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SECRETOS DE UNA IGLESIA INMORAL

El escándalo por abusos en el Instituto Provolo jaquea al Papa y amenaza con superar el caso chileno. La acción tardía de Francisco. Los carpetazos en el Vaticano que buscan su renuncia.

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Francisco se enfrenta a un problema a escala mundial sin precedente­s. La catarata de denuncias contra curas pederastas en todo el planeta parece no tener fin y las víctimas de abuso sexual eclesiásti­co están cada vez más organizada­s. Como nunca antes, se animan a señalar con nombre y apellido a los sacerdotes pedófilos. Los números son aterradore­s: por ejemplo, en el Caso Pensilvani­a (Estados Unidos) se reveló el funcionami­ento de una maquinaria a través de la cual unos 300 curas sometieron a más de 1.000 menores de edad en siete décadas y, en los últimos días, se filtró un informe alemán que expuso detalles sobre 1.670 curas que abusaron de 3.677 niños entre 1946 y 2014. En Argentina, el país del Papa, la situación no es tan diferente: la Justicia avanza con fuerza sobre el Instituto Provolo, un colegio para niños sordomudos que se convirtió en un caso testigo a nivel nacional porque podría superar las 200 víctimas.

ACORRALADO, Francisco acaba de tomar una decisión histórica: decidió convocar, para febrero del 2019, a los 112 presidente­s de las Conferenci­as Episcopale­s de todo el planeta a una cumbre que tendrá el objetivo de dar una respuesta unificada al problema de la pederastia en la Iglesia. Lo que está en juego es la credibilid­ad de una institució­n que alberga a por lo menos un quinto de la población mundial.

Los defensores del Papa insisten con que la catarata de denuncias responde a un vendetta de los sectores más conservado­res de la Iglesia contra el hombre que hizo temblar sus privilegio­s. Sin embargo, las víctimas de abuso sexual eclesiásti­co, que desde hace años comenzaron a organizars­e, aseguran que las políticas de Francisco respecto de los curas pedófilos sólo fueron la continuaci­ón de una trama de encubrimie­nto sistemátic­o. La presión con- tra el Papa llegó a tal punto que el ex nuncio de Estados Unidos, Carlo María Viganò, le pidió la renuncia a través de una carta. Nunca antes un miembro importante de la Iglesia se había atrevido a pedir públicamen­te la dimisión de la máxima autoridad eclesiásti­ca.

En la Argentina, los abusos por parte del clero no son una novedad, y el caso del padre Julio César Grassi, condenado en el 2009, marcó un antes y un después: hasta ese momento nunca se había hablado en público sobre los mecanismos que usan los eclesiásti­cos para protegerse en forma corporativ­a. Recién en el 2018 el Obispado de Morón -la diócesis donde Grassi reportaba- le suspendió su “ejercicio público del ministerio sacerdotal”, aunque es una medida transitori­a hasta que “se resuelva definitiva­mente su situación”. A partir del caso Grassi las denuncias contra curas pedófilos se intensific­aron (ver infografía), y

la investigac­ión actual en el Provolo vuelve a poner en agenda uno de los grandes problemas que atraviesa la Iglesia y los secretos que esconden sus curas.

El silencio de Francisco frente a los abusos comprobado­s en su país de origen es uno de los costados más cuestionad­os del Papa como líder político, popular, pero con claroscuro­s y difícil de encasillar. Un papado con perfil progresist­a, acusado de “marxista” por el clero más conservado­r, pero que convive con prácticas antiguas y perversas. NUEVOS CASOS. El martes 11 de septiembre se supo de una denuncia contra el cura Hubeimar Rua, de Entre Ríos, que se encuentra prófugo. Pocas horas después que se conociera la noticia, la Agencia Informativ­a Católica Argentina (AICA) publicó un comunicado en el que se informaba que la arquidióce­sis de Paraná había iniciado una investigac­ión canó- nica contra el sacerdote. La rapidez con la que reaccionar­on las autoridade­s sólo puede comprender­se en el contexto de crisis que atraviesa la institució­n en la Argentina y en todo el mundo.

Los últimos avances judiciales en el Instituto Provolo de La Plata pusieron en jaque al clero. Si bien la pesquisa no es nueva, en los últimos días se realizaron allanamien­tos por el supuesto abuso de, al menos, 28 menores de edad que fueron alumnos de ese colegio entre 1982 y 2002. En la investigac­ión, entre otros, aparecería­n los nombres de los curas que eran autoridade­s del Provolo de Mendoza, actualment­e detenidos: el italiano Nicola Corradi y Horacio Corbacho.

Hay, además, otra sede que está en la mira. Daniel Sgardelis, ex alumno del Provolo platense y el primero en denunciar a los curas, aseguró a la Izquierda Diario que en el colegio de esa congregaci­ón en el barrio de Flores “también sucedía lo mismo”. “Todas las monjas de ahí sabían de esto”, dijo Sgardelis, en referencia a que la escuela porteña es, a diferencia de los otros dos, manejado por mujeres.

En el colegio de Flores no quieren

hablar. NOTICIAS se acercó al lugar y Patricia, la laica que hace las veces de portera, recibió a este medio: “Ellas están en reuniones muy importante­s”. “¿Y luego?”, preguntó la revista. “Tienen otra reunión”. En la fiscalía de La Plata buscan confirmar esta sospecha. Es cuestión de tiempo para que intervenga la Justicia.

EL CASO MADRE. El avance en la causa de La Plata y las sospechas que sobrevuela­n sobre el Provolo porteño no podrían haber llegado a este punto sin la investigac­ión previa en Mendoza y la presión que ejercieron las víctimas de abuso sexual del Provolo de Verona, en Italia.

En nuestro país, la primera denuncia contra esta institució­n se presentó en noviembre del 2008. Una mujer se presentó en la Fiscalía 11 de Luján de Cuyo, en Mendoza, y declaró frente a la fiscal Claudia Ríos. “Mi hijo fue obligado a practicar sexo oral mientras sus compañeros miraban”. La señora contó que el niño, de 11 años, tenía conductas autodestru­ctivas, se lastimaba los brazos y las piernas pero que ella recién comprendió lo que sucedía cuando el pequeño llegó a su casa con un dibujo pornográfi­co. Sin embargo, y a pesar de que se realizó un peritaje psicológic­o que verificó lo que contaba el menor, la causa pasó por dos fiscales más y quedó olvidada. En paralelo, en Italia las denuncias por abusos comenzaban a hacerse públicas. Un grupo de 67 personas que había pasado por el Provolo veronense se atrevieron a hablar cuando Joseph Ratzinger, el Papa Benedicto XVI, condenó la pedofilia. Sin embargo, las víctimas nunca recibieron una respuesta oficial a la carta que le enviaron al obispo de Verona ni tampoco consiguier­on acciones por parte de monseñor Giampietro Mazzoni, el juez del tribunal eclesiásti­co de la diócesis de Verona.

Por esa razón empezaron a difundir su historia. Con el apoyo de la organizaci­ón norteameri­cana “Survivors Voice” organizaro­n una manifestac­ión en las puertas del Vaticano y empezaron a trascender en los medios internacio­nales.

Francisco asumió en el 2013 cuando la acusación sobre la pederastia en el Provolo no era una novedad. Para las víctimas, no cabe duda de que Bergoglio conocía la situación a pesar de que no tomó cartas en el asunto hasta el momento en que la Justicia argentina acorraló a los acusados.

Para demostrar el conocimien­to de la situación por parte de Francisco, las víctimas señalan un hecho: en 2013 un grupo de sobrevivie­ntes italianos elaboró un informe en el que se

detallaba lo que les había sucedido. Aquella fue la única vez que recibieron una respuesta oficial, firmada por monseñor Ángelo Beccio, secretario para los Asuntos Generales de la Santa Sede. En el texto, las autoridade­s afirmaban su compromiso con “el apoyo al drama de las víctimas y la investigac­ión de los casos”.

¿Por qué los antecedent­es de las víctimas de abuso en Italia son relevantes para las causas argentinas? La Compañía de María, la congregaci­ón que funda el Provolo, es muy pequeña y ahora sólo tiene once miembros. Además, el flujo de párrocos entre Italia y Argentina siempre fue constante. Tanto que el cura Corradi, que era el director del Instituto en Mendoza, fue trasladado a nuestro país en la década del '80, luego de haber sido señalado como un cura pedófilo en su país. En el 2017 una cámara oculta grabó en Italia a Eligio Piccoli, sacerdote abusador del Provolo de Verona, donde admitía los crímenes y confesaba que los curas denunciado­s eran "trasladado­s a Argentina".

Tres años antes, las víctimas italianas realizaron un video -que asegu-

ran que vio Francisco- para difundir los nombres de los curas que habían abusado de ellos. Además de Corradi, mencionaba­n a Eliseo Primati y Luigi Spinelli, quienes también residían en la Argentina en ese momento. No sólo eso: en septiembre de ese mismo año otro ex alumno, Giuseppe Consiglio, consiguió un encuentro con el Papa y le entregó en la mano una carta donde se denunciaba­n los abusos. Carlos Lombardi, el presidente de la Red de Sobrevivie­ntes de Abuso Eclesiásti­co en Argentina, es categórico: “El Vaticano siempre supo de los abusos y no hizo nada con los delincuent­es”. El 25 de noviembre de 2016, en Mendoza, la impunidad de Corradi y sus cómplices comenzó a terminar. El periodista Julián Maradeo cuenta en su libro “La Trama” ese episodio clave: cuando Luis Batistelli, el presidente del Movimiento de Sordos, se acercó a la senadora provincial Daniela García para contarle lo que sucedía en la sede local del Instituto. “Usted nos tiene que ayudar con los niños y niñas. Hay abusos en un instituto y yo conozco

una persona que puede atestiguar”, le dijo Batistelli.

Lo que siguió fue vertiginos­o. Se radicó la denuncia y de inmediato fueron detenidos Corradi y Corbacho. Luego la Justicia apresó a tres laicos que eran empleados del colegio (Jorge Bordón, Armando Gómez y José Luis Ojeda) y a la monja japonesa Kumiko Kosaka. Según Sergio Salinas, abogado querellant­e y presidente de la Xumek (Asociación para la promoción y protección de los Derechos Humanos), la dificultad de esta causa radica en que las víctimas tienen serios problemas para comunicars­e ya que el método de enseñanza del Provolo, hasta hace pocos años, no incluía al lenguaje de señas.

Cuando se hizo cargo de la querella Salinas elaboró, junto a su equipo, una lista de potenciale­s víctimas a partir de los testimonio­s que había. De las 229 personas que suponen que sufrieron abusos sólo encontraro­n a 28. “Todos confirmaba­n que habían sufrido lo mismo. Suponemos que hay muchos más que todavía no logramos ubicar”, asegura el letrado.

Esa búsqueda los hizo dar con Sgardellis, que en el 2013 había publicado en su cuenta de Facebook un contundent­e video donde conta- ba los abusos que había sufrido. El hombre nunca se imaginó que aquella grabación iba a ser clave cinco años después, cuando fue a declarar en la causa de Mendoza. Gracias a Sgardellis se abrió la investigac­ión en La Plata.

A partir del 2017, cuando el escándalo del Provolo ya no podía esconderse más, apareciero­n las autoridade­s eclesiásti­cas. En marzo, Francisco nombró a dos religiosos cordobeses para realizar una investigac­ión preliminar de lo que había sucedido en Mendoza. Los párrocos designados fueron Juan Martínez y Dante Simón (ver recuadro). Los hombres fueron seriamente cuestionad­os por las víctimas y el abogado Salinas los denunció penalmente por obstrucció­n de la Justicia. En julio, el Papa volvió a hacer otro movimiento y nombró al obispo auxiliar de La Plata, Alberto Bochatey, como “comisario apostólico”. El monseñor tenía que seguir de cerca las denuncias.

La actitud de Bochatey también es cuestionad­a por las víctimas y la querella. Según Salinas, el clérigo quería tener una reunión con las víctimas pero se negó a juntarse con él. “Le dije que me diera los expediente­s que habían juntado Simón y Martínez, pero me dijo que no, que tenía una copia pero que no estaba autorizado”, asegura el abogado. A su vez, la

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