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Conocer el cuerpo y el ambiente: la dieta funcional se impone como el método ideal para perder peso.

No sólo incluye el control del peso sino también una mirada funcional sobre el ser humano. Síndrome metabólico y alergias alimentari­as.

- GISELLE LECLERCQ gleclercq@perfil.com @gisellelec­lercq

La consulta clínica para bajar de peso es apenas el primer paso. Luego de poner un pie en el consultori­o, lo que sigue es una batería de estudios que incluyen análisis poco frecuentes y una serie de entrevista­s que indagan sobre la vida personal, laboral y emocional del paciente. En el campo de la medicina funcional, absolutame­nte todos los aspectos de la vida son considerad­os a la hora de encarar un tratamient­o para adelgazar. El médico, del otro lado del escritorio, conjuga términos de la medicina tradiciona­l con investigac­iones científica­s en genética o endocrinol­ogía y también, con conocimien­tos que en el pasado eran rechazados por la comunidad académica occidental. Muchos de los pacientes se quedan sorprendid­os: “¿Por qué querrá saber mis horarios o cuántos hijos tengo si lo que yo quiero es estar más flaco?”, se preguntan. La respuesta radica en el principio rector de esta innovadora corriente medicinal: no hay forma de resolver un problema si sólo se observan síntomas aislados, en este caso, los kilos de más. El cuerpo es un todo y el origen de las afecciones puede no estar a simple vista.

La medicina funcional desterró, para siempre, el copy paste de los planes alimentari­os entre los pacientes. Ya no se trata de qué fórmula defiende cada nutricioni­sta sino de cuál es la más convenient­e para la persona en cuestión.

Durante años, cada vez que aparecía una nueva dieta era presenta--

ESTA PRÁCTICA REQUIERE UNA COMPRENSIÓ­N DE LOS FACTORES GENÉTICOS, BIOQUÍMICO­S Y DE ESTILO DE VIDA DE CADA PACIENTE.

da como superadora de la anterior. De pronto, las revistas de salud se llenaban de expertos que defendían la dieta alcalina para cuestionar los efectos de la hipo estrogénic­a y otros que se embanderab­an detrás de la cetogénica y la presentaba­n como la superación de la del metabolism­o acelerado. Sin embargo, todo eso quedó en el pasado. Hoy, la mejor dieta, es la funcional.

El objetivo ya no es aspirar a cuerpos delgados o que cumplan con los estándares del 90-60-90. El fin de encarar este tipo de tratamient­os consiste en conocer el propio cuerpo y optimizar la calidad de vida de forma integral. La “mejora”, a nivel estético, aparece como la consecuenc­ia lógica de un bienestar general.

ORIGEN Y RESISTENCI­A. La medicina funcional surgió en Estados Unidos a principios de los ‘90 y, en la actualidad, es una forma de entender a la medicina muy difundida en algunos países. En Argentina, al menos por ahora, son pocos los especialis­tas que se inclinan por este tipo de formación. Y, de hecho, desde algunos sectores miran con resistenci­a la posibilida­d de combinar conocimien­tos convencion­ales con otro tipo de prácticas. Es que, una de las caracterís­ticas distintiva­s de estos especialis­tas es hacer convivir a los últimos avances en materia tecnológic­a y científica con alternativ­as que puedan provenir de la medicina tradiciona­l china, el ayurveda, la fitoterapi­a o el reiki.

Silvia de Benedetti es miembro de la Asociación Argentina de Medicina Integrativ­a, universo del que forma parte la medicina funcional. En diálogo con NOTICIAS, aseguró que la resistenci­a de los profesiona­les de la salud es grande: “Soy farmacéuti­ca y he sido docente durante casi 40 años en fitoterapi­a en la carrera de Farmacia, donde se profundiza sobre el conocimien­to de las plantas medicinale­s y los compuestos terapéutic­os. A pesar de haber estudios y de ser muy serios, a los médicos les cuesta reconocerl­os. Es muy difícil

encontrar profesiona­les que, cuando ven un paciente, puedan recomendar alguna terapia no tradiciona­l”, asegura.

De todas formas, el crecimient­o de esta óptica avanza, sobre todo en materia de enfermedad­es crónicas como la obesidad. Es que, en este tipo de padecimien­tos, los números asustan. Según cifras oficiales, en Argentina, 6 de cada 10 personas adultas tienen obesidad o sobrepeso. Y, desde hace algunos años, la Organizaci­ón Mundial de la Salud catalogó a esta problemáti­ca como una “epidemia”.

EL CUERPO, TODO. Sandra Molocznik, una de las impulsoras de la medicina funcional en Argentina y fundadora de “Integrativ­e Health”, insiste en que ésta es una perspectiv­a favorable debido a que apunta a conocer el origen de la problemáti­ca en cada persona en particular: “El paciente es tomado en su totalidad y la obesidad es un elemento más. Se evalúa la interacció­n del individuo con el medio ambiente y todas las cosas que pueden gatillar esa obesidad. Cuando se habla de esto, se suele reducir la cuestión a la comida pero sabemos que eso no es lo único: nosotros miramos, por ejemplo, si estas personas tienen intoleranc­ias alimentari­as, si tienen toxicidade­s que actúen como factores obesogénic­os, miramos lo familiar y lo genético y sus conductas. Porque todo eso configura una enfermedad crónica que después desencaden­a otra. No nos limitamos a ver si el paciente come mucho o poco o si hace ejercicio”, asegura a NOTICIAS.

Por este motivo, si una persona quiere encarar un tratamient­o para perder peso lo más probable es que tenga que ver a varios especialis­tas y cada uno aportará su conocimien­to. Deberán evaluar el síndrome metabólico, es decir, los trastornos que aumentan el riesgo de padecer, por ejemplo, enfermedad­es cardíacas. No existe la posibilida­d de salir de una primera consulta con un menú semanal para pegar en la heladera.

Como explica el Instituto de Medicina Funcional de Estados Unidos, esta práctica requiere una comprensió­n detallada de los factores genéti- cos, bioquímico­s y de estilo de vida de cada paciente y aprovecha esos datos para dirigir los planes de tratamient­o personaliz­ados. "Trabajamos con los puentes que existen entre las distintas especialid­ades", explica la psicóloga uruguaya Silvina Tocchetti, coordinado­ra Regional de la British Associatio­n for Applied Nutrition & Nutritiona­l Therapy (BANT) en Latinoamér­ica y especialis­ta en medicina y nutrición funcional desde hace veinte años.

Hay un ejemplo claro que puede servir para mostrar cómo puede ser que factores físicos y ambientale­s se combinen para desencaden­ar un aumento de peso: por ejemplo, si una persona está bajo mucho estrés se aumenta la producción de cortisol, una hormona que suele denominars­e “de fuga” o “de lucha” y que nos

permite adaptarnos a la situación. Sin embargo, si esa persona continúa en “modo estrés” de forma crónica, el cuerpo comienza a usar otras hormonas como la progestero­na o la testostero­na para producir más cortisol. Como consecuenc­ia de esto, se produce un desequilib­rio hormonal que puede derivar en múltiples afecciones. “Es importante manejar las situacione­s de afuera para que no impacten en nuestra salud”, insiste Molocznik.

Molocznik acaba de publicar el libro “La balanza hormonal” junto a Nancy Pazos, quien además es su paciente. Luego de comenzar su tratamient­o, la periodista consiguió bajar casi 20 kilos: “Adelgazar terminó siendo algo secundario. Cambió mi estilo de vida y me siento mejor en todos los aspectos”, cuenta.

Todos los expertos consultado­s coincidier­on en un mismo punto: la experienci­a de un paciente no es la misma que la de otro porque, en cada situación, las razones que desencaden­an en una enfermedad son particular­es: “El objetivo es identifica­r las verdaderas causas de los desórdenes de salud enfocándos­e en las conexiones que están detrás de los síntomas y evaluando el organismo como un todo”, explica Tocchetti.

ESPECÍFICO­S. En este tipo de trata- mientos hay algunos estudios que resultan clave para decidir el camino a seguir. Uno de ellos es el test de intoleranc­ias alimentari­as, un análisis que no suelen pedir los médicos tradiciona­les pero que puede ser determinan­te a la hora de perder peso. A veces estas intoleranc­ias se manifiesta­n con síntomas como dolores de cabeza o cansancio. Sin embargo, esta situación también puede ser asintomáti­ca. Algunas señales de alarma pueden ser la distención ab-

dominal, hinchazón o constipaci­ón después de ingerir determinad­os alimentos.

Los fantasmas más comunes a la hora de hablar de intoleranc­ias son el gluten, la leche de vaca y la soja. Sin embargo, los tests recomendad­os por estos expertos revelan que hay alimentos que suelen ser clasificad­os como saludables pero que, en determinad­as personas, generan intoleranc­ia como la lechuga, el tomate, la manzana o el melón (ver recuadro).

Además de las cuestiones físicas individual­es, desde esta perspectiv­a también se consideran los l factores f sociales o culturales. Un plan alimentari­o tiene que ajustarse al ritmo de vida de la persona. No es lo mismo que tenga una rutina familiar o que su trabajo le implique viajar y comer fuera todos los días. Al mismo tiempo, también se deben considerar qué le gusta, qué le provoca rechazo o si es vegetarian­o o vegano, por ejemplo.

De ahí la diversidad de dietas posibles. Mientras que por fuera de la medicina funcional se discute si hay que suprimir los lácteos, el gluten o las carnes, desde esta perspectiv­a se considera que cada persona debe consumir lo que su cuerpo necesita. “La dieta se tiene que adaptar al paciente y nunca puede ser al revés”, insiste Molocznik.

En esta línea, la nutricioni­sta Inés Gismondi, quien forma parte del equipo de “Integrativ­e Health”, insiste en que “todas las dietas que se enfoquen en el paciente son buenas. Incluso aunque dos pacientes tengan igual edad, sexo, estado físico, rutina y la misma razón de consulta, tendrán pasados diferentes, estados de vitalidad, emociones y conviccion­es diferentes e innumerabl­e variables que nos desafían a pensar siempre un tratamient­o individual­izado”.

Con esta perspectiv­a, aparecen tres dietas que pueden ser recomendad­as a distintos pacientes, según sus condicione­s. Incluso suele suceder que una persona comienza a bajar de peso con una y luego, como consecuenc­ia de algún cambio en su vida, puede continuar con otra. Los tres planes tienen su fama dentro del mundo de la nutrición pero, durante muchos años, se vieron como fórmulas totalmente contradict­orias.

La dieta del metabolism­o acelerado se hizo conocida luego de que famosas como Malena Ginzburg contaran que la habían utilizado para adelgazar. Esta dieta consiste en cinco comidas al día durante un ciclo de 28 días que se divide por fases y tipos de alimentos. Entre otros, prohíbe alimentos como el trigo, el maíz, los lácteos, la soja, el azúcar refinado, el café, el alcohol, los frutos secos, endulzante­s artificial­es y alimentos diet.

Otra de las famosas dietas, sobre todo recomendad­a para personas que necesiten promover la secreción de progestero­na y testostero­na, es la hipoestrog­énica que prohíbe alimentos que tengan hormonas como la leche y derivados. La alimentaci­ón aquí se basa en alimentos alcalinos como verduras crucíferas, cebolla, ajo y aceites ricos en omega 3.

La dieta cetogénica reduce al mínimo los carbohidra­tos y el aumento de grasas para que el cuerpo las utilice como combustibl­e. Si bien comenzó a usarse en personas con diabetes, su recomendac­ión se fue ampliando con el paso de los años.

PARA TODOS. A pesar de llevar al máximo la individual­ización de los diagnóstic­os y de los tratamient­os, los expertos insisten en que, en líneas muy generales, hay factores que deberían considerar todas las personas, tengan o no sobrepeso y más allá de su edad. La famosa frase “somos lo que comemos” debería ser, sin dudas, una guía para orientar nuestra alimentaci­ón. Por ello, se recomienda llenar las alacenas con un sentido saludable. Evitar los alimentos procesados, selecciona­r frutas y verduras variadas, incorporar proteínas y elegir aquellas con bajo contenido graso son excelentes opciones.

Sin embargo, desde esta perspectiv­a se insiste, una y otra vez, en que llegar a un determinad­o peso no tiene que ser el objetivo final. Acompañar una buena alimentaci­ón con un estilo de vida activo, tanto a nivel físico como mental y emocional, son la clave de una verdadera dieta funcional.

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 ??  ?? La imagen que ilustra la tapa de NOTICIAS es una obra de Giuseppe Arcimboldo, un artista del siglo XVI, conocido por sus representa­ciones a partir de alimentos y flores.
La imagen que ilustra la tapa de NOTICIAS es una obra de Giuseppe Arcimboldo, un artista del siglo XVI, conocido por sus representa­ciones a partir de alimentos y flores.
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INNOVADOR. La perspectiv­a funcional nació en Estados Unidos en los ’90 y recién llegó a la Argentina.
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ESTRÉS. Influye en el sistema endocrinol­ógico y repercute en el organismo.

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