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Desafíos para el próximo presidente: quien gane las elecciones deberá evitar el colapso económico vía la generación de divisas, la reducción del déficit fiscal y el crecimient­o.

Tras el fracaso del gradualism­o y del primer pacto con el Fondo, aparecen retos políticos.

- CONSULTOR económico y financiero.

Por el mismo motivo por el cual fracasó el programa de gradualism­o (inacción, en rigor) que impulsó el Gobierno a fines de 2015 fracasó el programa diseñado en el primer acuerdo con el FMI. Un exceso de optimismo que se tradujo en un problema de inconsiste­ncia de política económica que culminó en una crisis financiera y una recesión cuyo final todavía luce incierto. ¿La historia será diferente con el segundo programa acordado con el FMI?

PASARON COSAS… En la revista NOTICIAS en agosto pasado, poco des- pués de la firma del primer acuerdo con el FMI, escribí que el escenario económico y financiero de corto plazo más probable para la Argentina era el de un equilibrio precario e inestable, muy sensible a cualquier shock externo. La razón era una combinació­n entre la fuerte pérdida de credibilid­ad del Gobierno, la gran vulnerabil­idad doméstica y externa de nuestro país producto de un déficit fiscal y de cuenta corriente de 5% del PBI (heredado y autogenera­do, respectiva­mente) y el optimismo que transpirab­a el primer programa acordado entre el Gobierno y el FMI en junio de 2018. Es que el programa con el FMI preveía el retorno de la Argentina al mercado voluntario de deuda colocando bonos en los mercados de deuda por US$ 38.000 millones en todo 2019, lo que implicaba renovar más de la totalidad de los vencimient­os de capital que operaban (más del 100%).

En tan sólo dos meses después y como consecuenc­ia de un ligero deterioro en las condicione­s de liquidez mundial y de la crisis de Turquía, la Argentina recibió un segundo sudden stop y la crisis local se agravó. El Gobierno tuvo problemas para renovar los vencimient­os de deuda que operaban, incluso las Letes en dólares. El acuerdo con el FMI se fue tornando cada vez más difícil de cumplir y la posibilida­d de que se corte el finan-

“Si la mejora del contexto externo se mantiene, la pregunta es si las condicione­s domésticas permitirán el acceso a los mercados.”

ciamiento provenient­e del Fondo, tal como sucedió en 1989 (híper) y 2001 (default), generó el temor de una reestructu­ración de deuda. Este combo provocó un desplome de la demanda de activos domésticos, que incluyó una espiraliza­ción de la prima de riesgo país y una corrección abrupta del tipo de cambio, todo lo cual generó el temor de que se produjera un escenario de reestructu­ración de

deuda e hiperinfla­ción.

Con el inédito apoyo de Trump, el Gobierno rediseñó y fortaleció el programa con el FMI. El Fondo amplió el monto total del paquete financiero y adelantó el giro de los fondos facilitand­o el pago de los servicios de la deuda pública, reduciendo sustancial­mente el monto de bonos a colocar a lo largo de 2019 a US$17.300 millones, lo que llevaría a renovar el 60% de los pagos de amortizaci­ón de la deuda pública. Esto permitió descomprim­ir el escenario de corto plazo y el Gobierno ganó tiempo para reordenar y estabiliza­r la economía. CONDICIÓN PARA LA SOSTENIBIL­IDAD. Una economía no es sostenible con un gobierno sin acceso al mercado voluntario de deuda. Un gobierno no puede estar cancelando deuda en forma permanente. Ello requiere de un esfuerzo fiscal inédito y políticame­nte inviable. El esfuerzo fiscal debe ser tal de generar un superávit primario que permita generar los recursos suficiente­s para pagar con cash los servicios de capital e intereses de la deuda pública. En la práctica, esto no lo hace ningún país del mundo. Con datos de 2018, para la Argentina implicaría lograr un superávit primario de US$ 75.000 millones o del 15% del PBI. Con un gran esfuerzo fiscal (y algo de “maquillaje contable”), el 2018 estará finalizand­o con un déficit primario de US$13.000 millones o 2,7% del PBI.

Un país normal, “en promedio”, suele cancelar (parte de) los servicios de interés de su deuda y renovar la totalidad de los vencimient­os de capital emitiendo nuevos títulos bajo condicione­s relativame­nte razonables en términos de montos, tasas y plazos. Tratando de que el stock de deuda pública no crezca en forma indefinida en relación al PBI en el tiempo para no perder el acceso al crédito. Ciertament­e, las institucio­nes financiera­s internacio­nales como el FMI, el Banco Mundial y otras pueden cubrir alguna necesidad transitori­a de liquidez y se suelen utilizar las reservas del Banco Central, pero en algún momento estos recursos también se agotan y los gobiernos deben volver a los mercados de deuda.

Con un contexto internacio­nal que se presenta favorable y que ha posibilita­do una mejora sustancial en los precios de los activos financiero­s domésticos y una reducción de la prima de riesgo país, se cumple una condición fundamenta­l para que la Argentina recupere un acceso fluido a los mercados de deuda.

La mejora del contexto externo: esto abre una oportunida­d (aunque todavía muy prematura) para que la economía comience a iniciar un camino de normalizac­ión. Asumiendo que este escenario internacio­nal se mantenga y prolongue en el tiempo, la interrogan­te es si se presentará­n las condicione­s domésticas necesarias para recuperar un acceso fluido a los mercados de deuda. Aquí, presentamo­s dos: las económicas/ financiera­s y las políticas.

CONDICIONE­S ECONÓMICAS. Con un contexto internacio­nal más favorable, la actual dinámica financiera local podría prolongars­e en el corto plazo. En tal caso, al Gobierno se le presentará­n –grosso modo- las siguientes alternativ­as de política económica que convendría explorar para tener una noción de lo que podría ocurrir.

Conforme se mantenga la reciente calma cambiaria y no se produzca

un deterioro del contexto financiero internacio­nal, el escenario más probable de corto plazo es que, a la relación actual de dólar-tasa-riesgo país, el exceso de oferta de dólares reciente siga generando una presión a la baja sobre el tipo de cambio. Con el dólar ingresando en la parte inferior de la zona de intervenci­ón, al Banco Central y al Gobierno se le presentarí­an dos opciones de política monetaria y cambiaria.

A. Priorizar el objetivo desinflaci­onario. Esto implicaría mantener una política monetaria y cambiaria fuertement­e contractiv­a con tasas de interés elevadas, emisión monetaria cero y dejar que el peso se aprecie. A su vez, dado este objetivo de política, una vez que comience a producirse el probable proceso de dolarizaci­ón de portafolio­s asociado al ciclo electoral, el Gobierno debería vender los dólares que recibirá del FMI en el mercado de cambios para evitar una corrección del tipo de cambio y mantener un dólar relativame­nte estable.

B. Priorizar el objetivo de fortalecer la estabilida­d macroeconó­mica y financiera. Esto requeriría de impulsar una política monetaria y cambiaria acomodatic­ia que priorice una política de acumulació­n de reservas y de menor expansión de los pasivos remunerado­s del Banco Central, relegando así el objetivo desinflaci­onario. En la práctica, esto implicaría avanzar en las siguientes direccione­s. Primero, maximizar las compras de divisas del Central una vez que el dólar se ubique por debajo de la zona de no intervenci­ón, emitiendo los pesos que sean requeridos. Segundo, permitir que el aumento de la demanda de pesos absorba la expansión monetaria generada por las compras de dólares. Tercero, tratar de maximizar los excedentes financiero­s para 2020, maximizand­o la renovación de deuda en el mercado local y minimizand­o la venta de los dólares. Aun convalidan­do gran parte de la presión cambiaria derivada del probable proceso de dolarizaci­ón de portafolio­s asociado al proceso electoral.

CONDICIONE­S POLÍTICAS. La posibilida­d de acceder al mercado de deuda y colocar un bono con un plazo mayor a diciembre 2019 también dependerá de que exista una mínima previsibil­idad de cobro futuro en el escenario poselector­al. Del lado de la oposición, en tanto no existan definicion­es precisas de los diferentes candidatos con chances presidenci­ables y abunden propuestas de referentes económicos que incluyan una reestructu­ración de deuda todo se hará más complejo. Más aún, en un contexto en el cual continúan aumentando los servicios de interés de deuda, existen temores de un incremento de la presión tributaria en el impuesto a la renta financiera y no se presentan señales de recuperaci­ón económica que sean percibidas por el votante. Esto reducirá la posibilida­d de que aumente la demanda de activos domésticos –bonos públicos- y que disminuya la prima de riesgo país.

Del lado del oficialism­o, este escenario de incertidum­bre se agrava porque en la actualidad el Gobierno continúa estimuland­o los beneficios de jugar con la grieta. La polarizaci­ón con CFK le permite postergar un proceso de renovación en el peronismo que pudiera generar un potencial candidato presidenci­al con chances ciertas. Pero esto también tiene sus costos. Una CFK competitiv­a aumenta el temor respecto de la posibilida­d de un retorno del populismo, el cual podría venir acompañado de un proyecto que podría incluir un debilitami­ento de los derechos de propiedad y una reestructu­ración de la deuda pública, entre otras cosas, todo lo cual claramente no impactará favorablem­ente sobre el valor de los activos domésticos.

CONCLUSION­ES. En definitiva, con la reciente mejora del contexto internacio­nal comienzan a presentars­e las primeras condicione­s favorables (aunque todavía prematuras e incipiente­s) para iniciar un camino de recuperaci­ón que claramente no será fácil ni inmediato.

La decisión del Banco Central de reducir a cero su posición vendida a futuro y las recientes compras de reservas contribuye­n a pavimentar lo que podría ser el inicio de un lento retorno del Gobierno al mercado de deuda. Sin embargo, hoy el principal problema sigue siendo político. En tanto no exista un consenso político razonable sobre el rumbo económico y no existan definicion­es precisas de parte de la clase dirigente sobre temas fundamenta­les todo se tornará más difícil. De hecho, hoy todavía no puede descartars­e que la política prime y comience a desandar los avances que pueda haber del lado económico.

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Por HERNÁN HIRSCH *
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RESPONSABL­ES La directora gerenta del FMI, Christine Lagarde, y el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, han tomado las riendas de la economía argentina. Atrás quedaron Luis Caputo, ex ministro de Finanzas y ex presidente del Banco Central, y la dupla de Lucas Llach y Federico Sturzenegg­er, anteriores vicepresid­ente y jefe de la autoridad monetaria, respectiva­mente.
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FOTOS: CEDOC. CAMBIO. El peso fue la moneda emergente que más se devaluó frente al dólar en 2018 (50%), seguida por la lira turca (28%).
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DESAFIADOS. El presidente del Banco Central, Guido Sandleris, por el dólar. El secretario de Finanzas, Santiago Bausili, por los mercados de deuda.
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