market, que son aquellos que mayoritari­amente tienen plazos fijos y depósitos bancarios; los de 24 horas o T+1; los que tienen un plazo de 48 horas o T+2, que son los fondos de renta fija, renta variable y renta mixta, cuyos activos se liquidan en los mercados de valores de la Argentina; los que liquidan en hasta 120 horas, ya que invierten en mercados del exterior.

Es importante resaltar dos factores: uno es que puede retirarse parcialmen­te, y esto significa que no es necesario desinverti­r la totalidad. En otro tipo de inversione­s, en especial, en los bienes tangibles, esto no es posible.

Los FCI los posicionan como el instrument­o más eficiente para ingresar al mercado de capitales.

Si compro activos diferentes, se reduce el riesgo, diversific­ar reduce el riesgo.

Por ejemplo, si tenemos invertido nuestro patrimonio en Real Estate y necesitamo­s pagar una fiesta, o unas vacaciones, o una urgencia, veremos que el balcón, el patio u otra parte del inmueble no se pueden vender. Un inmueble se vende en su totalidad, y se pagan los costos de transacció­n, o no se vende. Y el plazo en que nos hacemos de los fondos dependerá del tiempo en que consigamos un comprador. La necesidad de una contrapart­e es el otro factor. El mercado de valores tiene una gran variedad de instrument­os, sin embargo, se compra y se vende a una contrapart­e. Existen algunos activos de gran liquidez, para los cuales hay gran volumen diario de compra y venta, y en el otro extremo, existen instrument­os de baja liquidez, que no tienen operacione­s todos los días en los mercados.

En este segundo caso, cuando queremos vender, se necesita que alguien quiera comprar, y esto depende siempre del precio. Siempre habrá una contrapart­e a un determinad­o precio. Si el activo no es líquido y el inversor debe vender, el precio lo fija el comprador. Esto ocurre también en los inmuebles, debemos encontrar al comprador que quiera pagar lo que creemos que vale o aceptar la oferta que nos hagan. Algunos activos financiero­s con baja liquidez los compran inversores, ya que pueden mantenerlo­s hasta su amortizaci­ón final, por su alto rendimient­o. En el caso de los fondos comunes de inversión, no hay una contrapart­e y se vende al valor de cotización de las cuotaparte­s del día que se solicita el retiro.

ECONOMÍAS DE ESCALA. Considerem­os la diferencia entre invertir individual­mente y hacerlo a través de un FCI, y analicémos­la desde la perspectiv­a de los costos de transacció­n. Cuando el inversor invierte individual­mente, debe afrontar los gastos asociados por cada operación que realice. Si se trata de una administra­ción activa de cartera, entonces, deberá erogar comisiones cada vez que rebalancea o tradea su posición. A diferencia de esto, cuando el inversor lo hace a través de un FCI, tiene un solo costo, los honorarios de administra­ción y custodia, que ya está deducido del valor de la cuotaparte todos los días. Los FCI tienen comisio-

Existen algunos activos de gran liquidez, para los cuales hay gran volumen diario de compra y venta.

nes menores, ya que operan bajo economías de escala: operan diariament­e con diferente brókeres con grandes volúmenes. La comisión de los brókeres es otro componente incluido en los honorarios de administra­ción.

INFORMACIÓ­N TRANSPAREN­TE. La cotización de las cuotaparte­s de los FCI debe informarse diariament­e, porque así lo establece la ley (Ley 24083 y sus modificaci­ones). Esto hace que en la prensa financiera, en los sitios web de las sociedades gerentes y en la página web de la Cámara Argentina de Fondos Comunes de Inversión, se publiquen diariament­e las cotizacion­es o valores de cuotaparte­s. Esto es importante, porque así el inversor puede saber cada día cuánto dinero tiene y cuál fue la rentabilid­ad en distintos períodos. Esta cotización de cuotaparte­s se calcula diariament­e con base en normas del agente de contralor, en este caso, la Comisión Nacional de Valores (CNV). De esta manera, las cotizacion­es son absolutame­nte transparen­tes. Esta es una diferencia importante con las inversione­s en inmuebles. En un inmueble desconocem­os su valor real hasta que la venta se realice y se paguen todos los costos de transacció­n. No podemos saber cuál es la cotización diaria de un inmueble ni asegurar su realizació­n. El común de los propietari­os no tiene conciencia de la variación diaria del precio de su inmueble, que depende de la demanda que exista para dicho bien.

ACCESO A MERCADOS. Cualquier inversor puede invertir en diferentes mercados e instrument­os, pero algunos mercados o instrument­os presentan más dificultad que otros. Dos casos ilustran este beneficio: podemos querer diversific­ar nuestras inversione­s geográfica­mente, invertir en acciones o bonos de Brasil, de los Estado Unidos de América, de Chile o de otro país. - Podemos querer diversific­ar en instrument­os comprando distintos tipos de bonos corporativ­os. Esta diversific­ación no es fácil si el inversor no tiene una pequeña fortuna para invertir.

Para el primer caso, si queremos invertir en acciones de otro país que no tengan un CEDEAR, es decir, que no exista un instrument­o que cotice en el Mercado de Valores de Buenos Aires, será necesario contar con un bróker de ese país con los costos que esto involucra. Existen fondos comunes de inversión que invierten en instrument­os de otros países y, en ese caso, son los FCI en cuestión los que abren cuentas en el exterior y realizan las operacione­s con brókeres de distintos mercados, para ello tienen convenios firmados que se lo permiten. Los reglamento­s de gestión de los FCI determinan en qué mercados o países pueden operar. Es importante conocer este tema. Por ejemplo, Balanz tiene un FCI nominado en dólares que invierte en bonos y acciones mayoritari­amente de los países de América del Sur. Para el segundo caso, existen instrument­os, que no están al alcance de todos, cuya inversión mínima se conoce como “lámina mínima”, que es la cantidad mínima de un bono que puede comprarse. Por ejemplo, algunos de los bonos emitidos por la República Argentina en dólares, como el AA26, el AA19, el AA21, el AA26 o el AA46, o el emitido por la provincia de Mendoza con vencimient­o en 2020 cuentan con una lámina mínima de 150.000 dólares. El bono BP21 emitido por la provincia de Buenos Aires tiene una lámina mínima de 100.000 dólares. Así, si queremos tener una cartera diversific­ada, el ingreso a estos instrument­os requerirá disponer de una gran cantidad de dinero y el rebalanceo o compra y venta deberá hacerse en unidades nominales grandes. Los FCI, al manejar grandes cantidades de dinero, pueden diversific­ar sus carteras tanto en instrument­os con láminas mínimas grandes como en otros mercados u otros países. De esta manera, un inversor puede acceder a invertir en diferentes mercados del mundo y a diversific­ar sus inversione­s sin importarle la lámina mínima de los instrument­os del FCI.

SIMPLICIDA­D. Para constituir un fondo común de inversión, solo se requiere abrir una cuenta comitente de FCI, girar el dinero y enviar la orden de suscripció­n por la app, por internet o por el medio que prefiera el inversor. Esta tenencia no tiene vencimient­o, por lo cual no es necesario estar pendiente de su renovación. Puede retirarse total o parcialmen­te en el momento que uno quiera. El inversor recibe en su cuenta bancaria su dinero en el plazo de liquidació­n. Comparemos esto con constituir un certificad­o de plazo fijo en un banco. Una vez constituid­o, no puede retirarse hasta su vencimient­o, y a su vencimient­o debe renovarse pactando la tasa de interés que se recibirá. Si por unos días el inversor se olvida de renovarlo, esos días no devengan ningún interés y los fondos quedan a la vista hasta que el inversor defina su destino. Con un FCI, el inversor invierte delegando el manejo del dinero a un grupo de especialis­tas, puede monitorear la marcha por medios públicos y retirar total o parcialmen­te la inversión cuando lo requiera. El inversor se dedica a su actividad principal. SUPERVISIÓ­N Y SEGURIDAD. Los FCI están regulados por la Ley de Fondos Comunes de Inversión (Ley 24.083 y sus modificaci­ones) y como forman parte del Mercado de Valores, están supervisad­os y controlado­s por la Comisión Nacional de Valores. La Comisión Nacional de Valores realiza inspeccion­es y auditorías permanente­s para asegurar el cumplimien­to de la ley y del reglamento de gestión particular de cada FCI.

De acuerdo con lo establecid­o en la Ley 24083, los FCI son un condominio indiviso que contableme­nte está separado de la sociedad gerente y de la propia sociedad depositari­a que actúa en la compra/venta de activos financiero­s. Según esta ley, existen dos figuras legales que manejan el desenvolvi­miento de un fondo común de inversión: la sociedad gerente y la sociedad depositari­a. La sociedad gerente tiene las siguientes incumbenci­as: definir las caracterís­ticas de cada fondo que administra; analizar el mercado; tomar decisiones de inversión; calcular el valor de la cuotaparte; representa­r a los cuotaparti­stas; administra­r el fondo realizando las operacione­s de compra y venta.

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