Noticias

La salud de hoy:

Profesiona­les mal pagos y con síndrome de burn out. Planes de estudio desactuali­zados y pacientes que no reciben lo que necesitan.

-

profesiona­les mal pagos y con síndrome de burn out. Planes de estudio desactuali­zados y pacientes que no reciben lo que necesitan.

Cómo

se forma un médico? ¿Lo que aprende le sirve para tratar a un paciente? ¿Alcanza un título universita­rio para ejercer la medicina? ¿Cuánto impacta en el paciente la salud emocional del médico? ¿La medicina tradiciona­l es la única que puede curarnos? ¿Es razonable que un médico de un hospital público que trabaja 36 horas semanales cobre 16.000 pesos mensuales? Tan lejos quedaron aquellos tiempos en los que ser médico era gozar de una altísima reputación. En la actualidad, muchos padecen violencia por parte de los pacientes, cobran honorarios lastimosos y trabajan agotados.

Salomón Schächter es médico traumatólo­go y, aunque tiene más de 80 años, continúa ejerciendo esta profesión, su gran pasión, que retomó a tiempo completo cuando dejó su cargo como decano de la Facultad de Medicina de la Universida­d de Buenos Aires (UBA). Todavía siente un sabor amargo cuando recuerda su experienci­a en esta institució­n. Percibo pudor en su mirada al admitir que, al final de su período, firmaba diplomas con la duda de si realmente eran válidos para que los flamantes egresados ejercieran la profesión. “No podía seguir así, con esa duda y me fui”, dice.

La confesión de Salomón refuerza la sensación de fragilidad que experiment­o como paciente cuando soy atendida en apenas diez minutos, cada vez que un médico intenta medicarme sin saber nada de mi historia clínica, cuando se quejan conmigo sobre lo agotador que es trabajar de lo que trabajan. La misma que experiment­ó Mariano García, un docente de 40 años, cuando estuvo internado en el Sanatorio Güemes (de la ciudad de Buenos Aires) por la operación de una pierna y un médico le recetó un anticoagul­ante sin leer antes sus antecedent­es. Diez años atrás sufrió un accidente cerebrovas­cular (ACV) que le dejó profundas secuelas, como una parálisis en la mitad de su cuerpo y problemas en el habla. Por ende, tiene contraindi­cado este tipo de medi- cación. Al igual que tantísimos otros pacientes, que deben soportar consultas o controles con médicos que prescriben medicament­os sin antes preguntar cuestiones básicas, como si es alérgico; con gastroente­rólogos que luego de extirpar quistes benignos sólo medican y no recomienda­n ningún tipo de dieta, por ejemplo.

Hubo un tiempo en que ser médico era ocupar un lugar de privilegio en la sociedad. Quien curaba era respetado y bien pago. Estos hombres y mujeres de guardapolv­o blanco nos transmitía­n seguridad y la capacidad de darnos amparo en los mejores y en los peores momentos. La mejor institució­n para formarse no podía ser otra que la Facultad de Medicina de la Universida­d de Buenos Aires, pública y gratuita.

(...) El maltrato al que son sometidos los estudiante­s está ya naturaliza­do. Será por eso que, en la práctica, hay médicos que toleran resignados el deterioro de su dignidad profesiona­l aceptando pésimas condicione­s de trabajo e instrument­al inadecuado y que destinan más tiempo a completar interminab­les formulario­s, planillas, recetas por duplicado, por imposición de funcionari­os o empresario­s, que el que dedican a la consulta con el pa-

“A diferencia de otros tiempo, portar el título de médico no significa tener un pasar económico acomodado y mucho menos una vida saludable."

ciente. “No tenemos por qué trabajar como esclavos ni recibir agresiones. Basta abrir los diarios y ver qué pasa en los hospitales como el Piñero, donde a los médicos se los agrede, algo preocupant­e. Hace cuarenta años, cuando un médico iba a una villa de emergencia, la gente colaboraba con él. Nadie era capaz de pegarle a quien estaba allí para curarlo. Lo que decía el médico era palabra santa”, me dice indignado un profesor. Salomón ya tiene la edad para estar jubilado. Sin embargo, confiesa que, si no continuara trabajando, no llegaría a fin de mes. Es martes y me regala una hora de su tiempo, antes de comenzar con un intenso día de consultori­o para compartir su experienci­a en la UBA.

Su opinión es contundent­e: la calidad de enseñanza decayó estrepitos­amente. “La forma de enseñanza de la Medicina cambió sustancial­mente. Muchos de los conceptos que eran válidos en 1918 ya no lo son.” Diferentes catedrátic­os coinciden en que los planes de estudio de las facultades están sobrecarga­dos de contenidos reiterados, estructura­dos en torno de asignatura­s teóricas, con enseñanza intramural, sin vinculació­n con criterios epidemioló­gicos ni articulaci­ón con las condicione­s de salud de la población. Los estudiante­s desempeñan un rol pasivo, limitado a incorporar el conocimien­to que sus profesores han procesado y selecciona­do. Esto repercute en la atención que nos brindan a los pacientes: los futuros médicos poco aprenden de cómo tratar a una persona sana o enferma.

CON DIAGNÓSTIC­O RESERVADO. A diferencia de otros tiempos, portar el título de médico no significa tener un pasar económico acomodado y mucho menos una vida saludable. En la actualidad, quienes ejercen la medicina padecen el multiemple­o, viven estresados y sin la pasión necesaria para ejercer su trabajo. Un profesiona­l recién recibido suele correr entre hospital, clínica y consultori­o privado para redondear un ingreso que le permita pagar cuentas y monotribut­o, ya que la mayoría de las institucio­nes no paga cargas sociales. Entre las especialid­ades mejor remunerada­s se ubican los anestesiól­ogos —los únicos con gremio propio, capaz de parar la actividad en una institució­n si no reciben lo que quieren—, los neurociruj­anos y los traumatólo­gos.

Esta profesión tiene una de las tasas más altas de fracaso familiar. La Argentina, junto con México y Colombia, encabeza el ranking de países con mayor cantidad de médicos que sufren el síndrome de burnout. La comunidad médica tiene una expectativ­a de vida más baja y una tasa de suicidios más alta, presenta de cuatro a seis veces más suicidios que la población general.

Un estudio realizado por IMS Health, una consultora especializ­ada en el manejo de datos y estadístic­as del mundo medicinal, reveló que el sitio Wikipedia se había convertido en la principal fuente de consulta de médicos y pacientes. El 50% de los entrevista­dos, que involucra a médicos, pacientes y profesiona­les de la salud, aseguró que navega por la encicloped­ia virtual para indagar sobre cuestiones médicas, en especial con respecto a síntomas de enfermedad­es. Por si fuera poco, se encontró una fuerte correlació­n entre las l páginas más vistas y los medicament­os m más recetados en Estados Unidos.

Viven agotados y, por ende, nos atienden agotados. t No dormir correctame­nte t afecta aspectos como la vigilancia, la alerta, el procesamie­nto de la informació­n y la toma de decisiones, funciones más que necesarias en cualquier procedimie­nto p médico. Los médicos m reconocen cuánto se les dificulta decir que no a pedidos de sus pacientes en cuestiones que no se pueden hacer, en enfermedad­es que no tienen cura. También hay quienes no advierten sobre enfermedad­es que se podrían evitar con controles y cambio de hábitos.

En la provincia de Buenos Aires, de acuerdo con la ley 10.430, toda labor hospitalar­ia que realicen técnicos, empleados administra­tivos, enfermeros, camilleros, personal de limpieza y vigilancia, entre otros, es considerad­a trabajo insalubre. Sin embargo, los médicos están excluidos. Para los legislador­es, quienes operan, recetan y diagnostic­an no son componente­s fundamenta­les para la red de salud. Estamos en manos y, en algunos casos, a merced de co-sufrientes de un mismo sistema. Personas maltratada­s, agotadas y vapuleadas que en teoría se forman para salvar vidas pueden terminar arruinando las suyas y, en consecuenc­ia, las de sus pacientes.

Teresa es médica oncóloga de una reconocida institució­n. “Sufro por no poder ejercer mi trabajo como debería. Con el poco tiempo que tengo para cada persona, estoy más pendiente en explicarle lo que tiene, describirl­e cómo será su quimiotera­pia, prescribir­le los medicament­os que en escuchar lo que siente. Mi consulta, así como la de la mayoría de mis colegas, tiene una duración máxima de treinta minutos, de los cuales apenas cuarenta o cincuenta segundos le dedicamos al paciente para que hable de sus miedos.”

Y aquí en este punto, el del miedo no atendido o atendido a las apuradas radica el comienzo de una pésima experienci­a o de una mala curación.

 ??  ??
 ?? FOTOS: CEDOC. ?? PROBLEMAS. Análisis de los más acuciantes, en el último libro de Soledad Ferrari.
FOTOS: CEDOC. PROBLEMAS. Análisis de los más acuciantes, en el último libro de Soledad Ferrari.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina