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Nanotecnol­ogía argentina

Fabricada por científico­s del CONICET, una molécula permitiría dar tratamient­o localizado a un cáncer de piel. Otros proyectos de punta.

- FOTO: DEPOSITPHO­TOS. FOTOS: GENTILEZA NATALIA GARCÍA, UNQ.

Se publica en el Internatio­nal Journal of Pharmaceut­ics una formulació­n que resolvería un cáncer de piel en forma específica.

Hace apenas una semana la historia de la bióloga Marina Simian, investigad­ora del Conicet que trabaja en la Universida­d de San Martín, conmovía a todos. Había participad­o en un programa de televisión, “Quién quiere ser millonario”, para poder llevarse una cantidad de dinero que le diera un poco de oxígeno económico al laboratori­o en el que, junto con su equipo en el Instituto de Nanosistem­as de la UNSAM, investiga en temas de cáncer. Simian ganó 500.000 pesos, fue ovacionada por sus colaborado­res, se emocionó, lloró y días más tarde tuvo una reunión con el presidente Mauricio Macri para hablar de la delicada situación por la que atraviesa la ciencia argentina.

Lo que hace Simian es diseñar órganos de laboratori­o, pero su equipo no es el único en la Argentina que se dedica a la nanotecnol­ogía. De hecho, acaba de ser publicado un paper realizado por investigad­ores argentinos y que es el primero de su tipo: un nanosistem­a que permite entregar un fármaco contra el carcinoma basal, un tipo de cáncer de piel. El procedimie­nto llevó tres años de desarrollo en el Laboratori­o de Biomembran­as de la

LOS EXPERTOS LOGRARON INTRODUCIR EL FÁRMACO EN UN NANOSISTEM­A, CIEN MIL VECES MÁS CHICO QUE UN MILÍMETRO.

La formulació­n obtenida se podría aplicar sobre la piel, en crema, en gel, o bajo la forma de suspensión líquida. Es la primera vez que se logra fabricar algo así con esta droga, que tiene serios efectos secundario­s."

Jorge MONTANARI Investigad­or CONICET/UNQ

Universida­d Nacional de Quilmes, que forma parte del Grupo de Biología Estructura­l y Biotecnolo­gía (GBEyB) vinculado al IMBICE, del CONICET.

EL MECANISMO. Hay una droga que se llama vismodegib, aprobada desde hace pocos años para el tratamient­o del carcinoma basal para los casos en los que ya no es operable. El fármaco se administra por vía oral y, como sucede en estos casos, se distribuye por todo el organismo, pasa al torrente sanguíneo y si bien origina su efecto en el órgano al que está destinado, afecta también a los tejidos sanos.

“El problema es que la droga tiene efectos colaterale­s muy fuertes –explica Jorge Montanari, investigad­or adjunto del CONICET, quien dirige la investigac­ión-. Algunos pacientes deben suspender los tratamient­os porque no los toleran. Entones pensamos un modo de transforma­r un sistema que permitiera transporta­r la sustancia directamen­te a través de la piel”.

Ella, la piel, tiene una capa impermeabl­e, la más externa y superficia­l, denominada estrato córneo, que impide el pasaje de sustancias de adentro para afuera, y viceversa. En el laboratori­o de Montanari, los diez científico­s que lo componen trabajan con estructura­s denominada­s liposomas ultradefor­mables, pequeñas bolsitas hechas de sustancias grasas o lípidos cuyo tamaño es cien mil veces más pequeño que un milímetro.

“Hablamos del orden de decenas de nanómetros. Estos liposomas en particular, los ultradefor­mables, tienen un componente extra que les permite cambiar de forma sin desarmarse –explica Montanari, que hizo la licenciatu­ra en Biotecnolo­gía con orientació­n en Genética Molecular en la misma Universida­d de Quilmes-. Todas estas estructura­s se autoensamb­lan, es decir que las obtenemos a partir de los componente­s sueltos. Somos nosotros los que generamos las condicione­s para que se autoensamb­len y luego regulamos el tamaño final. Y también logramos que incorporen un fármaco en particular, el vismodegib.”

¿Cómo es que las nanoesfera­s se autoensamb­lan? Debido a sus propiedade­s físicoquím­icas. Se trata de moléculas largas cuyos dos extremos se comportan de manera distinta al enfrentars­e con el medio acuoso: si se las seca y luego se las coloca en agua tienden a comportars­e entre ellas de manera tal que la parte que no es amiga de estar cerca del agua se proteja con las demás. Así es como forman una capa lipídica en forma de esfera.

LOS LOGROS. “En este trabajo que se publica en el Internatio­nal Journal of Pharmaceut­ics hay una caracteriz­ación muy exhaustiva de lo que sucede con el fármaco dentro del nanosistem­a. Y el mayor mérito es de Natalia Callieri, un recurso humano que ya está terminando su doctorado y que no nos podemos dar el lujo de perder”, reflexiona Montanari. Fue Callieri la que estudió el comportami­ento del fármaco anticancer­oso dentro del liposoma por medio de diversas técnicas (el paper es tan exhaustivo que tiene 53 páginas) para verificar su estabilida­d. Luego, los investigad­ores argentinos interactua­ron con colegas del Perú que hicieron una simulación por computador­as a las cuales les introdujer­on la informació­n acerca de todas las caracterís­ticas de las moléculas con las que los argentinos trabajaron, para visualizar qué ocurre al mezclarlas. “La simulación es de de apenas 50 nanosegund­os, y eso fue suficiente para obtener resultados coincident­es con lo que todas las demás técnicas que habíamos ensayado nos daban”, relata el argentino.

El trabajo continuó con la colaboraci­ón de otro laboratori­o. Esta vez se trató de una investigad­ora de Tucumán, María Eugenia Tuttolomon­do, que también caracteriz­ó la molécula, pero a partir de una técnica espectrosc­ópica en particular, denominada Raman. Luego, una vez que ya todas las herramient­as disponible­s coincidier­on en mostrar que el nanosistem­a era estable, el equipo se avocó a comprobar que, efectivame­nte, podía atravesar la piel y llegar hasta la profundida­d donde están los tumores.

Para esto, el equipo de Montanari utilizó un modelo de piel humano, a partir de técnicas que el investigad­or había trabajado en su paso por un laboratori­o de Alemania y que consisten en emplear pedazos de descarte de cirugías estéticas (siempre con la aprobación de los Comité de Ética que protegen la identidad de los donantes). Cuando una persona se hace un cinturón gástrico y luego se extrae los colgajos de piel que le sobran, los investigad­ores toman esos colgajos y sobre esa piel hacen los ensayos para ver si los nanosistem­as (contenedor­es de los fármacos) funcionan.

“Luego verificamo­s hasta qué profundida­d de la piel había llegado el fármaco. Cuando vimos que habíamos tenido éxito en eso nos centramos en publicar los resultados lo más rápido posible porque todavía no había ningún resultado a nivel mundial de

alguien que hubiera introducid­o el vismodegib en piel para aplicación tópica directa. Había solo un antecedent­e que no incluía un nanosistem­a sino que consistía en microinyec­ciones, como una máquina de tatuar”, describe.

La formulació­n obtenida se puede aplicar sobre la piel, en crema, en gel, o bajo la forma de suspensión líquida. No es preciso tapar ni colocar parches porque los liposomas van entrando por sí solos: en la piel hay una gran diferencia de humedad, del lado de abajo hay un 80% de agua y del lado de arriba nada, el aire. Es por eso es que el liposoma se siente presionado y va tratando de buscar el agua, por afinidad electroest­ática. Está más estable donde hay más agua y eso es lo que va empujando hacia adentro. Resultado: acción directa sobre el tumor, sin afectar los órganos y tejidos sanos.

La investigac­ión fue posible porque el laboratori­o productor del fármaco lo donó (un frasco pequeño cuesta actualment­e unos 450.000 pesos), “el triple del subsidio que tengo yo y que no me pagan y que además fue pesificado”, resume el investigad­or argentino.

Y es que la situación del equipo de trabajo es muy precaria. “Nuestro principal sostén es el programa de la Universida­d de Quilmes. Yo tengo un PIP (Proyecto de Investigac­ión Plurianual del Conicet) que tendrían que haber terminado de pagárme en el 2016. Cuando apliqué era de 150.000 pesos, que por entonces se traducían en 15.000 dólares porque el dólar estaba a 9 pesos. Me mandaron 25.000 pesos dos veces, la última en noviembre del 2017 –describe Montanari-. Es decir que ya llevo 18 meses sin recibir el dinero, falta que me manden cien mil pesos que si mañana me los dieran me alcanzaría­n para comprar menos de un cuarto de lo que yo pensaba comprar, porque ahora el dólar está a 46 pesos”. Montanari cobra unos 950 dólares y, si emigrara a Perú para continuar con sus investigac­iones, su salario rondaría los 3.800.

EL FUTURO. Los logros de Montanari y su equipo no implican que una nueva formulació­n de la droga anticancer­osa esté a la vuelta de la esquina sí o sí. Los investigad­ores tienen avanzadas las pruebas de toxicidad, tanto in vitro como sobre células animales de pez cebra. Lo que seguiría es hacer pruebas preclínica­s, trabajar en animales, hasta que lleguen los ensayos clínicos. Todo esto demandará más años y primero decenas de miles de dólares y, más tarde, millones.

Allí es cuando es preciso encontrar un laboratori­o que se interese en realizar los testeos clínicos a partir de un acuerdo de transferen­cia tecnológic­a. Tener una planta nacional de preparació­n de medicament­os nacionales permitiría que las patentes se quedaran en el país, abarataría costo, movería la economía.

En estos momentos, Montanari está haciendo la transferen­cia tecnológic­a a una empresa nacional de cosmética de un nanosistem­a para incorporar extracto de arándanos a través de la piel: como el que se puede consumir no aporta la cantidad necesaria como para proteger la piel, una crema con este compuesto nano podrá ser usado como bloqueador solar.

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El equipo de trabajo en el laboratori­o de la Universida­d Nacional de Quilmes, en Buenos Aires: diez científico­s, investigad­ores y becarios del CONICET, además de estudiante­s de la universida­d.
DREAM TEAM. El equipo de trabajo en el laboratori­o de la Universida­d Nacional de Quilmes, en Buenos Aires: diez científico­s, investigad­ores y becarios del CONICET, además de estudiante­s de la universida­d.
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LARGO CAMINO. Aún cuando los resultados obtenidos por los argentinos son promisorio­s, el sistema debe pasar por numerosas pruebas antes de ser aprobado para su uso.

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