Noticias

El criollismo como crítica social

Frente a la narrativa que proponían las élites -la imagen de una Argentina blanca, europea, porteña y letrada–, las obras del criollismo hablaban de las injusticia­s con los pobres, de la solidarida­d entre los de abajo, y de una comunidad víctima del abuso

- Por EZEQUIEL ADAMOVSKY*

Desde su nacimiento, la poesía gauchesca había planteado una mirada crítica respecto del gobierno y las leyes. Los cielitos de Hidalgo habían confiado en un futuro utópico de igualdad, en el que no habría “nadie sobre nadie”. Sin embargo, en sus diálogos de 1821 la voz del gaucho ya se mostraba desencanta­da y presta a lanzar reproches por las expectativ­as frustradas y por las injusticia­s. “Roba un gaucho unas espuelas” y lo mandan a un presidio. Pero si “un señorón” hace lo propio, el castigo nunca llega. “¿ Y esto se llama igualdad? La perra que me parió”, reflexiona­ba amargament­e uno de sus dialogante­s.

El tema de los abusos de la autoridad y la mirada negativa sobre los “dotores” y “puebleros” serían una constante en la gauchesca. En la “Historia de Pancho Lugares” (1830) de Luis Pérez ya aparece el tópico central que transitarí­a luego el Martín Fierro: el de un paisano sometido injustamen­te a una leva militar y empujado “a matreriar” y a pensar en “resertar” por causa de los “rigores” que sufre. Esta secuencia (abuso de autoridad/ conversión del gaucho de bueno a matrero) será frecuente en los folletos de lectura masiva del cambio de siglo.

En el Martín Fierro, los reproches a la ley y a la autoridad son explícitos. Jueces, policías y militares son objeto de numerosas críticas por el maltrato a los soldados, por las levas y por su corrupción. Otro foco de cuestionam­ientos es la manipulaci­ón de las elecciones. Pero lo más importante es que las acusacione­s se convierten en el poema en sentencias de valor abstracto en las que, además, “gaucho” y “pobre” se vuelven términos intercambi­ables: “La ley es tela de araña– en mi inorancia lo esplico, no la tema el hombre rico– nunca la tema el que mande– pues la ruempe el bicho grande y solo enrieda a los chicos”. El Juan Moreira de Gutiérrez también contiene críticas a las levas, a las autoridade­s de campaña y al “estado de criminal abandono” y privación de derecho en el que viven los gauchos. El principal enemigo del héroe es el criollismo. El enfrentami­ento con los policías que vienen a buscarlo asume en Moreira el carácter explícito de un choque de legalidade­s: se hace matrero tras comprobar que, para él, “no había más derecho que el que le proporcion­ara el filo de su puñal”.

Este tipo de contenidos es dominante en el criollismo popular de las siguientes cuatro décadas. Prácticame­nte

no hay historia de matreros en la que alguna injusticia de un oficial del Estado no intervenga a la hora de explicar el camino de violencia emprendido por el héroe. La ley con frecuencia aparecía como un aparato de opresión de los pobres. Un popular payador del cambio de siglo, por ejemplo, cantaba: “Dicen que la ley se hizo para tuitos igual, que tanto el pobre y el rico de ella se pueden amparar. Pero tuito esto es mentira es triste que lo recuerde, si la justicia la tuerse lo mesmo que vara verde. Esta es la ley que tenemos y á sigun oí me lo esplico le ponen grillos al pobre y le dan alas al rico.

Xenofobia y postergaci­ón del criollo. Las críticas a la autoridad con frecuencia se entrelazar­on con manifestac­iones de hostilidad hacia los inmigrante­s y con la afirmación de que, para beneficiar­los a ellos, los criollos habían sido injustamen­te postergado­s. Ya los cielitos de Hidalgo contenían imprecacio­nes contra “gallegos” o “godos”, lo que era esperable. Pero pasada la contienda con los españoles, la crítica a los “gringos” reapareció en la gauchesca rosista como parte de los ataques al enemigo unitario, al que se acusaba de representa­rlos.

La gauchesca posterior siguió con esa tradición; el Martín Fierro contiene pasajes de marcada hostilidad hacia los gringos y reproches al gobierno por “tirar la plata a miles” para ayudarlos, mientras mantiene “al pobre soldao” en la pobreza. El Juan Moreira de Gutiérrez también denuncia que el gaucho ha sido convertido en “paria en su propia tierra” y que los hacendados prefieren contratar extranjero­s antes que criollos. No contiene ataques a los inmigrante­s comparable­s a los del poema de Hernández, pero de todos modos aparecen contrapues­tos a la figura del gaucho a través del personaje del “gringo” Sardetti, el almacenero que estafa a Moreira y lo empuja a desgraciar­se hundiéndol­e su puñal. En el criollismo popular posterior, la crítica al gringo y el lamento por la postergaci­ón del gaucho son explícitos e insistente­s. Una milonga de 1896 del payador Félix Hidalgo, compuesta en estilo gauchesco, sintetiza bien la gama de reproches que solía lanzarse al gringaje: les pagan el pasaje con dineros públicos; se quedan con los empleos y “al criollo lo echan a un lao”; están dispuestos a trabajar “por un mezquino jornal” con tal de acumular capital; algunos “emprienden la industria” y se enriquecen rápidament­e; otros se benefician del acceso a la tierra, “que el gobierno les ofrece” a ellos pero no a “nosotros los criollos”, que “quedamos siempre olvidados / y sin protección ninguna”. Peor aún, mientras el gringo prospera, al criollo lo obligan al servicio militar para proteger, como soldado, “la vida y los intereses / de esos mismos estrangero­s”.1

En las décadas siguientes, por todas partes los folletos y revistas criollista­s canalizaro­n recriminac­iones similares hasta volverlos un lugar común. Pero conviene destacar, en este sentido, que las críticas al gringo en general apuntaron a la postergaci­ón social del criollo y no giraron en torno de la xenofobia más típica de los intelectua­les nacionalis­tas, cuya preocupaci­ón fundamenta­l era la descaracte­rización nacional por la introducci­ón de formas culturales importadas. En la literatura del criollismo popular, esa temática solo adquiere alguna tenue visibilida­d tardíament­e.

CRÍTICAS A LOS RICOS Y AL CAPITALISM­O. El reproche por el predominio de los gringos y el reclamo de igualitari­smo, que en Hidalgo o en el Martín Fierro refiere fundamenta­lmente a la igualdad ante la ley, con frecuencia se deslizan hacia una crítica a las diferencia­s de clase y a los efectos opresivos del capitalism­o (algo facilitado por la sinonimia planteada entre “gaucho” y “pobre”). La hostilidad hacia los comerciant­es, los adinerados o los “cagetillas” se encuentra desde temprano en la gauchesca. En Martín Fierro, por el contrario, la criollismo, experienci­a popular y política relación entre el gaucho y su patrón está pintada de manera idílica, lo que delata la pertenenci­a de clase de Hernández. Así y todo, la primera parte del poema puede ser leída también como un ataque al capitalism­o. Las nostalgias por un pasado de abundancia y la descripció­n de los padecimien­tos presentes del “pobre” terminan en la resolución de Fierro de escapar hacia las tolderías, imaginadas como espacio de libertad no solo frente al Estado, sino también frente al trabajo: “Allá no hay que trabajar / vive uno como un señor”. En cambio, el protagonis­ta de Solané, de Fernández, sí dirige duras palabras contra “la aristocrac­ia del dinero”; para él la “espada” y el “capital” son las “dos mandíbulas del monstruo” que destruye a los gauchos.

El Juan Moreira de Gutiérrez no presenta críticas a los ricos. Sin embargo, en su Santos Vega sí hay un estanciero villano, y su Pastor Luna (1886) incluye al comienzo el detalle de los cambios económicos que estaban acorraland­o a los gauchos. Gutiérrez anota que la llegada del ferrocarri­l y los alambrados destruían empleos y ahorraban personal, y que la suba de los arrendamie­ntos le quitaba a los gauchos puesteros la posibilida­d de mantener ganado propio. Pero, sobre todo, la obligación de entregarse al “trabajo productivo” estaba modificand­o hondamente la cultura y las costumbres desinteres­adas y generosas del hombre de campo, reemplazad­o por extranjero­s que solo buscaban dinero y no tenían tiempo ni interés en tocar la guitarra o divertirse en las pulperías.

Este tipo de visiones será muy común en el criollismo popular posterior. El progreso de la racionalid­ad económica capitalist­a se imaginaba habitualme­nte como una fuerza que le quitaba al gaucho su libertad y su conexión con la música y con la poesía. El tópico del avance opresivo del alambrado se encuentra una y otra vez. En este punto podían coincidir también los tradiciona­listas más conservado­res, que lamentaban no tanto la opresión de clase como el ocaso del espíritu romántico de la tierra. Pero el criollismo popular introdujo además críticas más explícitas y antagonist­as. Aunque era muy infrecuent­e, en alguna de las historias de matreros el enemigo principal no era un funcionari­o estatal, sino un “estanciero perverso”. En otras, no se escatimaba­n reproches a los “jailaifes” y “cagetillas”. En una de 1899, por caso, el gaucho que habla los trata de holgazanes,

El Martín Fierro o el Juan Moreira describían la penosa realidad de los paisanos.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina