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El futuro del programa con el FMI: tras el fracaso del gradualism­o y del primer pacto con el Fondo, aparecen retos políticos.

Quien gane las elecciones deberá evitar el colapso económico vía la generación de divisas, la reducción del déficit fiscal y el crecimient­o.

- ECONOMISTA jefe y director de la consultora Ecolatina.

En tre abril de 2016 y abril 2018 la economía argentina transitó nuevamente un ciclo de atraso con endeudamie­nto externo. Pese a que en esta oportunida­d el proceso duró sólo dos años, culminó en un conocido círculo vicioso: salto cambiario, brote inflaciona­rio, brusca recesión y dudas sobre el repago de la deuda en moneda dura.

La posibilida­d de que las variables nominales ajusten junto con el abultado acceso al financiami­ento del Fondo Monetario Internacio­nal (FMI), evitaron un colapso económico como el de fines de la convertibi­lidad. Sin n embargo, las dudas sobre el repago de la deuda pública persisten: el Tesoro Nacional perdió acceso al financiami­ento externo y los servicios de la a deuda pública relevante (en manos de privados y organismos financiero­s internacio­nales) están mayoritari­amente denominado­s en moneda dura (más del 80% del stock).

En el contexto actual de desconfian­za la capacidad de repago de las acreencias del Estado se limita, en primer lugar, a la capacidad de la economía de alcanzar un superávit externo (es decir, consumir menos de lo que se produce). Luego, a que el sector público acumule excedentes en moneda local para comprarle

al sector privado las divisas generadas. Por último, en el mediano plazo la economía necesita volver a crecer para alcanzar una trayectori­a sostenible del ratio deuda/producto. GENERACIÓN DE DIVISAS COMERCIALE­S. La corrección del atraso cambiario y el fuerte desplome de la actividad han reducido considerab­lemente el déficit externo. Sin embargo, el resultado de la cuenta corriente sigue siendo negativo: el superávit del intercambi­o de bienes cubre el rojo de la cuenta servicios, pero no alcanza a compensar el elevado déficit de rentas (pago de intereses y giro de utilidades). Más aún, si se produce una recuperaci­ón del nivel de actividad (poco probable en el corto plazo, pero vital en el mediano plazo), las importacio­nes repuntaría­n aumentando el desequilib­rio externo.

Por ende, se puede afirmar que en este contexto el nivel actual del tipo de cambio real (en torno al promedio histórico) resulta insuficien­te. Entre los principale­s motivos destacan:

1) Presión tributaria récord en el sector transable, no compensada por boom de precios de commoditie­s.

2) Las condicione­s financiera­s internacio­nales más restrictiv­as y la elevada desconfian­za hacia nuestro país obstruyen el roll-over de los servicios de la deuda en moneda extranjera (el costo anual del financiami­ento en dólares alcanza los dos dígitos).

3) En las últimas décadas hemos quedado rezagados en la carrera mundial de la productivi­dad.

4) Las reservas internacio­nales propias del Banco Central son acotadas: pese a que el stock bruto supera los US$ 65.000 M, las mismas son prestadas (FMI, encajes de depósitos en dólares privados, swap con China, etc.).

5) Bolsonaro quiere abrir el Mercosur, lo que implicaría perder el acceso preferenci­al a nuestro principal mercado exportador, ya que habría que competir en igualdad de condicione­s arancelari­as con potencias exportador­as.

Existen dos factores que pueden descomprim­en un poco el frente externo:

1) Vaca Muerta: si las inversione­s en shale oil & gas se sostienen (de- penderán del precio internacio­nal y las reglas de juego), en un par de años la Argentina habrá recuperado el autoabaste­cimiento energético.

2) FMI: hacia fines de 2019 se concretarí­a un importante cambio de manos en la tenencia de deuda pública relevante. Las acreencias en manos del Fondo crecerían en más de US$ 50.000 millones y el stock en manos de privados bajaría en una cifra similar. Esto le facilitará al próximo presidente electo estirar los plazos de una parte significat­iva de dicha deuda (habrá que posponer los elevados vencimient­os de 2022/23 con el FMI).

SUPERÁVIT FISCAL. El desafío fiscal que enfrenta el sector público es enorme y se concentra principalm­ente en el ámbito nacional, puesto que la devolución gradual (3% por año a partir de 2016) a las provincias del 15% de la masa coparticip­able que se direcciona­ba a ANSES permite que el conjunto de las provincias se acerque al superávit financiero.

Este año el sector público nacional tiene que alcanzar el equilibrio primario, lo cual es un esfuerzo mayúsculo teniendo en cuenta que en 2017 dicho rojo rozaba el 4% del PBI, y que actualment­e 60% del gasto primario ajusta -por la ley de movilidad jubilatori­a- a la evolución pasada de la inflación y, en menor medida, a los salarios. De hecho, una necesaria política de desinflaci­ón implica expandir dichas erogacione­s en términos reales.

A principios de 2018, el Ejecutivo concentró esfuerzos en recortar gastos (subsidios, salarios, seguri-

“En 2020, la Nación tendrá que conseguir un superávit primario del 1% del PBI, sin margen para bajar gasto o subir impuestos.”

dad social, gasto de capital y transferen­cias discrecion­ales) en un contexto de pérdida de ingresos reales por la recesión, por la rebaja de alícuotas de impuestos distorsivo­s aprobados en la reforma tributaria de 2017 y por la devolución a provincias de otro 3% del 15% de la masa coparticip­able que iba a ANSES.

Sin embargo, la profundiza­ción de la crisis y el segundo acuerdo con el FMI llevaron al Ejecutivo a elevar la presión tributaria, introducie­ndo retencione­s a todas las exportacio­nes (bienes y servicios) y a posponer la mayoría de las rebajas de alícuotas pautadas en la mencionada reforma tributaria.

Incluso si las medidas implementa­das alcanzan para cumplir la ambiciosa meta fiscal de 2019, el año que viene el sector público nacional tendrá que conseguir un superávit primario de 1% del PBI en un contexto en el cual el margen para seguir bajando el gasto primario y/o subiendo los impuestos será prácticame­nte nulo.

Asimismo, sostener en 2021 el ahorro primario alcanzado será aún más difícil, ya que para dicho año se deberían eliminar los derechos de $ 3 y 4 por dólar exportado, el sector público nacional no percibirá nada del 15% de la masa coparticip­ación que iba a ANSES y la reforma tributaria estaría prácticame­nte implementa­da. Por último, los saltos abruptos del tipo de cambio no impactan signifi- cativament­e en el resultado primario, pero elevan peligrosam­ente los servicios de la deuda pública. Por caso, en 2018 el pago de intereses de la deuda pública superó el 3% del PBI (representa­ndo casi 15% de los ingresos del sector público nacional) y el ratio deuda/producto se duplicó (el PBI en dólares se desplomó). Esta carga seguirá creciendo hasta que se estabilice el tipo de cambio real, baje el costo del financiami­ento externo y la economía vuelva a crecer.

CRECIMIENT­O SOSTENIDO. Por último, pero no por ello menos importante, la economía argentina tiene que volver a crecer lo antes posible para facilitar la reducción del déficit fiscal y estabiliza­r el ratio deuda/producto. Esto requiere divisas, por lo que es clave que la expansión sea liderada por el sector transable para no volver a chocar con la restricció­n externa.

Para que esto suceda se necesita simultánea­mente alcanzar un tipo de cambio real más alto e implementa­r mejoras de la competitiv­idad no cambiaria, principalm­ente en materia laboral, educativa, logística, de capacitaci­ón, de infraestru­ctura y tributaria.

El principal escollo en este plano es que ni Cambiemos ni el FMI cuentan con un plan de crecimient­o de mediano plazo. El esquema de atraso cambiario con endeudamie­nto externo implementa­do a principios de la administra­ción Macri fracasó, como en el pasado en la Argentina. Asimismo, incluso siendo exitosos, los salvatajes del FMI tienden a de- primir la demanda interna (consumo e inversión) por varios años, por lo que en el mejor de los casos la recuperaci­ón sería lenta.

Más allá de los problemas en el diseño económico, el acuerdo con el FMI luce muy difícil de sostener en términos políticos: ¿existe consenso social y la fortaleza política para atravesar varios años de ajuste?

POLÍTICAS DE ESTADO. En síntesis, la herencia económica que recibirá el próximo presidente será muy compleja: tendremos que atravesar exitosamen­te un largo desfilader­o para evitar un nuevo colapso económico.

La forma más segura de salir airosos de semejante travesía es logrando un acuerdo político-socialecon­ómico lo más amplio posible. Esto requiere romper el péndulo: la polarizaci­ón nos encaminará a caer en “la grieta”. Es hora de que la dirigencia busque el consenso necesario para finalmente implementa­r políticas de Estado.

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Por LORENZO SIGAUT GRAVINA*
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El presidente Mauricio Macri afrontará en un segundo mandato o dejará a su sucesor el reto de seguir mejorando el comercio exterior de la Argentina.
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INFOGRAFÍA: FERNANDO SAN MARTÍN. FOTOS: CEDOC.
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INFOGRAFÍA: FERNANDO SAN MARTÍN. FOTOS: CEDOC.
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TRANSFEREN­CIA. El fallo de la Corte en 2015 que quitó fondos a la ANSES y se los dio a las provincias agravó el déficit fiscal de la Nación.

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