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Es el sostén de un Macri deprimido en lo peor de la crisis. Blindaje familiar y agenda feminista. Sus consejos al Presidente.

- FOTOS: MARCELO ESCAYOLA - INFOGRAFÍA: FERNANDO SAN MARTÍN.

Por las noches no hay empleados domésticos en Olivos. Juliana no deja que entre nadie más que Mauricio, Antonia y Valentina.

Elauto que transporta a Juliana Awada y el que lo escolta frenan y la mujer de Mauricio Macri baja sonriente. Son las 9.25 del jueves 4. Sube con tranquilid­ad las escaleras del edificio donde se inaugura la oficina de ONU Mujeres, a una cuadra del Congreso, a pesar de llevar casi media hora de retraso. Arriba, en el primer piso, la espera Phumzile Mlambo-Ngcuka, directora ejecutiva del organismo internacio­nal. Se saludan y charlan en un fluido inglés: la primera dama no pide disculpas por la demora, no es necesario.

Va en nombre del Estado, lleva el compromiso del Presidente para trabajar en conjunto con las Naciones Unidas en la lucha contra los femicidios: eso es lo que les va a decir. Junto al resto del elenco de la ONU, se encierran en una oficina durante 15 minutos, que podrían haber sido menos si un funcionari­o del organismo, el único hombre en ese cónclave privado, no se hubiese levantado para ir al baño. Tendrán que esperarlo para la foto final. Tras el último flash Awada sale de la oficina, otra vez sonriente, y se va. Son las 9.45.

Los demás se quedan para una conferenci­a de prensa donde anuncian cómo y cuándo comenzarán las tareas de este equipo que luchará en el país contra la violencia de género. Agradecen el compromiso del Estado Nacional, pero Awada ya no está. Ya hizo su parte.

Las aparicione­s públicas de la primera dama se multiplica­ron en el último tiempo. Tres días antes, por ejemplo, había sido una de las oradoras en el inicio del Woman 20, un desprendim­iento del G20. Y la semana anterior había tenido una abultada agenda de género en Nueva York.

Y sin embargo, ese no es su rol fundamenta­l. Lo hace y lo disfruta: está preparada para eso. Pero su lugar favorito está puertas para adentro de la Quinta de Olivos. En la intimidad, la “Hechicera”, tal como la apodó Macri, se convirtió en el apoyo fundamenta­l de su marido, en el peor momento político de su vida. El último reducto de tranquilid­ad: el lugar donde pisa tierra firme, mientras el país tiembla.

El Presidente encontró en Awada su sostén anímico. A la primera dama no le interesan los cargos ni quiere hacer política; pero le gusta el poder. Está donde quiere estar. La mujer de 44 años, 15 menos que Macri, fue preparada y educada para estar allí. Y llegó. No va a dejar que el Presidente afloje, aunque la recesión apriete y la oposición presione, y aunque el propio Macri luzca, a veces, demacrado en sus aparicione­s.

Blindar al Presidente del estrés es una de sus tareas, pero no es la única. Desde los límites de su hogar y desde la impunidad de las sombras y el bajo perfil, Juliana digita, ayuda a armar y desarmar. No decide, pero aconseja. A veces con vehemencia. Y sabe que es escuchada.

Por las noches no hay empleados domésticos en la Quinta de Olivos. Juliana no deja que entre nadie más que Mauricio, la pequeña Antonia y Valentina, la hija de la mujer con el falso conde belga Bruno Barbier, amén de algún invitado de ocasión. Siempre cocina ella. Baña a Antonia, que dedica sus últimas horas del día a jugar con Macri, y luego cenan. “Juliana garantiza la armonía familiar y un ambiente hogareño de muchísima normalidad”, aseguran en su entorno.

Los días que les queda un resto de energía comparten alguna serie: ahora miran “Ozark”. La ficción de Netflix expone los dilemas morales de un matrimonio promedio que, tentado por el dinero y el poder más oscuro, se ve forzado a aprender las peores mañas para sobrevivir en un

territorio ajeno y hostil.

Nadie en Cambiemos duda de la importanci­a de las s opiniones de Awada. Sus s consejos pesan.

Como sucedió tras el fatídidico fin de semana del sábado do 1 y domingo 2 de septiemmbr­e, cuando el Gabinete temembló tras las sucesivas corridas das cambiarias. Muchos “imprescind­ibles” perdieron, algunos desterrado­s fueron llamados de apuro y se negaron y unos pocos salieron más empoderado­s. El Presidente tenía una mezcla de sentimient­os, todos negativos. El cóctel incluía fastidio, desánimo e impotencia.

Sólo había un lugar donde la tierra no temblaba: adentro de su residencia. Ahí estaba Juliana para mostrarle que no estaba todo tan mal como parecía.

Macri se sinceró: no le encontraba la vuelta. Y fue allí, tras los consejos de su esposa, que decidió que había que apelar a su discurso más humano que el que venía usando desde que llegó a la Presidenci­a. A pesar de que en su entorno más íntimo la opinión general decía que no debía arriesgar su imagen otra vez, antes de la apertura del mercado. Mauricio nombró por primera vez “la crisis”, que hasta allí era denominada “tormenta”. “Fueron los peores cinco meses de mi vida después de mi secuestro”, dijo el lunes 3 de septiembre apelando al sentimenta­lismo. Mal no le fue.

“Macri suele bajonearse cuando no le salen las cosas”, comenta un ex funcionari­o que sigue estando cerca del Gobierno. “Creo que subestimó la Presidenci­a: creyó que era cien veces más difícil que la Ciudad, pero era mil veces eso”, agrega. Ahí es donde Awada entra en acción. Su optimismo ciego le levanta el ánimo y su ambición de poder lo sostiene y lo arenga.

La “Hechicera” es capaz de controlar todo desde Olivos. No necesita dar entrevista­s, ni le agrada ser objeto de

notas: “La verdad, yo no sé por qué se ensañan conmigo”, dice a su entorno cuando se entera que será tapa de NOTICIAS otra vez. La contra de ser una de las mujeres más poderosas de Argentina.

AGENDAS. Macri y Juliana viajaron juntos a Nueva York, el 24 de septiembre, pero volvieron separados. La agenda de la primera dama continuó aún después de que el Presidente hubiese regresado al país.

En la Gran Manzana no se vieron mucho más que por las noches en el lujoso hotel de la Quinta Avenida, The Langham. Apenas compartier­on un puñado de actividade­s: el cóctel del presidente norteameri­cano Donald Trump; la entrega del premio Global Citizen a Macri, donde el presentado­r nombró a Awada y la reconoció “por el apoyo y la promoción de los artistas argentinos”, y cuando el Presidente habló en la Asamblea de la ONU. Ella estuvo sentada muy cerca. Luego se dedicó a su propia agenda de género, que se extendió a Argentina.

Ese rol le sienta a la perfección. Es refinada, elegante, habla inglés y francés con fluidez y sabe agradar. Frente a otras primeras damas se siente como pez en el agua.

En el Gobierno hay un secreto que nunca había sido filtrado. Una vez, hace no tanto tiempo atrás, Juliana fue medida en encuestas reservadas. En su entorno descartan que pueda ser candidata, pero no estaba de más saber cuál era la percepción de la gente sobre la primera dama. Tan delicado fue el asunto, que no afrontó la tarea el equipo del asesor estrella Jaime Durán Barba, sino que se contrató a Isonomía, una consultora externa. “No la medimos porque no es política. Y naturalmen­te entendemos que hay zonas más delicadas que otras, como la familia”, dicen en el entorno del gurú de Cambiemos.

“No estaba tan mal. Tenía una buena imagen, pero un altísimo nivel de desconocim­iento”, asegura g un funcionari­o n que tuvo la encuesta en la mano. Nadie supo ni quiso preguntar el motivo de aquella medición. “Juliana lian candidata no fue nunca una op

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 ??  ?? JUNTOS. Juliana y uno de sus mimos difundidos por Instagram. En estos días protagoniz­a el Women 20.
JUNTOS. Juliana y uno de sus mimos difundidos por Instagram. En estos días protagoniz­a el Women 20.
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 ??  ?? POSTALES. Macri con Antonia en la pizzería de la polémica. El helicópter­o con que buscó a su hija del colegio. Y una selfie romántica con la “Hechicera”.
POSTALES. Macri con Antonia en la pizzería de la polémica. El helicópter­o con que buscó a su hija del colegio. Y una selfie romántica con la “Hechicera”.
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