Música: Pedro Aznar y Manuel García se unieron para un disco y para una gira.
Concierto de la mezzosoprano Elina Garanca, junto a la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, dirigida por Enrique Arturo Diemecke. Obras de Cilea, Saint-Saëns, Asenjo Barbieri y Bizet, entre otros. Teatro Colón.
El debut en el Colón de Elina Garanca era uno de los acontecimientos más esperados de esta temporada. La mezzosoprano letona forma parte, junto a Jonas Kaufmann y Anna Netrebko, de ese puñado de grandes estrellas de la ópera capaces de llenar teatros y fascinar a públicos en cualquier parte del mundo.
Garanca es una artista nata. Desde su primera intervención, con el aria de Santuzza de “Cavalleria rusticana”, se apreció su voz cálida, su registro homogéneo y su arrollador talento dramático. En una muestra de su actual repertorio, deslumbró con los pianissimi y el legato en “Adriana Lecouvreur” y con la desbordante sensualidad de su Dalila.
La mezzo derriba estereotipos al demostrar que una rubia del norte como ella puede sentir y transmitir toda la intensidad de la música hispana. Visiblemente a gusto en ese terreno, derrochó gracia y naturalidad en dos clásicos de la zarzuela como “Canción de Paloma” y “De España vengo”. En el cierre de la segunda parte, dedicado a la “Carmen” de Bizet, Garanca logró que el público se abstrajera del contexto del concierto. A través de su canto y mediante gestos, miradas y movimientos, se transformó en la desafiante gitana, uno de sus papeles más celebrados.
La Filarmónica, dirigida por Diemecke, abordó con precisión los pasajes orquestales y acompañó con eficacia, aunque no siempre alcanzó un apropiado balance. Garan a respondió a las ovaciones con generosidad y con una buena dosis de audacia. Además de “Carceleras”, de Chapí, fuera de programa ofreció tres piezas habitualmente cantadas por voces masculinas, entre las cuales incluyó “El día que me quieras”, un regalo especial para sus fans porteños.