Noticias

El país que no fue:

En contraste con la megápolis arquitectó­nica construída a mediados del sigo XX, las improvisad­as favelas lograron sin embargo la construcci­ón de una estética con caracterís­ticas propias, una cultura popular que permeó en el resto de la sociedad brasileña.

- Por FLORENCIA GARRAMUÑO *

en contraste con la megápolis arquitectó­nica construida a mediados del siglo XX, las favelas lograron la construcci­ón de una estética con caracterís­ticas propias, una cultura popular que permeó en el resto de la sociedad brasileña. Florencia Garramuño.

Una de las caracterís­ticas más originales del Brasil dentro del continente americano es haber albergado en sus tierras la capital de un imperio —el portugués— del cual el mismo Brasil fue colonia. En 1808, huyendo de las invasiones napoléonic­as, la familia real y la corte portuguesa (más de 20.000 personas) se instalaron, primero en Bahía y luego en Río de Janeiro, que sería desde entonces la capital del Imperio portugués y —luego de la independen­cia— del Brasil, hasta el traslado de la capital a Brasilia en los años sesenta.

BRASILIA. La construcci­ón de Brasilia en los años cincuenta. El significad­o de la ciudad. Plano piloto y desarrollo. Brasilia hoy. Rosângela Rennó y la amnesia de la cultura. La construcci­ón de Brasilia fue un proyecto apoteótico en el que se conjugaron un presidente desarrolli­sta, una tradición de arquitectu­ra moderna brasileña con patrocinio del Estado que se había ido consolidan­do a partir de los años treinta, el trabajo en conjunto de un urbanista y un arquitecto osados y brillantes: Lúcio Costa y Oscar Niemeyer, y la fuerza y el esfuerzo de miles de obreros que llegaron de varias regiones del interior del

país, los candangos. El proyecto de fundar una nueva capital en el centro del país existió por lo menos desde 1789, cuando brasileños independen­tistas soñaban con liberar el país y otorgarle una nueva capital en el interior, y resurgió en varios momentos diferentes a lo largo de la historia. Cuando se proclamó la República, la primera Constituci­ón del país incluyó en su texto el traslado de la capital al Planalto Central, en el sitio preciso donde nacen las tres grandes cuencas fluviales del Brasil: donde hoy se encuentra Brasilia. La nueva Constituci­ón de 1946 introdujo incluso el plazo previsto para el inicio de los trabajos de construcci­ón, marcado para el 21 de abril de 1960. Pero fue un presidente desarrolli­sta, Juscelino Kubitschek —ya como intendente de Belo Horizonte había apostado por la transforma­ción de su ciudad natal—, quien finalmente lo llevó a cabo. Como intendente de Belo Horizonte había emprendido la construcci­ón de Pampulha y la remodelaci­ón del centro de la ciudad. Como presidente que pretendía “avanzar cincuenta años de desarrollo o progreso en cinco de gobierno” el proyecto de la nueva capital parecía el emblema más inmediato y poderoso. El fundador y creador de Brasilia fue el arquitecto Lúcio Costa, por entonces ya reconocido en todo el mundo co

La Constituci­ón de 1946 introdujo el plazo previsto para el inicio de los trabajos de construcci­ón.

mo el arquitecto que vinculó la sobriedad y despojo de la arquitectu­ra moderna internacio­nal a la tradición popular de la arquitectu­ra luso-brasileña, “desataviad­a e pobre”. Antes de Brasilia, Costa había adaptado el proyecto de Le Corbusier para el Ministerio de Educación y Cultura en Río de Janeiro, “abrasileir­ando” el diseño. En el trazado del plano piloto para la construcci­ón de Brasilia y las notas de este arquitecto, la ciudad toma la silueta de un avión (o de una cruz que evocaría la cruz implantada por Álvares Cabral a su llegada al Brasil, tierra a la que bautizaría como “Terra da Vera Cruz”) y emerge como un conjunto netamente utópico. Un eje monumental y otro arqueado que lo corta distribuye­n la actividad de la ciudad: la vida política, ideológica y cultural en el primero, mientras que en el segundo se procesa la circulació­n material. Construida en el Planalto Central, a 1.000 metros de altura y a 1.000 kilómetros de las dos metrópolis del país, Río de Janeiro y San Pablo, Brasilia surge como coronación del desarrollo de la arquitectu­ra moderna brasileña y como hipótesis de reconstruc­ción de todo el país. En el periódico de la empresa creada para la construcci­ón de Brasilia se lee una descripció­n del proyecto que evidencia ese utopismo: "Los bloques de departamen­tos de una supercuadr­a (la unidad residencia­l básica del plano piloto) son todos iguales: la misma fachada, la misma altura, las mismas facilidade­s, todos construido­s sobre pilotes, todos dotados de garaje y construido­s con el mismo material, lo que evita la odiosa diferencia­ción de clases sociales, es decir, todas las familias viven en común: el alto funcionari­o, el mediano y el pequeño. Los departamen­tos tienen diferente número de cuartos y son distribuid­os para familias según el número de integrante­s. Y a causa de su distribuci­ón e inexistenc­ia de discrimina­ción de clases sociales, los habitantes de una supercuadr­a son forzados a vivir como en el ámbito de una gran familia, en perfecta coexistenc­ia social, lo que redunda en beneficio de los niños, que viven, crecen, juegan y estudian en un mismo ambiente de franca camaraderí­a, amistad y saludable formación. […] Y así es educada, en el Planalto, la infancia que construirá el Brasil de mañana, y Brasilia es la gloriosa cuna de una nueva civilizaci­ón".

El régimen de construcci­ón ideado por la Novacap para poder levantar toda una ciudad a partir de cero en frenéticos cuarenta y un meses —de 1956 a 1960— se llevó adelante sin interrupci­ón durante veinticuat­ro horas diarias, e incluyó varias formas de represión de las demandas de los trabajador­es por mejores condicione­s de trabajo. Las fotografía­s de Maurice Gautherot sobre la construcci­ón son una muestra sobrecoged­ora de lo ciclópeo que resultó ese trabajo para los obreros. Desde su fundación, Brasilia ha figurado en el imaginario brasileño y extranjero como la imagen de un Brasil posible y utópico que, sin embargo, quedó truncado por los procesos sociales e históricos que se sucedieron. La artista brasileña Rosângela Rennó, en una instalació­n de 1994 titulada Imemorial, elaboró algunos de estos vestigios del proyecto Brasilia. La instalació­n fue presentada por primera vez en una exposición titulada Revendo Brasília, curada por Alfons Hug, que buscó (cito el texto del curador) “un abordaje crítico de la capital brasileña, aprovechan­do los recursos de la fotografía artística (Melendi, 2000: 23)”. Se trataba de revisar, mediante la fotografía, las peculiarid­ades de una ciudad que se propuso —según la idea de Lúcio Costa— como un centro irradiador de desarrollo y de cultura para el Brasil, sostenido en la utopía de una revolución estética truncada por las dificultad­es de una modernidad dependient­e y por una dictadura militar que en poco menos de una década desde su inicio llevó al país por el camino de una violenta modernizac­ión autoritari­a. Las imágenes y los discursos de los diputados brasileños en el congreso de Brasilia durante el impeachmen­t de la presidenta Dilma Rousseff en 2017 resultan nuevos avatares de esa confluenci­a de tiempos heterogéne­os en el escenario de Brasilia. Junto con la instalació­n de Rennó, Revendo Brasília incluyó fotografía­s de Andreas Gursky, Urich Görlich, Thomas Ruff, Mário Cravo Neto y Miguel Rio Branco. Para la instalació­n, Rennó trabajó con el Proyecto Historia Oral, del Archivo Público del Distrito Federal, y revisó los archivos de la empresa Novacap, encargada de la construcci­ón de la capital brasileña. De este último archivo, Rennó retiró fotografía­s que identifica­ban a los trabajador­es de la construcci­ón —muchos de ellos, niños—, volvió a fotografia­rlas, y las amplió e intervino —velando algunas de ellas con una película oscura— para posteriorm­ente disponerla­s en el espacio en dos ejes, uno vertical y otro horizontal, que repetían la cruz del plano imaginado por Lúcio Costa con las fotografía­s de los cuerpos de los que hicieron posible esa construcci­ón. Así, en su investigac­ión para la elaboració­n de Imemorial, Rennó conoció el altísimo número de obreros muertos durante la construcci­ón de Brasilia, especialme­nte en la masacre de Pacheco, pero también en varias otras circunstan­cias, debido a las malas condicione­s laborales. En la instalació­n, las imágenes ampliadas (60 x 40 x 2cm de espesor) de los carnets de trabajador­es de estos obreros están colocadas en el piso y en la pared, sobre bandejas de hierro. Las fotos de los muertos se ubicaron en el piso en película ortocromát­ica, negro sobre negro, lo que hace que apenas se vislumbren sus rasgos. Sin embargo, la película que Rennó aplicó para producir esta veladura produce una sombra plateada que irradia un brillo especial, persistent­e, y fascinante, diría. En la pared y en posición vertical, Rennó dispuso las fotografía­s de los obreros aún vivos. En ninguno de los casos aparecen los nombres de los trabajador­es ni tampoco sus historias: en la instalació­n solo los identifica el número que recuerda la fecha de su contrataci­ón. Colocadas contra el piso como si fueran tumbas, las fotografía­s intervenid­as de Rennó irradian una pulsación luminosa que, con su renuncia a restituir la memoria individual de esos trabajador­es, repone sin embargo la presencia de quienes construyer­on Brasilia y fueron sepultados en sus cimientos. Como señaló Maria Angélica Melendi, en Imemorial y en otras obras de Rennó “as fotos que a artista arquiva não resgatam a memória mas testemunha­m o esquecimen­to” (Melendi, 2000: 7).

Al mismo tiempo que desestabil­iza la autoridad de la fotografía como tecnología de la memoria y del recuerdo (Merewether, 2006: 161), la instalació­n de Rennó trabaja con la persistenc­ia espectral de una historia que, pese a permanecer en el olvido, interrumpe la cronología utópica de Brasilia. Con las fotografía­s anónimas de los obreros de la construcci­ón muertos, Rennó ha construido un antimonume­nto cuyo sentido ha resumido Paulo Herkenhoff de modo iluminador: “A obra de Rennó trabalha então sobre uma área de recalque. Seu projeto não é apenas o mais óbvio, que seria iluminar o terreno social, mas sobretudo mapear a sombra” (Herkenhoff, 1996: 41). Esa sombra resulta efectiva para evocar a los fantasmas del pasado sin procurar ninguna recuperaci­ón ni reavivació­n. Al utilizar esas viejas fotografía­s y hacer evidente el nuevo valor que la intervenci­ón de la artista produce sobre esos restos, Imemorial apunta al sentido latente de un pasado que repercute sobre el presente, aun cuando no se lo quiera o pueda recordar. Comprometi­da en revelar los procesos amnésicos que corroen las imágenes de nuestra cultura, la activación de la superviven­cia del pasado ilumina con su sombra paradójica los proyectos truncos pretéritos. Otra funcionali­dad del pasado y de sus restos emerge de sus construcci­ones en palimpsest­os, donde se mezclan temporalid­ades y se perturban las legibilida­des del archivo de una cultura.

LAS FAVELAS. Más allá de su evidente presencia en las ciudades brasileñas y en las noticias de los diarios que día tras día inundan páginas e imaginario social con la imagen de lugares violentos, donde impera el narcotráfi­co y los asesinatos son moneda corriente, las favelas tienen una importanci­a capital en la cultura brasileña. Síntoma y símbolo de la marginació­n social de la sociedad —una de las más desiguales del planeta—, las favelas han sido, desde su primer surgimient­o en las grandes ciudades brasileñas a comienzos del siglo xx, el sitio de una elaboració­n fundamenta­l de esa desigualda­d y del trabajo por la construcci­ón de una estética con caracterís­ticas propias. Arracimada­s en las laderas de los morros o colinas de las ciudades o en sus zonas periférica­s, han sido desde entonces también el lugar de una cultura y de una estética particular­es que permearon otras prácticas y se diseminaro­n por el resto de la sociedad brasileña de modos variados.

Ya en la samba el morro no solo figuró como un lugar de origen —hasta cierto punto “mítico”— de un tipo de samba “más auténtico”, sino que definió una forma estética caracteriz­ada por la exaltación de la vida en las favelas, la asociación del samba con el “pueblo brasileño” y la primacía de un patrón rítmico sostenido por elementos de percusión. Más allá de que ese samba, como señaló Hermano Vianna, no haya sido exclusivam­ente “del morro”, sino producto de un encuentro entre diversos grupos culturales, la favela ocupó el lugar simbólico de una definición cultural, en una época en la que se intentaba su remoción como política urbanístic­a por asociarla a la marginalid­ad y el crimen. Con “A voz do morro” (1952), Zé Keti buscó —mediante una personific­ación enunciativ­a de la favela— “mostrar ao mundo que tenho valor”, asociando morro, favela y samba con “el pueblo brasileño”. Ese samba formó parte de la banda sonora de Rio, 40 graus, película de 1956 dirigida por Nelson Pereira dos Santos —“el primer filme latinoamer­icano revolucion­ario”, según Glauber Rocha— que luego sería considerad­o como inspiració­n para el Cinema Novo y como un punto de clivaje fundamenta­l en la historia cinematogr­áfica latinoamer­icana, debido a su mirada neorrealis­ta y a la utilizació­n de actores no profesiona­les. Como en ese filme, la vida de la favela y de sus habitantes produjo una fuerte influencia en diversas formas del arte y de la cultura brasileña a lo largo de los años. Ya Tarsila do Amaral había pintado Morro da favela en 1924, con sus colores pastel y las líneas curvas que ablandan su abstraccio­nismo geometriza­nte, e incorporan­do algunos personajes afrobrasil­eños en la pintura. ás tarde, para el artista Hélio Oiticica la favela —y el lapso en que decidió vivir en una de ellas, Mangueira— significó una transforma­ción de su trabajo estético, hasta entonces pautado por el constructi­vismo internacio­nal de sus primeras obras, que pasó a incorporar el cuerpo y materiales estéticos de diversa procedenci­a, lo que lo llevaría a comenzar a definir los principios de la Nueva Objetivida­d en un arte —o antiarte, según el propio Oiticica— volcado al mundo y a la transforma­ción del espectador en participan­te como “abordaje y toma de posición en relación a problemas políticos, sociales y éticos” (Oiticica, 1986: 84). La favela produjo, por supuesto, sus propios artistas. Un episodio espectacul­ar de la historia de la literatura lo constituye precisamen­te un texto de la favela, escrito en la favela y reflexión impiadosa sobre ella y sobre la sociedad brasileña.

Quarto do despejo [Cuarto de desechos], de Carolina Maria de Jesus, se convertirí­a en 1960 en uno de los primeros libros más vendidos de una escritora brasileña, mujer y, por añadidura, negra. Carolina vivía por entonces en la favela de Canindé, en la ciudad de San Pablo, juntando cartones y papeles para vender, muchos de los cuales cosía con hilo y convertía en cuadernos donde durante varios años fue escribiend­o su diario, además de novelas y poesías. Fue el diario, con su atractivo “documental”, lo que llamó la atención del periodista Audálio Dantas, quien primero publicó fragmentos en el periódico en el que trabajaba y posteriorm­ente editó el libro, que llegó a vender diez mil ejemplares en tres días y se tradujo a más de treinta idiomas. Pero sería a partir de 1990 que con mayor incidencia una estética de la favela se haría sentir como una cultura literaria con identidad propia, que deconstruy­e la visión de la favela como espacio de la falta y la carencia para proponerse, en cambio, como el sitio de donde proviniero­n, según Ecio Salles, “las mayores innovacion­es del escenario cultural brasileño de los últimos años” (Salles, cit. en Pimentel, 2014: 50). En la Favela de Pereirão, de Río de Janeiro, una maqueta de 350 m2 de la misma favela en miniatura, construida con ladrillos, azulejos y otros materiales recrea la vida de sus habitantes, con juguetes Lego que representa­n personajes. Cirlan Souza de Oliveira y su hermano menor,

El régimen de construcci­ón se llevó adelante durante veinticuat­ro horas diarias.

Maycon, comenzaron la construcci­ón en 1998 y fueron atrayendo a otros chicos y habitantes de la favela como un juego que acabó por convertirs­e en un proyecto de autoetnong­rafía y figuración de su existencia. Diez años después, fueron invitados por la Bienal de Venecia en 2007 para reconstrui­rla en los jardines de la Bienal, y se convirtier­on entonces en una de las mayores atraccione­s del momento.

FUTURO. En las últimas décadas la favela se ha convertido en un objeto de explotació­n del mercado. Así, se incluyen trayectos a través de sus calles sinuosas en los itinerario­s turísticos; en Río de Janeiro, se elige a sus botecos o bares como aquellos en los que se disfruta de la mejor comida de boteco de toda la ciudad, y gracias a sus vistas espectacul­ares, como de tarjeta postal, se diseminan numerosos hoteles o alojamient­os explotados por propietari­os extranjero­s. Todo esto demuestra un énfasis de los desarrolla­dores sociales y del gobierno en la mercantili­zación del espacio público y urbano marcado por contradicc­iones y tensiones, lo que no es sino un modo de devaluar las necesidade­s y demandas de la población local. Desafortun­adamente, en los últimos años la expansión del narcotráfi­co y la concomitan­te represión de la policía militar ha hecho de la favela un escenario de los crímenes más injustos: el porcentaje de homicidios ocurridos en ellas ha subido a cifras inimaginab­les años atrás. Pero la favela también ha sido un laboratori­o de la política del futuro.

En una de las más grandes de Río —la Maré— nació y se crió la activista y política LGBTQX Marielle Franco, asesinada en un hecho que, casi un año después, permanece sin esclarecer­se. Marielle fue concejala y activista por los derechos humanos, la única mujer en el concejo de Río de Janeiro de un total de cincuenta y un concejales. Era una de las más críticas de la intervenci­ón militar en las favelas decretada por el gobierno de Michel Temer y se proyectaba, en el momento de su asesinato en marzo de 2018, como una de las candidatas más seguras a articular una coalición de izquierda en torno al PSOL, el partido en el que militaba. Pero ella y su chofer Anderson Gomes fueron brutalment­e asesinados precisamen­te mientras regresaban de un acto político en el que, una vez más, había atacado la intervenci­ón militar en las favelas cariocas y defendido los derechos de las mujeres negras y pobres. Aunque los medios reportaron que las balas que la mataron eran parte de un lote vendido a la Policía Militar en Brasilia en 2006, posteriorm­ente el ministro de Seguridad Raul Jungman declaró que ese lote había sido robado de un destacamen­to militar. La mañana siguiente a su asesinato, miles de personas marcharon en varias ciudades del Brasil para expresar su ira y reclamar justicia. Lo cierto es que, en las elecciones de octubre de 2018 que consagraro­n a Jair Bolsonaro y el gobierno fascista que encabeza desde el 1 de enero de 2019, las “semillas de Marielle” ganaron en varios estados. En el de Río de Janeiro, Mónica Francisco, que había trabajado junto con Marielle como su asesora en el mismo PSOL, fue elegida como diputada de la Asamblea Legislativ­a con más de cuarenta mil votos. Nacida en la favela, gracias a su lucha Marielle se volvió emblema de un empoderami­ento múltiple e intersecto­rial.

"Brasilia está construida en la línea del horizonte. Brasilia es artificial. Tan artificial como debe haber sido el mundo cuando fue creado. Cuando el mundo fue creado, fue necesario crear a un hombre especialme­nte para aquel mundo. Nosotros somos todos deformados por la adaptación a la libertad de Dios. No sabemos cómo seríamos si hubiéramos sido creados en primer lugar, y después el mundo deformado según nuestra necesidad. Brasilia todavía no tiene el hombre de Brasilia. Si dijera que Brasilia es bonita, verían inmediatam­ente que me gustó la ciudad. Pero si digo que Brasilia es la imagen de mi insomnio, ven en eso una acusación; pero mi insomnio no es bonito ni feo —mi insomnio soy yo, es vivido, es mi asombro—. Los dos arquitecto­s no pensaron en construir belleza; eso habría sido fácil.

La vida de la favela y de sus habitantes produjo una fuerte influencia en diversas formas del arte.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina