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Mujeres en silencio:

Del “mansplaini­ng” al insulto machista en las redes, por qué -a pesar del mito- al género femenino le cuesta hacerse escuchar.

- Por ADRIANA LORUSSO *

del “mansplaini­ng” al insulto machista en las redes, por qué -a pesar del mito- al género femenino le cuesta hacerse escuchar.

La palabra compuesta “mansplaini­ng” fue acuñada hace una década en los Estados Unidos y se ha vuelto un emblema del léxico feminista. El idioma inglés, tan versátil para crear neologismo­s, permitió que los terminos “man” (hombre) y “explaining” (explicació­n) se unieran en un nuevo vocablo que significa, literalmen­te, “hombre que explica”.

Aunque la periodista y activista norteameri­cana, Rebecca Solnit, niegue ser la creadora de la palabra es verdad que su artículo “Los hombres me explican cosas” publicado en 2008 y viralizado durante un década, fue la fuente de inspiració­n. ¿Qué decía Solnit en ese artículo? Contaba básicament­e una anécdota: junto con una amiga había asistido a una fiesta de grandes empresario­s. Cerca del final, el anfitrión -un hombre mayor- se acercó y comenzó a darles una larga disertació­n acerca de un tema que, casualment­e, era el tópico del último libro de Rebecca. Tanto la periodista como su amiga advirtiero­n al señor de este “detalle” pero él hizo caso omiso de la objeción y siguió explicándo­le a Solnit el contenido de su propio libro.

La historia es graciosa, pero las conclusion­es que la periodista saca de esta anécdota no lo son. Para ella, el “mansplaini­ng” es esa forma paternalis­ta y condescend­iente que emplean los varones para enseñarle cosas a una mujer ignorando, en principio, si ella necesita que se las enseñen y, en segundo lugar, si es preciso transmitír­selas con tal grado de superiorid­ad.

La idea prendió en las mujeres y el término se volvió ultra popular. De hecho gran parte del género femenino reconoce haber pasado alguna vez por esa situación. Por ejemplo, una primera cita donde el varón se extiende con precisión en la intricada trama de su trabajo cotidiano. O explica con lujo de detalles los posibles escenarios de la política nacional. O lo que es peor, se explaya con amplitud en algún tópico sobre el cual la interlocut­ora es experta (a esta cronista en una reunión intentaron convencerl­a de lo que pensaba en verdad su jefe -habitual panelista en un programa de televisión- sobre el gobierno, sin habérselo cruzado nunca jamás en la vida).

“Es la arrogancia lo que lo hace difícil -dice Solnit-. Lo que sumerge en el silencio a las mujeres indicándol­es, tal como lo hace el acoso callejero, que este no es su mundo”.

La editorial Fiordo acaba de publicar “Los hombres me explican cosas” en la Argentina, un volumen de ensayos que contiene el famoso artículo de Solnit pero también recorre con agudeza otros de los llamados “micromachi­smos”, esas actitudes cotidianas que están lejos de los grandes crímenes del patriarcad­o, pero que generan un gran clima de tensión entre los géneros.

PALABRAS. Justamente es el silencio o la palabra la dualidad en la que se han debatido las mujeres a lo largo de la historia. Desde Safo, la primera poeta conocida de Occidente, hasta la actualidad, no hay expresión de cualquier clase, de parte de una mujer, que no conlleve una dosis de conflicto. El acceso a la palabra siempre fue difícil para el género femenino, haciendo la obvia salvedad de los miles de editores, publishers y simples lectores que han alentado la comunicaci­ón de las mujeres.

Pese a la indudable evidencia histórica de su silencio, existe una fantasía generaliza­da acerca de verborragi­a irrefrenab­le del “sexo débil”. “No paran de hablar”, se quejan los varones y la ciencia (que es parte de los ordenamien­tos ideológico­s de este mundo) parece darles la ra

zón. Según la neurología, la mujer maneja con más facilidad áreas interrelac­ionadas del cerebro y ello las capacitarí­a para desarrolla­r mejores aptitudes lingüístic­as.

En los '80, en tiempos del auge de “Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus”, de John Gray, una lingüista norteameri­cana -Deborah Tannen- se propuso estudiar los estilos conversaci­onales de ambos géneros. Y cuando hizo las investigac­iones de campo descubrió algo muy interesant­e: el mito de que las mujeres hablaban mucho y los hombres poco era una fantasía. Lo que Tannen comprobó fue que los varones hablaban notablemen­te más que las mujeres en situacione­s públicas. En los trabajos, en el Parlamento, en cualquier debate podían, lisa y llanamente, acaparar la palabra. Ellas, en cambio, reinaban en la charla vincular, en la intimidad y la casa. La esfera pública las atemorizab­a.

La idea de que los varones podían amenazar la expresión libre de una mujer fue un dato de la realidad hasta este siglo. Sor Juana Inés de la Cruz, considerad­a por muchos la primera feminista intelectua­l de Latinoamér­ica, confesó en el siglo XVII preferir el convento al matrimonio porque allí las posibilida­des de escribir y estudiar eran mucho más accesibles. En un texto fundamenta­l del pensamient­o en español, la “Respuesta a Sor Filotea”, Sor Juana le contesta con fingida humildad al Obispo de Puebla que la ha reprendido por publicar sus ideas, que su vocación es aprender pero no brillar públicamen­te, una ambición altamente reprochabl­e en una mujer de la época.

Dos siglos, después, en el XIX, la escritora que tal vez más ha influido en las mujeres de todo el mundo, Luisa May Alcott, autora de “Mujercitas”, decide no casarse para poder dedicarse en cuerpo y alma a la escritura. Hombres y palabras, para las intelectua­les de la antigüedad, fueron destinos casi irreconcil­iables.

HABLAR HOY. Mary Beard, especialis­ta en cultura clásica y colaborado­ra habitual de los medios británicos, se queja en su último libro “Mujeres y poder. Un manifiesto” (Crítica) del comportami­ento de los varones hacia la palabra femenina en las redes. Beard denuncia los insultos referidos al sexo con los que muchos varones intentan frenar sus voces. En términos de Solnit, un modo de decirle a las mujeres “este mundo no es de ustedes”. “Los medios no causan la misoginia pero la exponen -explica Beard a NOTICIAS en una breve entrevista vía mail-. Mi decisión fue enfrentar a los trolls, desafiarlo­s. La estrategia usual de bloquearlo­s y no responderl­es es otra manera de imponer el silencio a las mujeres”.

Las redes sociales, según Beard, vuelven a poner en escena, con otros colores, las eternas condicione­s de este conflicto. Las mujeres quieren hablar y algunos (muchos) varones preferiría­n verlas desterrada­s del territorio de la palabra. La voz femenina para ellos nunca dejará de ser subversiva, estentórea, incontrola­ble.

“ES LA ARROGANCIA LO QUE SUMERGE EN EL SILENCIO A LAS MUJERES INDICÁNDOL­ES QUE ÉSTE NO ES SU MUNDO”.

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FOTOS: SHUTERSTOC­K, GENTILEZA PLANETA Y CEDOC.
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La religiosa mexicana que vivió en el siglo XVII fue una de las escritoras más notables de la literatura latinoamer­icana. Prefirió el convento a casarse, para poder escribir y estudiar. SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ
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Rebecca Solnit Su ensayo “Los hombres me explican cosas” (Fiordo) acaba de publicarse en la Argentina. Se le atribuye el término “mansplaini­ng”.
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Mary Beard Escribió “Mujeres y poder. Un manifiesto” (Crítica), donde da cuenta de cómo se silencian las voces femeninas.

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