Clásica: Concierto de la mezzosoprano El na Garan a, junto a la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires.
Pedro Aznar y Manuel García se unieron para un disco y para una gira. Presentaron su “Abrazo” en el teatro Coliseo.
Dos nacionalidades vecinas. Diez años de distancia. Unos cuantos puntos en común respecto del origen musical ligado al pop y al rock. Una admiración que declaran mutua. El chileno Manuel García nació en Arica. El argentino Pedro Aznar, en Buenos Aires. Se juntaron para un disco. Se propusieron componer a dúo una serie de canciones que resultaron ocho: tangos, boleros, baladas pop, folklore, rock. Le sumaron cuatro temas de otros autores, de distintos tiempos, a los que, según explicaron, consideran clásicos, independientemente del tiempo que llevan de creados. Así, los temas originales se mezclaron con la “Canción para mañana” del grupo chileno Los Bunkers, “Cactus” de Gustavo Cerati, “Maldigo del alto cielo” de Violeta Parra y “Cinco siglos igual” de León Gieco. El álbum se llama “Abrazo entre hermanos” y está en gira. Hicieron varias funciones en Chile y ya pasaron por Córdoba, Rosario y el Coliseo de Buenos Aires. En el vivo que vimos y que fue hasta el momento el último del tour, quedaron expresados los que son los méritos y algunos puntos flacos. Ambos son buenos intérpretes. De lo nuevo, nos quedamos con el tango amilongado “Gazebo”, el bolero “Si no hablamos” –de lo mejor del disco– o con la folklórica “La reja”. Así, fue un concierto difícil de escuchar por la cantidad de canciones nuevas y no siempre tan inspiradas. Hubo, sin embargo, momentos excelentes, en “Joya en tu corazón” de Pedro, “Venga la vida” de Manuel, la mencionada canción de Gieco o “Los dinosaurios” de Charly, que hizo festejar muy especialmente al público. Aznar fue brillante con su voz y con el bajo, como tantas veces, sobre todo cuando va a los agudos o cuando usa un hermoso instrumento vertical. Se lució el trío acompañante: Alejandro Oliva, Federico Arreseygor y Sergio Verdinelli. La puesta fue técnica impecable. Pero algunos nos quedamos con las ganas de escuchar más a las dos voces en arreglos vocales compartidos y no en mera sucesión de fragmentos de las canciones y, quizá, interpretaciones un poco más relajadas, allí donde la incuestionable perfección puede atentar contra la frescura.