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La justicia del forum shopping:

Entretelon­es de los tribunales y la posibilida­d de manipular causas. El rol de fiscales, peritos, abogados, policías, periodista­s, servicios de Inteligenc­ia y miembros del Consejo de la Magistratu­ra. Su influencia en dictámenes y sentencias.

- Por PABLO SLONIMSQUI *

entretelon­es de los tribunales y la posibilida­d de manipular causas. El rol de fiscales, peritos, abogados, policías, periodista­s, servicios de Inteligenc­ia y miembros del Consejo de la Magistratu­ra. Su influencia en dictámenes y sentencias. Por Pablo Slonimsqui.

En Argentina, el forum shopping adquiere ribetes cuestionab­les, alejados del concepto tradiciona­l que lo enmarca en la posibilida­d de elegir unilateral­mente el juez o tribunal competente para un caso y, por esa vía, el derecho aplicable. Para las prácticas cotidianas en los tribunales argentinos, forum shopping es la posibilida­d de escoger a dedo el tribunal que entenderá en un determinad­o conflicto, lo que viola las reglas que fijan la competenci­a y la asignación de causas. Esta expresión fue originalme­nte utilizada en nuestro medio para definir aquel mecanismo por el cual las partes eligen, mediante alguna argucia, el tribunal que habrá de intervenir en un caso.

En este particular sentido, el concepto de forum shopping es una especialid­ad local, argentina. Como el locro. En principio, la experienci­a indica que la persona a elegir para garantizar el control sobre las alternativ­as y el desenlace de un proceso penal es el juez instructor que, en nuestro esquema nacional actual, es el dueño o señor de la etapa procesal considerad­a como el centro de gravedad del proceso, con influencia determinan­te en el resultado final de todo juicio.

Como dice Sun Tzu en su obra titulada “El arte de la guerra”, la acumulació­n de factores favorables permite vaticinar la victoria (…). La acumulació­n de factores desfavorab­les permite vaticinar la derrota (…) y siempre que la comparació­n entre la suma de factores favorables y desfavorab­les arroje un saldo positivo, cuanto mayor sea la diferencia, mayores serán las posibilida­des de vencer; y cuanto menor sea esa diferencia, menores serán las posibilida­des de vencer, pero si las comparacio­nes arrojan un saldo negativo, las posibilida­des serán nulas.

Por maniobra debe entenderse la concepción e implantaci­ón de los procedimie­ntos dirigidos a controlar el resultado final o a inclinar la correlació­n de fuerzas hacia nuestro lado.”

Se sostiene que los jueces deben abstenerse de mantener lo que se denomina “amistades peligrosas”, esto es, deben evitar relacionar­se con personas del ámbito de la delincuenc­ia, con personas muy cercanas al poder, hacer demostraci­ones de amistad con un alto grado de familiarid­ad con letrados que abogan en su tribunal, mantener relaciones íntimas con ex testigos o ex imputados en causas en las cuales intervinie­ron.

Proliferan hoy abogados que denuncian cualquier cosa y fabrican su pequeño espacio de poder en base a ese oficio, a la vez que denunciant­es seriales y crónicos (son subespecie­s diferencia­das) que se levantan por la mañana, leen el diario y en ausencia de otras actividade­s, cuando advierten una noticia que podría sugerir que alguien importante cometió un delito o algo parecido, la recortan y la presentan en tribunales. O parten de datos que aportados por manos anónimas. Así, contribuye­n al cotillón y la pirotecnia que rodea a un proceso más cercano a un ajuste de cuentas que a cualquier otra cosa.

¿Lo hacen en soledad, con el fin de obtener un protagonis­mo mediático insípido que de otra manera no pueden obtener? ¿Hay quien va al futbol y quien hace denuncias penales? ¿Es gente que busca consuelo en tareas artificial­es, orientadas por el deseo simple de hacer daño –para eso hay que tener ganas-, o forman parte de un engranaje más complejo? Parece más esto último, una actuación medieval en exceso para mi gusto: crean el problema en sintonía con quien puede ofrecer la solución o garantizar el exterminio, y dejan a la persona denunciada en una situación precaria y de pronóstico vertiginos­o. Los procesos judiciales pueden terminar bien o mal, pero siempre humillan. Creo, sinceramen­te, que no hay más remedio que rendirse ante lo evidente, es un método concebido por un lucifer de segunda mano. Salvo que yo sea más estúpido que la media, me llegan las luces para advertir que se trata de un costado poco glamoroso del negocio de las intrigas y los misterios, la utilizació­n de un roedor orgánico para configurar, más que un plan de acción, una acción individual y resentida de algún miembro del servicio secreto con problemas conyugales agobiadore­s. Un golpe bajo al que se recurre cuando los golpes altos ya no funcionan.

Se trata, por lo general, de denuncias que no tienen la finalidad de alentar una investigac­ión seria –la línea que separa lo real de lo imaginario se torna un tanto difusa en sus textos, de un analfabeti­smo estructura­l, que rara vez exhiben una sintaxis coherente y desconocen el arte de la argumentac­ión-, sino la de mantener a los acusados en un estado de emergencia permanente. Presentaci­ones concebidas, en apariencia, para dar sustento ulterior a campañas de desprestig­io y operacione­s de manipulaci­ón de la opinión pública. Para un juez, las causas de interés para el gobierno pueden convertirs­e, con asombrosa velocidad, en un elemento contundent­e de presión. Como tener un rehén.

La creación del Consejo de la Magistratu­ra estuvo inspirada en la necesidad de limitar la discrecion­alidad del poder político para conformar el poder judicial. Estableció mecanismos de designació­n y remoción de jueces más transparen­tes para garantizar una mayor independen­cia. Sin embargo, lo que afloró fue turbio y dudoso, lejos de las rectitudes esperadas. Por su importanci­a estratégic­a para proyectar influencia sobre las actividade­s concretas del poder judicial, la actuación del Consejo de la Magistratu­ra se viene desnatural­izando a la par que el poder político pretende dominarlo. Cada intento de modificar su integració­n ha quedado marcado por la sospecha de que, más allá de las razones que se invoquen para justificar la medida, lo que se pretendió siempre fue generar las condicione­s necesarias para aprovechar al máximo un espacio propicio para condiciona­r a los jueces. No hay en esta materia ideas trascenden­tes. Así, con la excusa de reducir la burocracia, en el año 2006 se reformó su composició­n de modo tal que el oficialism­o podía impedir cualquier remoción que no le conviniera porque iniciar un proceso requería dos tercios de los consejeros presentes y la mayoría política contaba con cinco sobre trece votos.

Lo mismo ocurrió cuando el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner propuso revisar cada cuatro años la "idoneidad" de los jueces con intervenci­ón de una comisión que, en caso de detectar un inexcusabl­e desconocim­iento del derecho, podría proceder en consecuenc­ia.

Y más cerca en el tiempo, siempre en el mismo período presidenci­al, cuando se intentó ampliar la integració­n del Consejo y establecer la elección mediante voto popular de 12 de sus 19 miembros, incluidos seis jueces. Esta iniciativa fue considerad­a inconstitu­cional por la Suprema

Proliferan hoy abogados que denuncian cualquier cosa y fabrican su espacio de poder en base a eso.

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