CRECIMIENTO EVANGÉLICO
El triunfo de Bolsonaro en Brasil y las recientes movilizaciones contra la despenalización del aborto en Argentina agitan interrogantes sobre la influencia política de los evangélicos en el Cono Sur. ¿Estas iglesias representan la punta de lanza de un frente conservador que viene a borrar los logros de la década progresista? Su poder electoral, ¿es el síntoma de una era post partidaria donde las afiliaciones religiosas y morales se imponen sobre las pertenencias ideológicas? En Argentina, las intenciones partidarias evangélicas se toparon con la densidad de las afiliaciones partidarias tradicionales, que más allá de sus crisis, gravitan en el cuarto oscuro por sobre cualquier creencia espiritual. No obstante, estas comunidades participan en la instrumentalización de políticas orientadas a la asistencia social y al abordaje del consumo de drogas. También se manifiestan contra la alteración de un orden social y moral que consideran intangible. Los pronunciamientos contra la educación sexual en las escuelas, el matrimonio igualitario y la despenalización del aborto son prueba de ello. El proceso que subyace a estas intervenciones políticas es la legitimación sociopolítica de este colectivo religioso registrado en los últimos veinte años. Legitimación otorgada “desde abajo” por los vecinos de los barrios vulnerables que incorporaron las actividades evangélicas a sus redes de supervivencia. Legitimación concedida desde “arriba”, por los políticos que valoran su anclaje territorial y su eficacia a la hora de alcanzar recursos a los más pobres, y por la Iglesia Católica, que ve en ellos un aliado oportuno.