Nuevos movimientos tectónicos sociales: el autor explica cómo tres fuerzas aceleradoras están cambiando nuestro planeta: la ley de Moore (tecnología), el mercado (globalización) y la naturaleza (cambio climática y biodiversidad). Alterando así los cinco r
El autor explica como tres fuerzas aceleradoras están cambiando nuestro planeta: la ley de Moore (tecnología), el mercado (globalización) y la naturaleza (cambio climática y biodiversidad). Alterando así los cinco reinos claves: el trabajo, la política, l
Amenudo se afirma que Charles Darwin dijo que no son los más fuertes los que sobreviven sino los más adaptables. Pero según <QuoteInvestigator. com>, (QI), no hay indicios de que Darwin escribiera tal cosa en su obra clásica El origen de las especies. Ni siquiera de que lo dijera en otro contexto. La investigación de QI sugiere que la cita surgió con el paso del tiempo de un discurso pronunciado por un profesor de Económicas de la Universidad Estatal de Louisiana, Leon C. Megginson, en la convención de la Southwestern Social Science Association de 1963. Aparentemente, Megginson dijo: “Sí. El cambio es la ley básica de la naturaleza. Pero los cambios forjados por el paso del tiempo afectan a sujetos e instituciones de diferentes maneras. Según el libro de Darwin, El origen de las especies, no son las especies más intelectuales las que sobreviven, no son los más fuertes los que sobreviven; sino que la especie que sobrevive es la que es capaz de adaptarse mejor y ajustarse al entorno cambiante en el que se halla. Si nos aplicamos este concepto teórico a nosotros como sujetos, podemos establecer que la civilización capaz de sobrevivir es la que es capaz de adaptarse al entorno físico, social, político, moral y espiritual cambiante en que se encuentra”.
¡Gracias, profesor Megginson! Bien dicho, tanto si Darwin pronunció parte, como si no. Glosemos. No es la cita más fuerte la que sobrevive, sino la más adaptable. Y ésta resulta muy relevante en los tiempos que corren. En la primera década y media del siglo XXI, hemos pasado por un importante punto de inflexión económico: la conectividad pasó a ser rápida, gratuita, sencilla y ubicua, mientras que la complejidad se ha hecho rápida, gratuita, sencilla e invisible. Y esto ha desatado flujos de energía que, en combinación con el cambio climático, han reestructurado, como ya hemos visto, el lugar de trabajo y la geopolítica, y nos ha llevado a reinventar cómo abordar ambos aspectos. Pero la reinvención no puede tener éxito si está aislada. También nos exige que reinventemos nuestra política y sistemas electorales nacionales, que reconsideremos cómo éstos pueden hacernos más resilientes cuando el Mercado, la Madre Naturaleza y la ley de Moore están acelerándose. En el capítulo anterior he argumentado que, en la era de las aceleraciones, algunos Estados débiles estallarían. Lo que parece que les está sucediendo
a los Estados fuertes es que su política implosiona, es decir, que sus fronteras se sostienen, pero sus partidos políticos empiezan a fracturarse porque en sus formatos actuales no pueden responder de manera adecuada y coherente a los cambios simultáneos e interrelacionados en tecnología, globalización y el medio ambiente. En Estados Unidos y Europa, los principales partidos políticos, en muchos aspectos, se han quedado bloqueados en programas orientados al pasado, desarrollados en respuesta a la Revolución Industrial, el New Deal, la Guerra Fría, y la primera revolución informática. Sus coaliciones actuales y compromisos internos no son capaces de lidiar con la era de las aceleraciones. La fractura ya ha sucedido dentro del Partido Republicano, que incluso niega la realidad del cambio climático. Pero el éxito de Bernie Sanders al atraer a muchísimos jóvenes demócratas sugiere que el partido demócrata tampoco es inmune a la fractura. El mismo proceso está sucediendo en Europa. El voto del Reino Unido para salir de la Unión Europea ha abierto brechas profundas en el Partido Conservador y el Laborista, y el reto cada vez mayor de la inmigración procedente del Mundo del Desorden está acentuando la tensión en otros partidos del resto del continente. Como ya he dicho antes, después de 2007, los ciudadanos de Estados Unidos y tantas otras democracias industriales sintieron que se los estaba lanzando hacia el futuro de manera mucho más veloz —sus lugares de trabajo empezaron a estar en constante cambio, las costumbres sociales variaban a su alrededor y la globalización les arrojaba a la cara gente e ideas nuevas— mientras que gobiernos como el de Washington o Bruselas se ahogaban en la burocracia o bien quedaban paralizados. De modo que nadie le estaba dando a la gente el diagnóstico correcto de lo que estaba ocurriendo en el mundo que los rodeaba y los partidos políticos más establecidos ofrecían catecismos que sencillamente eran irrelevantes en la era de las aceleraciones. Y en este vacío, en este espacio desierto, entraron los populistas con respuestas fáciles: el aspirante a presidente Bernie Sanders prometió arreglarlo todo acabando con la «Autoridad» (la cabeza del poder establecido), y Donald Trump prometió arreglarlo todo reprimiendo personalmente el huracán de cambio porque él era la «Autoridad». Ni el centro izquierda, ni el centro derecha de Estados Unidos o Europa tuvieron la autoconfianza necesaria para el nivel de replanteamiento radical y de innovación política exigidos en la era de las aceleraciones. El 16 de mayo de 2016, The New York Times publicó una historia sobre unas elecciones polarizadas en Austria en la que se citaban dos declaraciones que expresaban el anhelo de muchos votantes de todo el mundo industrializado. Una era la de Georg HoffmannOstenhof, columnista del semanario socialdemócrata Profil. «Nos encontramos en una situación en que la gente ya no entiende el mundo porque está cambiando muy rápidamente. Y entonces llegaron los migrantes, y se le dijo a la gente que los políticos habían perdido el control de las fronteras. Eso intensificó el sentimiento general de que el control había desaparecido.» La otra declaración era de Wolfgang Petritsch, diplomático veterano y antiguo asesor principal del excanciller de centro izquierda Bruno Kreisky: «La democracia social siempre había sido impulsada por ideas —dijo—. Pero las ideas han desaparecido».
Este vacío no podría haber ocurrido en peor momento, pues estamos experimentando, de hecho, tres cambios «climáticos» simultáneos: un cambio climático tecnológico, un cambio climático de la globalización y un cambio climático del clima y el medio ambiente, todo gracias a sus aceleraciones concurrentes. Si hubo una vez un momento en que las democracias industriales más grandes necesitaran detenerse a replantearse o reinventar la política —para determinar cómo producir resiliencia y propulsión en medio de tantos cambios climáticos a la vez— es ahora. Este capítulo es mi modesta contribución a esa reconsideración. Cuando me puse manos a la obra, empecé con una hoja en blanco y no me pregunté qué significaba actualmente ser «conservador» o «liberal» (francamente, ¿a quién le importa?), sino cómo maximizar la resiliencia y autopropulsión de cada uno de los ciudadanos y comunidades de Estados Unidos, es decir, su capacidad para absorber golpes y seguir progresando hacia delante en esta coyuntura histórica. Es una aproximación a la política diferente —y opino que necesaria— y da como resultado un programa político distinto a cualquiera propuesto actualmente en Estados Unidos.
Las apps de la Naturaleza. Antes de comenzar este periplo, hice una cosa indispensable: busqué un mentor. Me pregunté, ¿quién es la «persona» con más experiencia en la asimilación de los cambios climáticos, con mayor capacidad de resiliencia para seguir prosperando? La respuesta me vino fácilmente: conozco a una mujer que lleva haciéndolo unos 3.800 millones de años. Su nombre es Madre Naturaleza. No se me ocurre un mentor mejor que ella. Como observó Johan Rockström, la Madre Naturaleza no es un ser vivo, sino un sistema complejo, biogeofísico, racionalmente operativo, de océanos, atmósfera, bosques, ríos, tierra, plantas y animales que ha evolucionado en el planeta Tierra desde que aparecieron los primeros indicios de vida. Durante cuatro mil millones de años, ha sobrevivido los peores momentos y prosperado en los mejores, aprendiendo a amortiguar infinitos impactos, cambios climáticos, sorpresas, e incluso un asteroide o dos. Eso por sí solo hace que la Madre Naturaleza sea una mentora importante. Pero hoy es incluso más relevante porque nosotros, los seres humanos, hemos construido con nuestras propias manos, mentes, músculos, computadoras y máquinas, nuestro propio sistema de sistemas complejo y global. Estas redes han llegado a estar tan interconectadas, e hiperconectadas, y a ser tan interdependientes en su complejidad que, más que nunca, han logrado un parecido con la complejidad del mundo natural y con la manera en que funcionan sus ecosistemas interdependientes. «Si estamos evolucionando para parecernos más a la naturaleza, será mejor que lleguemos a ser muy buenos», observó el físico Amory Lovins. Estoy de acuerdo. De
La inmigración del Mundo del Desorden está acentuando la tensión del resto del continente.