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Raúl Conti: vivió en Nueva York, es gran referente del arte latinoamer­icano y creó el logo de las Madres de Plaza de Mayo. Mercado y hogar artista.

Vivió en Nueva York, es gran referente del arte latinoamer­icano y creó el logo de las Madres de Plaza de Mayo. Mercado y hogar artista.

- VICKY GUAZZONE DI PASSALACQU­A @misskarma

Es un lujo escuchar hablar a Raúl Conti. A una vida plena de anécdotas y hazañas le suma una forma de narrar de lo más literaria, haciendo que cueste poco imaginarse esos paisajes de su infancia en Morteros, sus años como testigo privilegia­do del Grupo Litoral en Rosario o los de su juventud en la pintoresca Itatí. Mientras relata su historia con generosida­d, distintas esculturas y cuadros en los ambientes de su casa dan cuenta de sus muy diversas etapas e intereses. Tal cual su hoja de ruta.

Hay un muy largo camino recorrido desde el chiquito que copiaba a puro autodidact­ismo las ilustracio­nes de tapa de la revista Para Ti hasta el artista que posee obra en coleccione­s en Suecia, España, Nueva York y Washington. En el medio, lo que se teje es una historia con tanto azar como talento. Azar que lo hizo conocer a Juan Grela y el Grupo Litoral con apenas 13 años, o que le trocó la pérdida de una obra por charlas a sala llena que le dieron sus primeros contactos en Estados Unidos; talento que logró sustentar esa suerte con obras cautivador­as, que le fueron abriendo puertas, una tras otra.

“Cuando llegué a Itatí, lo primero que hice fue ir al río, y me encontré con un aguatero, lavanderas, lanchas llenas de naranja y mandioca… Era época de cosecha, así que armé un caballete y me puse en la arrocera a pintar”, ilustra, y la imagen de ese joven de 17 años puede verse nítida. También la del capataz que, cazadora de cuero, casco y pipa en mano se paró detrás del lienzo a ver qué hacía ese recién llegado. Lo que siguió fue la propuesta de vivir con sueldo de peón en el molino arrocero, pintando por encargo y también por placer. Aunque a los meses llegaría algo más importante aún: el casamiento con la secretaria de la empresa, Edith. “Ella era poeta. Nos casamos cuando tenía 17 y yo 18. Y con el tiempo tuvimos cinco hijos, cuatro varones y una mujer”, relata emocionado, apenas en los albores de su historia de vida.

NOTICIAS: ¿Diría que a lo largo de su carrera cambió mucho su estilo?

Raúl Conti: Sí, pero hay una continuida­d, sea en el tema o en el color. Poco a poco fui haciendo estas formas geométrica­s que tienen que ver con lo precolombi­no. Y cuando me empezaron a marcar eso, decidí hacer un viaje, pero sin saber bien hasta dónde llegar, porque me iba con US$200. Finalmente llegué hasta México. En Perú hice una exposición: había llevado unos 15 cuadros, y un galerista con el que me había contactado me propuso quedarme y pintar más. La primera noche de la exposición vendimos 12. Así que le mandé dinero a mi esposa y seguí viaje. Mi propósito era estudiar y conocer ese mundo, así que iba a los museos y a las ruinas.

NOTICIAS: ¿Hay un antes y un después de esos viajes en su arte?

Conti: Fui confirmand­o lo que venía leyendo y pensando. Había leído sobre la cultura diaguita, y se me confirmó mucho. Antes de viajar, varios me decían que tenía que ir a Europa, pero primero quería conocer mi continente. Fue una experienci­a increíble, porque en la escuela primaria la cultura latinoamer­icana se ve poco. Y cuando tenés delante un ánfora y ves que está cocida y esmaltada, y te ponés a pensar el conocimien­to que tiene que haber tenido el que lo hizo hace tantos años para llegar a eso… Emociona.

NOTICIAS: ¿Siente que el arte latinoamer­icano hoy tiene un lugar ganado?

Conti: Sí. En tiempos de la revolución mexicana tuvo también identidad, pero fue más bien política y social, porque Siqueiros, Orozco, Tamayo y Rivera enfocaron el arte intentando reflotar el sentimient­o indoameric­ano. Después vino una etapa espe-

cial, porque Siqueiros vino hasta acá e influyó en Berni, pero esa influencia fue más en lo temático y no tanto en la estructura. Los mexicanos se ocupaban del tema local, pero su figura era más bien europea. Cuando llegué a Estados Unidos en 1977, el arte latinoamer­icano no llegaba, apenas un poco de Tamayo. Pero a los pocos años de estar en Nueva York, el museo de Queens abrió por primera vez en su historia una sala para artistas latinoamer­icanos, donde invitaron a 14 de distintos países.

NOTICIAS: ¿Pudo exponer? Conti: Llevaba una escultura, pero cuando llegó el camión con las obras, la mía se había perdido. La directora del museo terminó ofreciéndo­me dar unas charlas y pagarme por ellas, para compensar la pérdida. Al final ese error me sirvió mucho, porque después de esa charla me invitaron a una galería y empezaron a abrirse las puertas. En ese tiempo Nueva York era la caldera donde se cocinaba todo, y el SoHo era la vanguardia. En Manhattan había 600 galerías de arte, y al menos 100.000 artistas de todo el planeta.

NOTICIAS: ¿Por qué decidió irse a Nueva York?

Conti: Por varios factores. Acá empezaba la guerrilla, los tiempos de la obra colectiva Tucumán Arde. Y en ese contexto había hecho una serie de cuadros con soplete. Eran figuras esquemátic­as y se veían como explosione­s, representa­ndo a la juventud que cree que una revolución es una cosa romántica, y después las flores se le transforma­n en metrallas. Iba a exponerlos y no sé qué galerista comentó de estos cuadros con alguien, ese alguien con otro, y el comentario llegó al ministro del Interior. Vino a casa y le mostré lo que estaba haciendo. Le expliqué mi idea, y cuando terminó de ver todo me dijo que desaconsej­aba hacer la muestra porque me iba a traer problemas. En paralelo, con mi mujer habíamos viajado finalmente a Europa, y al regreso pude pasar por Nueva York y Washington. Cuando vi el clima artístico, supe que tenía que ir a probar suerte ahí.

NOTICIAS: Estando allá hizo el logo de Abuelas de Plaza de Mayo. ¿Cómo fue ese proceso?

Conti: Allá era parte de algo llamado “El grupo de los jueves”, conformado por artistas como Norman Briski, Nacha Guevara y otros. Nos reuníamos en la casa de una argentina que tenía un loft, y desde ahí ayudábamos a los que escapaban

Varios me decían que tenía que ir a Europa, pero primero quería conocer mi continente. Fue una experienci­a increíble, porque en la escuela primaria se ve poco Latinoamér­ica.

Se vende muy poco. Yo me salvo, porque tengo mi mercadito de muchos años. Pero está difícil, las exposicion­es llevan personas el día de la inauguraci­ón, después no pasa nadie. FOTOS: MARCELO ESCAYOLA

de acá. Cuando llegaba uno lo recibíamos, le conseguíam­os trabajo y lo ayudábamos a instalarse. Incluso había un psicólogo para ayudarlos a recuperars­e. Esa era nuestra misión, aunque un día me llamó desde Argentina mi hijo Carlos para decirme que acá se decía que el grupo era un campo de entrenamie­nto revolucion­ario. Después vino la guerra de Malvinas, y se formó otro grupo de ayuda. En ese tiempo hacía rato que las Madres estaban dando vueltas por la Plaza de Mayo, y me llegó la propuesta de hacer un afiche para la Semana Internacio­nal del Desapareci­do. Hice tres, y uno se aprobó. Se hizo de modo anónimo, porque sabíamos que en nuestras reuniones siempre había un espía… A los años volví a Buenos Aires, fui a la institució­n de las Madres, y les llevé un afiche firmado. Me dijeron que siempre habían creído que se había hecho en Suiza.

NOTICIAS: ¿Cómo ve el trabajo de las Madres hoy?

Conti: El que hice es un trabajo que me sigue dando orgullo, pero tengo dos visiones. Me sentí pegado a las Madres de Plaza de Mayo porque para mí hacían algo importante. Pero después vi que ciertos grupos se desviaron del hecho fundamenta­l de buscar a los hijos y a los desapareci­dos. Cambió el foco y se hizo política. Pero hubo muchas Madres que supieron procesar el dolor y salir adelante, sin agarrar como pretexto la muerte de un hijo o un hermano para avalar cualquier cosa. El dibujo marca esa época. Después, no tengo control sobre cómo transcurri­eron los hechos. NOTICIAS: Esa obra debe haber sido emotiva. ¿Tiene obras de las que sepa que no va a poder desprender­se nunca, porque tiene un vínculo muy fuerte?

Conti: No me desprender­ía de ninguna… Pero es la manera de vivir. Cuando era chico pensaba “si pudiera pintar y vivir de lo que hago, sería el hombre más feliz del mundo”. Y me costó 20 años poder hacerlo.

NOTICIAS: ¿Le cuesta ponerle precio a sus obras?

Conti: No, ya no. Además, el mercado te pone el precio. Hay que arrancar con poco y después te vas haciendo. Cuando me fui de acá en el ’77, era uno de los pintores que más vendía. Había una galería en Acassuso en la que llevaba cuadros los sábados por la mañana, y el lunes la secretaria llamaba para decir que se ha-

bían vendido todos durante el fin de semana. NOTICIAS: ¿Y cómo está el mercado hoy?

Conti: Se vende muy poco. Yo me salvo, primero porque tengo mi mercadito mediano de muchos años. Luego porque mi hijo me hace de marchand y vamos llevándolo. Pero está difícil, las exposicion­es llevan personas el día de la inauguraci­ón, después no pasa nadie.

NOTICIAS: ¿Sigue trabajando? ¿Cómo son sus días?

Conti: Ahora paré porque vinieron a hacerme la nota (ríe). Si no, estaría pintando. Me levanto a las 6 de la mañana y me pongo a trabajar. No puedo parar. Empiezo con una serie y se me presentan un montón de escenas posibles. Ahora estoy con el tema del río y la pesca. Antes hice una de cartoneros, otra de naranjas… Todavía hay mucho por hacer.

NOTICIAS: Con su mujer criaron una familia de artistas… ¿Cómo lo vive?

Conti: El más chico de los varones es escultor y pintor y vive en México, otro es escultor y vive acá en Buenos Aires, otro es mi marchand, mi única hija estudió en Julliard y es pianista. Tengo fotos de mis hijos posando uno para otro, se criaron con los pinceles.

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AUTODIDACT­A. De niño copiaba las ilustracio­nes de tapa de la revista Para Ti. Hoy tiene obra en las grandes capitales del arte.
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 ??  ?? EQUILIBRAD­O. Reivindica orgulloso su trabajo para Madres de Plaza de Mayo, aunque no comparte su politizaci­ón partidaria.
EQUILIBRAD­O. Reivindica orgulloso su trabajo para Madres de Plaza de Mayo, aunque no comparte su politizaci­ón partidaria.

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