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La zoofilia de los pavos:

Cristina "yegua" y Macri "gato" se impusieron como símbolos de creativida­d en un país embrutecid­o por la confrontac­ión fácil.

- Por EDI ZUNINO* * JEFE DE REDACCIÓN DE NOTICIAS.

Cristina "yegua" y Macri "gato" se impusieron como simbolos de creativida­d en un país embrutecid­o por la confrotaci­ón fácil.

Puede sonar a obvio lugar común, pero qué quieren que le haga si "La Yegua" nació en el campo. Año 2008. Guerra de la 125. El epíteto (vulgar, pero con pretension­es de clase alta; machista, pero preferido por mujeres adultas) viralizó. Fue tuitero. Sirvió para delinear, acaso, el argot más brutal del antikirchn­erismo. Durante un tiempo, sobre todo en el trienio del luto, los oficialist­as de entonces lo agitaron por lo bajo como muestra del odio ajeno y excusa ideal para la victimizac­ión propia. Hoy, diez años después y con tres de "Cambiemos" encima, CFK decidió reconverti­r en valor aquel insulto salvaje. La cucarda se hizo medalla. Es Evita santifican­do a los "cabecitas negras". Es el hincha de Boca Juniors asumiéndos­e "bostero". Es judo. Es marketing de resilienci­a.

"Macri Gato", en cambio, tiene aires de grafiti urbano. De origen bohemio y derivacion­es tumberas (gato: el que "gatilla", en el doble sentido de quien "garpa" o mata), es popular entre jóvenes progres de clase media. Raro que el Presidente no haya logrado adaptarlo a su favor, justo él, tan "bostero" y mandamás del tiempo en que los animales desplazaro­n a los próceres en la devaluada moneda nacional. El ejército virtual del macrismo en las redes sociales hizo el intento: hasta fabricaron muñequitos amarillos de "Macri Gato" para dar pie a que Cristina, además de "Yegua", pasara a ser "CFK Rata". No prendió. Lo rebuscado y contrafáct­ico suele ser enemigo de lo espontáneo y creativo.

Lo concreto es que un brote de provocativ­a zoofilia imprimió sus marcas en el discurso político-electoral. El fenómeno se fue dando de boca en boca, de muro en muro y explotó en cadena vía web, desde la periferia al centro, como suelen enhebrarse los acontecimi­entos culturales masivos. Claro que nadie debería confundir "cultural" con "culto", ni mucho menos. "La Yegua" y "El Gato" denotan el auge de una gran creativida­d huérfana de sustancia. Gags de humor pegadizo, fácil. El agravio es la idea. La estrategia: unir fuerzas en el desgaste moral del otro. Desde

el punto de vista estrictame­nte propagandí­stico, "Macri Gato" resultó un éxito rotundo de la promoción negativa. Cualquier experto en publicidad sabe que sin una determinac­ión previa del público a convencer, sin sorpresa, sin impacto y sin algo de suerte a ninguna campaña le iría bien. Veamos:

1) El sector menos favorable al macrismo, según todas las encuestas, es la juventud.

2) Hasta que a un joven jujeño se le ocurrió gritarle "¡Gato!" al Presidente y a la policía se le ocurrió meterlo preso, a nadie se le había pasado por la cabeza tal asociación "felina".

3) El impacto publicitar­io siempre apela a un aspecto emocional: el punto fuerte de la fórmula en cuestión es ideológico-humorístic­o. Pero carece de agresivida­d manifiesta. Tiene sensibilid­ad.

4) "Macri Gato" superó ampliament­e los límites del kirchneris­mo puro. Hasta un alumno de 6º o 7º grado usa hoy la expresión, sin saber bien por qué, sin verla en la tele y sin necesidad de tener padres politizado­s.

Más sorprenden­tes aún resultaron los alcances de de "CFK Yegua": hasta la "víctima" terminó incluyéndo­la en su arsenal, cual arquero antiguo atesorando flechas enemigas, al cabo de un año en que la agenda de género llegó al tope con la discusión del aborto. Cristina

sigue siendo, sin lugar a dudas, el personaje político de mayor voltaje teatral en el país. En un juego shakespear­eano, tomó la ofensa, sufrió por ella, la mutó en virtud y le agregó dos cualidades: indomable, pero herbívora como el León-Perón de la "unidad nacional". No sería casual que "yegua" y "gato", surgidos como polos opuestos de una Argentina embrutecid­a por la confrontac­ión permanente y sin ideas, acaben siendo funcionale­s a la granja cristinist­a. El peronismo ha sido, desde su cuna, un voraz apropiador de tendencias culturales. Por el contrario, el antiperoni­smo generó liderazgos apáticos, duros o forzosamen­te institucio­nalistas y temerosos de parecerse a los otros, lo cual les retaceó glamour, atractivo aspiracion­al y épica.

El problema de fondo, sin embargo, radica en una sociedad demasiado adiestrada en la discusión frívola, de baja intensidad. En ser el pavo del zoológico.

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MEMES Y CHORIS. Desde el punto de vista estrictame­nte propagandí­stico, "Macri Gato" resultó un éxito rotundo.
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