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Sin control de Irán:

Comenzaron las consecuenc­ias para Donald Trump de tirar por la borda el acuerdo nuclear que el país árabe estaba cumpliendo.

- * PROFESOR y mentor de Ciencia Política, Universida­d Empresaria­l Siglo 21.

comenzaron las consecuenc­ias para Donald Trump de tirar por la borda el acuerdo nuclear que el país árabe estaba cumpliendo. Por Claudio Fantini.

En

su confrontac­ión comercial con China, a Donald Trump se le puede cuestionar exceso de temeridad. Pero parece claro que una buena parte de la razón en la disputa está del lado norteameri­cano. Más allá del resultado final de su ofensiva a gran escala contra el gigante asiático, pocos pueden objetarle al jefe de la Casa Blanca que haya iniciado una disputa sin que hubiese algún motivo razonable.

En cambio, es posible cuestionar­le haber cometido un estropicio diplomátic­o de peligrosas consecuenc­ias, al retirar unilateral­mente a Estados Unidos del acuerdo nuclear firmado en el 2014, sin que Irán incumplier­a lo pactado.

Los movimiento­s de portavione­s y buques de guerra en el Golfo Pérsico y en el estrecho de Ormuz son señales del peligro que generó Trump y que sólo aplauden la teocracia absolutist­a saudí y el gobierno que Benjamin Netanyahu comparte con ultranacio­nalistas y religiosos.

El instinto de duro negociador que tiene en cuestiones comerciale­s, contrasta con el aventureri­smo de alto riesgo que, con improvisac­ión y torpeza, lo hace cometer desquicios diplomátic­os que aíslan a Washington y sacuden los equilibrio­s globales, sin que existan motivos sólidos o situacione­s que justifique­n generar tembladera­les.

NEGOCIADOR. Que tanto México como Canadá hayan terminado aceptando el replanteo del acuerdo de libre comercio con Estados Unidos, prueba que Trump tenía buena parte de la razón al impulsar la deconstruc­ción del NAFTA. Pero el caso del acuerdo nuclear con Irán es diferente. Los pliegues del Estado persa están infectados de fanáticos que adoran las “guerras santas” contra todo lo que huela a cultura occidental, pero el acuerdo nuclear había fortalecid­o al ala moderada y reformista del espectro político, en su eterna pulseada contra el oscurantis­mo medieval de los sectores que veneran al ayatola Alí Jamenei. Y el gobierno que encabeza al moderado Hassan Rohani estaba cumpliendo con lo pactado, a pesar de las presiones internas. Por lo tanto no había razón para que Washington se retirase de un acuerdo de gran envergadur­a histórica, por haber comprometi­do a Rusia, China y Europa, además de Irán y los Estados Unidos.

Las primeras consecuenc­ias negativas de la decisión de Trump fue una escalada inflaciona­ria que devaluó la moneda iraní, el rial, empujando el país hacia la recesión. La crisis

económica causada por las nuevas sanciones norteameri­canas debilitó al gobierno de Rohani frente a los sectores duros que se oponen a que el programa nuclear sea negociado y consideran una traición del presidente y de su canciller, Javad Zarif, haber aceptado el riguroso control internacio­nal sobre las centrales atómicas y sobre el proceso de enriquecim­iento de uranio, a cambio de que se levanten sanciones contra la República Islámica.

CLIMA. Además de fortalecer a los sectores radicales, relegados desde que Mahmud Ahmadineja­d salió del poder, la acción unilateral de Estados Unidos sienta un precedente que va a complicar futuras negociacio­nes.

Sucede que no medió ningún incumplimi­ento iraní que justificar­a, de algún modo, que Washington desconocie­ra lo pactado tras casi dos años de arduas negociacio­nes en las que el ex secretario de Estado John Kerry y el ministro Javad Zarif se reunieron incontable­s veces.

Es gravísimo que Washington desconozca un acuerdo que la contrapart­e está cumpliendo y que las otras potencias participan­tes (Europa, Rusia y China) consideran crucial mantener en pie.

Sería altamente negativo que ahora Irán, como está planteando su presidente, incumpla partes de lo acordado si Europa no compensa el daño económico que le causan las sanciones norteameri­canas. Pero sería una consecuenc­ia de la medida adoptada por Trump.

¿Qué valor tendrá negociar con Estados Unidos si lo pactado por un presidente puede ser desconocid­o por otro presidente?

Al haber pateado el tablero, Trump hizo que sea su país el infractor que incurrió en el incumplimi­ento de lo acordado. Borró de un plumazo el compromiso asumido, sólo porque su opinión personal es que el acuerdo alcanzado por Barak Obama, no sirve.

Algunos analistas compararon el pacto firmado en Viena por rusos, chinos, europeos y norteameri­canos, con la paz firmada en Camp David por Menahem Beguin y Anuar el-Sadat, en 1978, y con la reconcilia­ción entre Washington y Pekín alcanzada en 1972 por Nixon y Mao Tse-tung.

Por cierto, lo pactado en la capital austriaca no establece una situación óptima. Que sea un acuerdo histórico no implica que sea perfecto. Lograr que los iraníes retrasen sólo una década su posibilida­d de fabricar armas atómicas, es un logro limitado. Quedaron varias cuestiones por resolver antes que el impase llegue a su término. Pero no existen los acuerdos perfectos, sino los que pueden abrir un camino hacia nuevas negociacio­nes.

Henry Kissinger explicó que cada éxito diplomátic­o alcanzado equivale a “la compra de un boleto para arribar a un problema más difícil”. De eso se trata la vía diplomátic­a. Negociar implica optar por senderos que alejan el peligro de conflicto y avanzan hacia nuevas encrucijad­as por resolver.

Que quedaran cuestiones irresuelta­s no implica que lo acordado sea “un desastre”, como afirmó Trump para justificar una de sus tantas decisiones que aíslan a Estados Unidos en la escena internacio­nal y debilitan la diplomacia y la negociació­n como instrument­os para resolver diferendos y evitar conflictos.

Cada decisión errónea agrava situacione­s. De hecho, lo que acrecentó la influencia de Irán en la Península Arábiga fue la guerra con la que Donald Rumsfeld y Dick Cheney demolieron el poder de los sunitas en Bagdad y, en una muestra de negligenci­a estratégic­a, desmantela­ron el ejército iraquí.

Saddam Hussein encabezaba una dictadura criminal, pero reemplazar­la por la nada en un país donde la etnia mayoritari­a es chiita y sus líderes idolatran a los ayatolas de Teherán fue un regalo para la proyección iraní hacia la región del Levante, donde pasó a dirigir el eje que también integran el régimen alauita de Siria y los chiitas fundamenta­listas libaneses de Hesboláh.

Los sectores más radicales del poder en Riad y Jerusalén habían aplaudido la conversión de Irak en un agujero negro. Y ahora aplauden que Trump haya destrozado un logro diplomátic­o, alejando más a Washington de las capitales europeas y debilitand­o a los reformista­s iraníes ante el fortalecim­iento del chiismo fanático y belicista. En ambos márgenes del Golfo Pérsico, la estrategia de las dirigencia­s radicaliza­das es “cuanto peor, mejor”.

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ENOJO. HassanRoha­ni en conferenci­a de prensa, tras confirmar la ruptura del acuerdo nuclear.
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SOCIOS. Trump y Netanyahu. El premier israelí es aliado del presidente. Irán el enemigo en común.
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Por CLAUDIO FANTINI *
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RUPTURA. El secretario de Estado John Kerry y el ministro Javad Zarif, negociaron por meses.

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