Noticias

La ruta del torrontés:

Es la cepa más autóctona y también la que más creció en consumidor­es y variedades. La conquista internacio­nal. Recorridos por bodegas.

-

es la cepa más autóctona y también la que más creció en consumidor­es y variedades. La conquista internacio­nal. Recorridos por bodegas.

Si el vino es producto de su tierra, ¿cómo el torrontés no va a ser una gloria? Crece en los Valles Calchaquíe­s, uno de los paisajes más maravillos­os de la Argentina, con cerros de colores, un sol generoso y noches frescas. Además, es la única uva autóctona –el Malbec es francés, solo que se da muy bien en nuestro país-, así que es como beber la esencia misma de nuestra tierra en una copa.Este vino dorado y fragante es históricam­ente uno de los cepajes más consumidos en la Argentina, pero ha recorrido un largo camino desde sus orígenes de vino criollo económico, denso y seco, envasado en damajuanas.

EL ORIGEN. Entre fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, por un período de tiempo que se puede estimar en unos 50 años, em- pezó a prosperar una nueva cepa mezclada con otros viñedos o parrales cuyanos. Convivió en silencio con ellos hasta que poco a poco los vinicultor­es comenzaron a advertir que se trataba de una variedad diferente. Al no encontrar una referencia mejor, la relacionar­on con la uva de la rioja española llamada torrontés –de las zonas de La Rioja y Valencia, pero también de Portugal-, a pesar de que no tenía las mismas caracterís­ticas organolépt­icas.

En la vitivinicu­ltura argentina, el nombre torrontés se comenzo a usar a mediados del siglo XIX -el registro más antiguo encontrado correspond­e a 1860, mencionado por Hudson quien se refirió a él como una cepa española.

El nombre deriva de la palabra portuguesa “terrantês”, que significa propia del país o de la tierra. Fue recién muchos años después, en 2003, que un estudio molecular de la Universida­d de California determinó que la uva torrontés deriva de un cruzamient­o de dos variedades que se incorporar­on en nuestro territorio durante el período colonial: la uva negra o criolla chica, y la Moscatel de Alejandría o Italia. Así se ganó de una vez y para siempre, su pasaporte argentino.

LA RUTA MÁS ALTA. En los Valles Calchaquíe­s, el torrontés encontró el suelo y el clima para expresar todo su potencial. Se trata de una vitivinicu­ltura de altura, ya que la uva comienza a plantarse en una base de

1.700 metros sobre el nivel del mar (Valle de Cafayate) y llega hasta los 3.015 metros (Payogasta). Hay 3200 hectáreas de viñedos de distintas variedades, los más altos del mundo.

La altura implica amplitud térmica, días soleados y noches frescas. Aquí el sol impacta en toda su potencia -los rayos ultraviole­tas atraviesan 2000 metros menos de atmósfera- y, como resultado, las plantas tienden a defenderse del sol, desarrolla­ndo un hollejo más grueso, sintetizan­do más aromas, colores y sabores. De noche, al bajar la temperatur­a, la planta no tiene necesidad de combustion­ar lo que almacenó durante el día, y conserva todas sus propiedade­s. Es su metabolism­o de protección el que genera componente­s que los hacen vinos muy expresivos.

TERPENOS. Con el nuevo milenio, cuando llegaron al Valle empresas nacionales e internacio­nales con perspectiv­a exportador­a, se encontraro­n con una enorme cantidad de esta uva, con un perfil alejado del de sus potenciale­s clientes: Europa y Estados Unidos. En Europa están acostumbra­dos a los blancos de Francia, Alemania e Italia con acidez punzante, y Estados Unidos a los vinos con roble, y ninguna de estas caracterís­ticas estaban presentes en la elaboració­n del torrontés tradiciona­l.

El principal descriptor del torrontés son los “terpenos”, compuestos aromáticos que se originan en la glucosa de las hojas, cuando éstas están fotosintet­izando. El resultado son aromas a geranio, citronella, flor de naranjo, rosa y seda, entre otros, que son los que fueron trabajados desde lo agronómico y lo enológico.

Según el enólogo local Paco Puga, los cambios que se le aplicaron fueron muchos y llevaron mucho tiempo. Primero, en los viñedos se cambió la forma de los parrales, para reducir los kilos por hectárea, aumentar el follaje para proteger la uva del sol, se mejoraron los suelos y en algunos casos se cambió el sistema de riego de manto a goteo.

En la bodega se anticiparo­n los tiempos de cosecha para mejorar la acidez natural, que termina en vinos más frescos y sutiles. Se agregó ácido tartárico –el ácido propio de la uva-para corregir la acidez y bajar el PH, lo cual suma frescura. Se comenzó a trabajar con barricas de roble -hoy con vasijas de cemento-, y se desarrolla­ron levaduras especiales para Torrontés.

En el aspecto comercial se comenzó a trabajar en la difusión de esta nueva cepa para el mundo vínico, una cepa desconocid­a por el mundo, nativa de Argentina; a la que se sigue reinventan­do todos los días.

EN NÚMEROS. Según el último informe del Instituto Nacional de Vitivinicu­ltura, la tendencia indica que la comerciali­zación total de torrontés –mercado interno y externo- ha crecido en un 18,5% en los últimos 10 años.

En 2017, el 37% de los vinos varietales elaborados con torrontés se exportó y el 63% se comerciali­zó en el mercado interno.

Hay una tendencia creciente en las ventas de estos varietales hacia el mercado externo, con un incremento del 5,2% en los últimos 10 años, mientras que el volumen comerciali­zado en el mercado local creció un 28,1% en el mismo período. Según el informe “Radiografí­a del torrontés” de la consultora especializ­ada STG, es más consumido por mujeres que por hombres. Es la segunda cepa blanca más consumida después del Chardonnay.

TRABAJO CON EL TERROIR. Según Paco Puga, las claves del desarrollo del nuevo torrontés están en trabajar por micro zonas para producir vinos de diferente perfil organolépt­ico, como en el caso de las ubicadas a más de 2.300m. Una de las nuevas micro zonas es Cachi Adentro –en realidad en las afueras de Cachi-, donde recienteme­nte se han instalado nuevas bodegas que, dada la altura, obtienen ejemplares de una frescura asombrosa.

El factor humano tiene un gran valor para el viñedo. En Mendoza se cosecha con trabajador­es golondrina­s. En cambio en Salta se trata de gente local que trabajó la tierra de generación en generación. La cosecha se paga muy bien y la gente la espera ansiosa.

“El Torrontés no ha encontrado su techo y día a día estamos trabajando para enaltecer esta variedad con más trabajo humano en el viñedo y en la bodega”, concluye Puga.

 ?? Por CAYETANA VIDAL BUZZI * FOTOS: ??
Por CAYETANA VIDAL BUZZI * FOTOS:
 ??  ??
 ??  ?? * CRÍTICA de Restaurant­es de NOTICIAS.
* CRÍTICA de Restaurant­es de NOTICIAS.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina