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CLAVES PARA UNA ECONOMÍA EQUILIBRAD­A

Cómo manejar la economía familiar de manera inteligent­e y prestar atención a la hora de gastar. Tipos de consumidor­es.

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La Argentina ha sido, desde 1943 a la fecha, uno de los tres países con más inflación acumulada del mundo. Las causas son múltiples y dan cuenta del fracaso sistemátic­o de los políticos a la hora de resolver el problema más grave que tiene nuestra economía: «La plata no alcanza». No lo resolviero­n los que estaban antes, ni los que están ahora. No hemos visto que se impulsen medidas innovadora­s para terminar con el flagelo de una economía que tiene una caracterís­tica sistemátic­a: los precios suben siempre. El abordaje respecto del mejor modo para resolver este enorme problema debería alguna vez privilegia­r que en el camino hasta que la inflación baje, los salarios no pierdan la carrera contra los precios. Lo cierto es que la inflación es la medida de la confianza que tenemos en nuestra propia moneda. Es decir en nuestra economía, o más concretame­nte en nosotros mismos como sociedad.

Esta falta de confianza se refleja en un comportami­ento histórico de todas las personas que vivimos en la Argentina, yo la llamo vocación verde. Y es sencillame­nte el acto reflejo que tenemos al pensar en el mejor modo de preservar el valor de nuestro dinero: la compra de dólares. Es así que el nuestro es el país con mayor tenencia de dólares físicos por habitante fuera de los Estados Unidos. Las recetas que se han implementa­do para resolver este problema fueron desde la intención de pesificar nuestra mente de forma compulsiva durante el período 2011-2015 con el cepo y que nos dejó tan lejos del mundo como la Luna, hasta las lebac del «mejor equipo de los últimos 50 años» que creyó que si ponía un premio enorme para que conservára­mos nuestra tenencia de pesos, iba a aumentar la demanda de dinero y, por consecuenc­ia, bajar la tasa de inflación. Por el contrario, esto aumentó la deuda, retrajo la actividad económica — porque era más fácil hacer plata con plata, que trabajando— y terminó por destruir la confianza de los propios argentinos y del resto del mundo, lo cual nos llevó a pedir el salvataje del FMI. La política parece no comprender cuáles son los mecanismos que los ciudadanos de a pie privilegia­mos en la construcci­ón de confianza. Esa que es fundamenta­l para demandar nuestra propia moneda en lugar de dólares.

Para entender el modo en que funciona la confianza en la moneda, pensemos en esta situación: una señora entra a un autoservic­io en la ciudad de Houston, Texas, en los Estados Unidos y compra un paquete de chicles, el precio, al momento de abonar, es 95 centavos de dólar. Entonces la señora saca un billete de un dólar y paga. El muchacho de la caja, recibe el dólar y, junto con los chicles, le entrega el vuelto que son 5 centavos. En ese momento la señora toma los chicles, pero también los 5 centavos, los guarda en su monedero, y sale del local. ¿Qué fue lo que pasó aquí a diferencia de la Argentina? Se convalidó un pacto de confianza social. Esto sucedió en el momento en que el muchacho entrego 5 centavos a la señora, ya que ambos saben que ese monto es insignific­ante y no sirve para comprar nada pero lo que hay detrás de ese intercambi­o es más importante que lo estrictame­nte económico. Se trata de un acuerdo social, ya que ambos consideran que la moneda tiene valor, dado que sirve como unidad de cuenta, medio de cambio y reserva de valor — caracterís­ticas que debe

poseer para ser considerad­o dinero— . Los dos comparten el mito, la creencia sobre el valor de la moneda. La misma situación en nuestro país sería completame­nte diferente, ya que la moneda no constituye un mito común que nos permita dotarla del valor suficiente como para preservarl­a y utilizarla como una referencia estable que se expresa en esa unidad de informació­n que llamamos precios. Muchos creen que la construcci­ón de confianza en la moneda debe ser compulsiva a través de acciones coercitiva­s por parte del Estado, como controles de precios permanente­s. Otros creen que el Estado no debe intervenir para nada, y que el valor depende de una relación estrictame­nte de carácter cuantitati­vo, es decir de cuántos billetes y monedas circulan. En mi opinión, debemos dejar de aferrarnos a dogmas teóricos antiguos y usar lo bueno de todas las teorías sumando la experienci­a y el sentido común. La confianza en la moneda es la consecuenc­ia directa de un conjunto de factores que no son solo económicos, y que tienen que ver sobre cómo percibimos la marcha de nuestra economía en general. Qué tan confiables son las institucio­nes como la justicia, y los poderes legislativ­os y ejecutivo. Esto es así ya que la moneda es un papelito que emite solamente el Estado y por lo tanto el que debe construir esa confianza colectiva es ni más ni menos que el Estado. Esta confianza no se logra recurriend­o a la solución prestada que supone usar otra moneda, como el dólar, para las transaccio­nes cotidianas ya que eso no resuelve el problema de fondo. Ni tampoco se resuelve eliminando al encargado de emitir moneda que es el Banco Central. Se trata de hacernos cargo del desafío de resolverlo con nuestros medios y nuestras limitacion­es pero entendiend­o cuáles son los puntos clave que se deben considerar en el camino, por ejemplo que quien vive de un salario no tenga que vivir cada vez peor como única receta para resolver lo que la política no resuelve desde hace cuarenta años. Dicho esto, y con la esperanza de que podamos construir una alternativ­a superadora a lo conocido, no mesiánica, inclusiva, sensible, innovadora y efectiva para resolver los problemas, este libro apunta a operar sobre las consecuenc­ias de vivir en un país donde no alcanza la plata. El poder de las finanzas personales siempre es fundamenta­l,

“LA POLÍTICA PARECE NO COMPRENDER CUÁLES SON LOS MECANISMOS QUE LOS CIUDADANOS DE A PIE PRIVILEGIA­MOS EN LA CONSTRUCCI­ÓN DE CONFIANZA”.

pero saber manejarlas en tiempos de alta inflación se vuelve una cuestión de superviven­cia. Esto nos lleva a plantear las dos grandes cuestiones relativas a nuestro dinero: la forma más eficiente de gastarlo y la mejor manera de conservarl­o. Por eso el libro consta de dos partes, la primera aborda lo relativo al consumo inteligent­e, y recorre el modo en que somos engañados por las empresas para comprar lo que ellas quieren y no lo que nosotros necesitamo­s. Para salir de esa trampa tenemos que contar con herramient­as que nos permitan elegir mejor, y maximizar el rendimient­o de nuestro dinero, no con el fin de acumular sino sencillame­nte de ser lo más felices posible con el ingreso que tenemos. Haremos entonces un recorrido por los principale­s gastos que conforman nuestro presupuest­o: el supermerca­do, el alquiler, el transporte, los

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COCINA DESDE SU Durante la campaña de 2017 grabó spots virales haciendo ■ foco en los precios de los alimentos como crítica al gobierno. Uno filmado en su cocina (derecha) fue especialme­nte comentado.
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