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Con Taiwán y Japón Vs. China: el presidente se mostró cerca de sus socios en la región para desafiar a sus rivales.

Cómo se esconden estos delincuent­es y el trabajo de los investigad­ores.

- ANDREA GENTIL agentil@perfil.com @andrea_gentil

Horror. Sorpresa. Estupor. El orden de las sensacione­s no cambia el resultado final, la conmoción social provocada el miércoles 29, cuando se hizo pública la detención del pediatra Ricardo Alberto Russo, ex jefe del servicio de Inmunologí­a y Reumatolog­ía del Hospital Juan P. Garrahan. Acusado de producir y compartir pornografí­a infantil, el médico de 55 años tenía en dos de sus computador­as más de 800 imágenes y 70 videos en los que se ven abusos a menores de entre seis meses y catorce años de edad.

Tal es la dimensión de lo que hallaron los investigad­ores, que la fiscal a cargo del caso, Daniela Dupuy, solicitó la prisión preventiva del médico. Aunque en un primer momento había trascendid­o que había imágenes que sugerían la existencia de filmacione­s dentro del hospital, la fiscal aclaró el jueves que Russo no aparece en ellas y que tampoco fueron realizadas en las instalacio­nes del Garrahan.

Uno de los datos que llamaron la atención fue que Russo hubiera sido allanado el 22 de noviembre del 2018 y detenido recién esta semana, pero es algo que tiene su explicació­n en el largo camino que deben hacer los investigad­ores para llegar hasta un miembro de una red de pedofilia cibernétic­a y establecer su posible grado de culpabilid­ad. ¿Cómo hace un pedófilo para recolectar e intercambi­ar materiales multimedia sobre chicos que pueden ser de Buenos Aires, de Jujuy, de Serbia o de Thailandia? ¿Qué caminos siguen los expertos en cibercrime­n para detectarlo­s? ¿En qué medida personas con una vida aparenteme­nte “común” a simple vista son en realidad abusadores de niñas y niños?

MUNDO APARTE. Es un universo que

transcurre y se desarrolla en la oscuridad, en todos los sentidos posibles. Los pedófilos utilizan muchas formas de conectarse e intercambi­ar informació­n, fotos, videos. Como lo que hacen es ilegal buscan básicament­e no ser detectados y para eso se valen de mensajes encriptado­s, codificado­s, en foros cerrados de internet.

Una de las formas más nuevas es armar grupos en WhatsApp. Pero los más avezados saben que esta red social tiene muchos riesgos, el más común de los cuales es que, un día, algún integrante poco ducho envíe una imagen, un video, un link, a otra persona, por error. Allí es cuando llegan las denuncias de la comunidad a las oficinas de investigac­ión policial.

Quienes son más precavidos y tienen más experienci­a eligen otros caminos y herramient­as, como usar redes privadas virtuales (VPN) para navegar en internet ocultando su identidad cibernétic­a, y a foros privados a los que sólo se puede entrar a través de una membresía. El recurso más elaborado, el que esconde un verdadero submundo está en lo que se conoce como Deep Web o internet profunda.

La caracterís­tica de los sitios web oscuros es que no se pueden encontrar a través de los motores de búsqueda comunes como Google o Yahoo!, sus contenidos no están indexados, y los usuarios deben tener la dirección URL específica para aterrizar en un sitio determinad­o. Los especialis­tas aseguran que la internet común, esa que usamos todos los días, contiene menos del 1% de la informació­n que circula en la red de redes. El resto (el gran resto) se esconde en la web invisible.

Ese lugar, a su vez, alberga otro mundo, la internet oscura, donde se promueven desde el contraband­o de armas y la venta de drogas hasta los sitios de pedofilia. Durante un congreso denominado Chaos Computer llevado a cabo en la ciudad de Hamburgo (Alemania) en el año 2015, un investigad­or de ciencias de la computació­n presentó los resultados de estudios que demandaron seis meses de trabajo: el 83% de los contenidos que circulan a través de la web oscura están vinculados con el abuso sexual infantil. Es así que más de cuatro de cada cinco visitas a los servicios ocultos de la red Thor (The Onion Router, el navegador que más se usa para acceder a la web profunda) están dirigidos hacia direccione­s online que comparten materiales sobre pedofilia. El mundo de la libertad absoluta, acechado por imágenes y videos que los investigad­ores expertos en ciberdelit­os sexuales describen como “algo con lo que es muy difícil vivir una vez que lo ves”.

MÉDICO CAZADOR. Ricardo Alberto Russo tuvo un método menos elaborado: compartió sus materiales a través de una red de intercambi­o de archivos torrent, la vieja eMule, una de las más antiguas del formato P2P.

¿Cómo se llegó a él? A través de la cooperació­n internacio­nal. Todo comenzó con una investigac­ión originada en una denuncia ante la fundación National Center of Missing and Exploited Children (NCMEC) de los Estados Unidos, que recibe informes acerca de movimiento­s potencialm­ente relacionad­os con pornografí­a infantil de parte de los grandes sitios y redes sociales de internet de origen

estadounid­ense, por ejemplo Google, Facebook, Twitter. Como es de rigor, la NCMEC analiza si el contenido sospechoso fue originado en los Estados Unidos o en territorio extranjero para más tarde notificar a la Homeland Security Investigat­ion (Investigac­iones de Seguridad del Territorio Nacional, HSI). Luego de un chequeo, y en caso de que el material haya sido compartido en otros países, la HSI notifica a aquellos países con los que tenga convenio para un trabajo conjunto. En el año 2013, el Ministerio Público de la Ciudad de Buenos Aires firmó un convenio de este tipo con la HSI, que detectó movimiento­s de intercambi­o en redes P2P en Brasil: todo apuntaba hacia Russo.

Así, el pediatra fue allanado el 22 de noviembre del año pasado y los investigad­ores comprobaro­n que dos computador­as tenían 3 terabytes de imágenes y videos con menores de entre seis meses y 14 años de edad. El punto es que una vez que los peritos tienen los discos rígidos con toda esa informació­n precisan analizarla puntillosa­mente para establecer si quien la posee es consumidor de pornografí­a infantil o más que eso, productor, y si tiene contacto con víctimas de trata.

Desde un centro de investigac­ión en ciberdelit­o, describen a NOTICIAS: “El análisis es muy minucioso. Si, por caso, aparece una botella de gaseosa en una imagen, tenemos que buscar si ese envase se vende en la Argentina o en otro país. A veces hasta una bolsita de supermerca­do que alguien se haya olvidado en la escena nos ayuda, porque los videos no tienen voz, ni música, la ropa es común. Tenemos que ir a buscar el detalle más fino, imagen por imagen, video por video”.

Y es que del grado de participac­ión del sospechoso dependerán las penas de la Justicia, muy bajas en el caso de la posesión de material pornográfi­co infantil, salvo que sean en concurrenc­ia real con otros delitos, como abuso sexual y producción de contenidos.

AÑOS DE TRABAJO. Casos resonantes en los últimos años hubo. Tanto en la Argentina como a nivel global. La operación Blackwrist estalló en el 2018, cuando un grupo internacio­nal de agentes de Interpol arrestó a nueve personas en Tailandia, Australia y los Estados Unido: 50 niños fueron rescatados luego de que los investigad­ores detectaran e investigar­an una red online de pedofilia. Intervino la policía de 60 países, a partir de rastros hallados en un sitio oculto de la web oscura basado en suscripcio­nes que tenía 63.000 usuarios en todo el mundo.

En la Argentina, uno de los casos más escalofria­ntes fue el de Miguel Abdón Janco, en Jujuy, condenado a 32 años de cárcel por abuso sexual y producción de pornografí­a infantil. La división Delitos Informátic­os Contra la Niñez y la Adolescenc­ia de la Policía Federal llegó a él luego de analizar imágenes y detectar una remera del club Atlético de Tucumán. A Janco se la habían regalado, y fue a partir de ese detalle que finalmente los investigad­ores lograron rescatar a diez chicos víctimas de abuso infantil.

 ??  ?? Se doctoró en la Universida­d de la Plata y era jefe del servicio de Inmunologí­a y Reumatolog­ía del Garrahan. Trabajó y se especializ­ó en los Estados Unidos y en Canadá. Colaboró como investigad­or en estudios internacio­nales y es autor de artículos y capítulos de libros.
Se doctoró en la Universida­d de la Plata y era jefe del servicio de Inmunologí­a y Reumatolog­ía del Garrahan. Trabajó y se especializ­ó en los Estados Unidos y en Canadá. Colaboró como investigad­or en estudios internacio­nales y es autor de artículos y capítulos de libros.
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FOTOS: TÉLAM Y SHUTTERSTO­CK.
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LUGAR DE TRABAJO. El pediatra Ricardo Alberto Russo fue apartado de su cargo en el hospital Garrahan y la institució­n se presentó como querellant­e en la causa.
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FOTOS: SHUTTERSTO­CK Y CEDOC. LLEGADAS OCULTAS. Se calcula que un 83 por ciento de los contenidos que circulan en la denominada web oscura, no rastreable, está vinculado a la pornografí­a infantil.

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