Advertencias
En pleno clima de eufórica posverdad, exabruptos de delirio frívolo como los que lanzó el comediante Alfredo Casero se instalan sin problemas en la opinión pública como verdades reveladas que remplazan los imprescindibles análisis profundos y las miradas informadas con datos confiables. El fenómeno acaso no sería grave si sucediera en una sociedad con una economía estable y pujante, que no ponga en jaque permanente el entramado institucional. Pero lamentablemente no es el caso de la Argentina, que una vez más camina por la cornisa de la crisis total, como si padeciera una maldición cíclica. La posible solución a este mal seguramente no es algo simple, y requiere el aporte de muchos actores. Uno de ellos es el rol de la prensa, que en su mayoría necesita replantearse su relación con la actualidad, o mejor dicho, con el poder de turno. Una manía -para algunos muy lucrativa, para otros, mera fragilidad conceptual- crónica de buena parte del periodismo es enamorarse automá- ticamente del nuevo gobierno que asume, descargando todo su espíritu crítico vacante en la gestión política saliente, que en nuestro país se convierte en una manada de caídos en desgracia judicial. En esa larguísima luna de miel oficialista, toda crítica o alerta que cuestione los modos del gobierno se vuelve un tabú, que los periodistas más afines al poder custodian con rigor. NOTICIAS ha sido blanco de esos dardos de enfermos de oficialitis, solo por cumplir su tarea de advertir los errores, falseos, inconsistencias de cada nueva administración que llega a la Casa Rosada, siempre con promesas refundacionales. Curiosamente, cuando las advertencias de NOTICIAS finalmente se confirman de modo evidente, el resto de la prensa se despierta y hace sonar las alarmas. En general, demasiado tarde.