Libros: “Después de la caída”, de Dennis Lehane.
“Después de la caída”, de Dennis Lehane. Salamandra, 451 págs. $ 775.
La madre de Rachel Childs es una máquina de socavar la seguridad de su hija. A su vez, ella se destaca cada vez más en el periodismo de investigación y testimonio. Cuando cubre el desastre humanitario de Haití, al fin se quiebra ante las cámaras de televisión, lo que le quita el trabajo y la somete a la presión pública generalizada, la agorafobia y el aislamiento. Por otra parte, cuando la madre muere en un accidente, buscará infructuosamente a su padre. Su primer marido es un fiasco mediocre que encaja a la perfección en ese cuadro asfixiante.
La salvará Brian, un detective privado al que dejará de ver durante años, y que reaparecerá en el momento indicado. Aunque la descripción de la armonía de la pareja resulta demasiado perfecta, tanto el recorrido minucioso de Boston, como la aparición progresiva de sucesivos personajes secundarios, logran dar la impresión de que, por una vez, se cumple la esperanza de una novela policial que sea a la vez una buena novela a secas.
Hasta que llega la tercera parte, hay numerosos matices y temas que vinculan al relato con el modo de manejar el suspenso y la vida cotidiana de Alfred Hitchcock, sin romper la complejidad de la imagen y el modo en que el encierro progresivo jaquea a la mujer, la primera protagonista femenina de Lehane.
Pero como el lector lo sospechaba, la superficie pulida ocultaba un mar de violencia, falsedades y traiciones. A esa altura Lehane parece inclinarse lisa y llanamente por la construcción de una película o serie laberíntica exitosa. De pronto bastan un par de choques inesperados (en especial la doble faz de Brian) para que, de pronto, Rachel deje atrás la primera parte de su personalidad, rica y matizada, y adquiera un perfil de “mujer de acción”.
A partir de entonces se irán sucediendo las vueltas de tuerca y las secuencias de violencia (dentro y fuera del agua, en viajes largos por el paisaje salvaje norteamericano).
Lehane es uno de los mejores pesos pesados de la policial estadounidense. Ha sido llevado al cine a menudo (por Scorsese en “Shutter Island”, o Eastwood en “Mystic River”), y acá, aunque recorre un territorio nuevo, lo hace con herramientas conocidas: armas, explosiones, trampas, suspenso veloz. Eso no basta para quejarse del resultado final. Pero al comienzo se apuntaba a otra cosa, más escasa y original, más literaria.