Música: John Scofield volvió a pasar por nuestro país. Presentó su disco en el Coliseo.
John Scofield volvió a pasar por nuestro país. Presentó su disco en el Coliseo frente a un público entusiasta.
Buenos Aires es tierra de guitarristas, desde el más tradicional instrumento español que aquí llamamos “la criolla” hasta las diferentes eléctricas. Y ese amor por las seis cuerdas alineadas a lo largo de una caja y un mástil está no solamente en el placer de tocar. Por supuesto, hay muchísimos que lo hacen. Es mucha la cantidad de gente que se entusiasma por ver en vivo a los guitarristas que andan por aquí. Con una curiosidad “machirula”: sigue siendo territorio masculino; tanto que si existiera un cupo de asistentes femeninos en un concierto de un guitarrista de jazz o jazz rock, aunque fuera mínimo, habría que suspender el concierto porque no hay manera de que se cumpla.
Entre esos guitarristas actuales que el público porteño ama especialmente está John Scofield. Nacido en Ohio en 1951 se crió en Conneticut y arrancó, como muchos nacidos en los ’50, por el rock y la admiración por Jimi Hendrix. Fue a formarse a la escuela de Berkley en Boston y, a partir de ahí, su recorrido con muchas de las más grandes figuras del jazz le hicieron ampliar enormemente su campo sonoro. Chet Baker, Garry Mulligan, Billy Cobham, George Duke, Charles Mingus, Gary Burton, Lee Konitz o Miles Davis (una “universidad” que siempre otorga diplomas especiales) fueron algunos de los músicos con los que tocó y con quienes fue incorporando conocimientos y experiencia. Después, ya como líder o como parte de proyectos más personales, sumó a su currículum a muchos otros próceres del jazz moderno, como Adam Nusbaum, Mitchel Forman, Dennis Chambers, Joe Lovano, Charlie Haden, Jack DeJohnette, Bill Frisell, Pat Metheny, Larry Coryell, John Medeski, Larry Grenadier y unos cuantos más.
Lo último suyo es un disco que grabó y editó el año pasado. Se llama “Combo 66” y fue registrado con los mismos músicos con que vino a presentarlo a la Argentina: el muy joven y hábil pianista y organista Gerald Clayton, el contrabajista Vincente Archer y el baterista y compositor Bill Stewart.
Hay en este cuarteto mérito curricular de sobra. Y hay, a la vez, un contacto cercano y hasta podríamos decir familiar, con eso que alguna vez el periodismo y la industria llamaron jazzrock. Así es que las armonías clásicas se cruzan con los toques guitarrísticos rockeros, los blues jazzeros conviven con los más ligados a la música inglesa y el virtuosismo endiablado, sobre todo en Clayton y en Scofield, conviven con los momentos tranquilos, que terminan siendo los más sabrosos. En tal caso, el jazz parece estar más en la base de bajo y batería y el rock en los dos instrumentos cantantes, especialmente en los enchufados. Pero no siempre es estrictamente así. Y, de cualquier manera, se llame como se llame lo que tocan, los fans que asistieron en muy buena cantidad al teatro Coliseo, disfrutaron en plenitud de un concierto de más de dos horas que pasó por casi todo el nuevo álbum y no se privó de sumar unas cuantas piezas de cosechas anteriores.