EL LEGADO DE MAMA ANTULA
Fragmento de “Mama Antula. La mujer más rebelde de su tiempo” (Editorial Planeta), que detalla vida y milagros de la religiosa del siglo XVIII que el Papa Francisco podría convertir en santa.
Alos pocos meses de la muerte de Mama Antula, se desatendieron sus órdenes. Si bien había tenido un entierro de limosna, tal como ella había pedido poco antes de alejarse de este mundo, el 12 de julio de 1799, en la imponente Iglesia de Santo Domingo, el padre Pedriel pronunció una pomposa y extensa oración fúnebre, de una hora y media, ante su retrato, rodeado de costosas velas. La obra monumental de María Antonia empezó a desvanecerse tras su partida. Nadie pudo tomar el mando de la Santa Casa de Ejercicios como lo había hecho su fundadora. En diciembre del mismo año empezaron los enfrentamientos sobre la dirección de la casa entre el presbítero don Manuel Alberti, autoridad eclesiástica, y doña Margarita Melgarejo, la sucesora designada por Mama Antula. En el litigio, Alberti acusaba a doña Margarita de que «se creía la única voz en toda la Casa, debiéndosele obedecer en lo temporal y espiritual». El pleito se extendió durante dos años y finalmente los dos fueron removidos de su cargo.
En diferentes períodos, algunas autoridades, y hasta varios presidentes de la nación, tuvieron la a intención de cerrar la Santa Casa de Ejercicios. En 1822, cuando Bernardino Rivadavia ocupaba el cargo de ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores, antes de llegar a la presidencia, dispuso la supresión de conventos e instituciones religiosas, incluida la casa. Su superiora, la madre Ramona, testimonió en 1905 que, cuando Rivadavia «iba a firmar el decreto, no pudo hacerlo por dos o tres veces, pues el papel se le llenaba de borrones de tinta, con lo cual tuvo temor y lo dejó sin firmar ni ejecutar». Diez años antes, Rivadavia había ordenado quemar todos los papeles e informes de María Antonia que se e encontraban en la parroquia de la Concepción, ón, y así se fueron perdiendo varios documentos referidos a ella y a su actividad en Buenos Aires. Tiempo después, Juan Manuel de Rosas tuvo la sospecha de que en la Santa Casa se encontraban refugiados los simpatizantes del Partido Unitario, sus opositores. Por esa razón, hacia 1840, él también tuvo la intención de cerrarla. En esa oportunidad, medió a favor de la Casa de Ejercicios el doctor Felipe Elortondo y Palacio, a quien el gobernador Rosas consideraba un gran amigo. Así se fueron disipando las sospechas. A partir de entonces, Rosas comenzó a estimar mucho a la rectora de la Santa Casa y la ayudaba cuando solicitaba su favor. Las sospechas de Rosas, en realidad, eran justificadas. Según comenta monseñor Ezcurra, «muchas personas cuyos deudos estaban sindicados como enemigos de Rosas, o se hallaban emigrados en el extranjero, hallaron un refugio, consuelo y protección en la Santa Casa de Ejercicios». En 1857, cuando Valentín Alsina ocupaba el cargo de general del Ejército, fue Bartolomé Mitre quien evitó que se cerrara. Mitre tenía un motivo de peso para oficiar a favor de la institución fundada por Mama Antula, pues cuatro años antes, durante el sitio de la ciudad de Buenos Aires, cerca de las trincheras de Constitución, recibió una herida de bala en la frente y fue lle llevado a la Casa de Ejercicios para ser auxiliado. Las hermanas lo curaron y, a partir de ese episodio, episo Mitre les demostró siempre su agradecimiento. agradeci No solo intercedió ante Alsina para que q no cerraran la Santa Casa, sino que incluso inclu solía visitarla junto a su familia. El edificio ya había funcionado como lugar de asistencia de los heridos en momentos históricos de violencia. Muchos años antes de asistir a Bartolomé Ba Mitre, durante las Invasiones inglesas de 1806 y 1807, en la Santa Casa de Ejercicios funcionó fu un banco de sangre transitorio, donde se asistía a los heridos locales y a los ingleses. ingleses Muchos soldados ingleses fueron atendidos y curados allí. Como reconocimiento, la comunidad comunida británica envió un reloj inglés de
MARIQUITA SÁNCHEZ DE THOMPSON TUVO QUE PASAR UN TIEMPO EN LA SANTA CASA COMO CASTIGO POR MANTENER UN ROMANCE CON SU PRIMO MARTÍN THOMPSON.
1703, que aún hoy se conserva allí. A partir de 1860, la dirección de la Casa de Ejercicios no estuvo más en manos de una laica. La Iglesia dispuso la creación de la congregación religiosa Sociedad Hijas del Divino Salvador, que sigue formalmente a cargo de la Santa Casa, aunque esta se encuentra intervenida en la actualidad. Ese remanso de tranquilidad en el que Mama Antula cobijó a tantas mujeres llegó a ser, sin embargo, escenario de algunos romances prohibidos. Mariquita Sánchez de Thompson, la patriota argentina y referente cultural del siglo XIX, tuvo que pasar un tiempo en la Santa Casa como castigo por mantener un romance con su primo Martín Thompson. La madre de Mariquita había arreglado un compromiso de matrimonio que la joven rechazaba.
Mariquita pasaba sus días junto a las beatas con la intención de que reflexionara sobre lo que la familia, y la sociedad en su conjunto, consideraba un amorío prohibido. Pero ella, a escondidas de todos, se encontraba junto al aljibe de la casa con Martín Thompson, quien, gracias a la ayuda del aguatero, ingresaba por una puerta trasera para ver a su enamorada. La Santa Casa también estuvo relacionada con otro romance prohibido del siglo XIX, el de Camila O’Gorman, una señorita de la alta sociedad porteña, y el joven sacerdote jesuita Ladislao Gutiérrez. Tras la fuga y la captura de los dos amantes en Corrientes, Manuelita, hija del gobernador Juan Manuel de Rosas e íntima amiga de Camila, insistió ante su padre para que la joven fuera cobijada en la Santa Casa y se arrepintiera de su decisión escandalosa. Manuelita envió incluso un piano para su querida amiga, que se conserva aún en el Salón de las Américas. A pesar de la insistencia de Manuelita, la decisión de Rosas fue drástica: el entonces gobernador de Buenos Aires dio la orden de que los dos amantes fueran fusilados. En 1867, el primer templo de la Piedad fue demolido para construir la actual basílica. Como María Antonia estaba enterrada en el camposanto de la parroquia, al enterarse de la obra, las hermanas de la Santa Casa se presentaron ante el arzobispo de Buenos Aires, monseñor Mariano José de Escalada, para pedirle que se rescataran sus restos. La búsqueda no dio frutos hasta transcurridos cinco meses. El 25 de mayo de ese año sucedió un hecho inexplicable. Monseñor Ezcurra cuenta que los obreros, decepcionados por no haber encontrado nada en tantos meses de trabajo, ya no sabían dónde buscar. De manera inesperada, apareció en el camposanto una niña de 5 o 6 años, muy linda, rubia y vestida de blanco, que les señaló a los hombres el lugar exacto donde cavar. Con el mismo misterio que acompañó su