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SUS DIFÍCILES DOS AÑOS DE GOBIERNO

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Fernando de la Rúa llegó al poder con la promesa de mantener la Convertibi­lidad. Ese fue su primer error de diagnóstic­o. Argentina había transitado casi 10 años de paridad entre el peso y el dólar y había generado una costumbre que se tornó insostenib­le. El país entró en una crisis económica que se agravó con el descrédito político de su gestión. Fue una bomba que le explotó en la cara y le dejó cicatrices que lo acompañaro­n hasta el día de su muerte. De la Rúa se había vuelto el símbolo del “cambio” y del “fin de una fiesta para unos pocos”. Ganó con

el 48% de los votos y llegó al poder acompañado por Carlos “Chacho” Álvarez. Armó un círculo de confianza alrededor de su hijo “Antonito” de la Rúa, quien funcionaba como líder del llamado “Grupo Sushi”. Este selecto grupo de influyente­s chocaba con viejos militantes de la UCR que fueron abandonand­o el Gobierno a lo largo de su segundo año de mandato. El primer golpe político que recibió fue la denuncia por sobornos en el Senado para votar la reforma laboral. A eso se le sumó la renuncia de su vicepresid­ente. Esto sucedió en octubre de 2000. El combo de crisis económica más crisis política fue letal. Duró en el cargo sólo un año más. En marzo

de 2001 convocó a un peronista: Domingo Cavallo. el llamado “padre de la Convertibi­lidad”, cuya misión era contener a ese monstruo que fagocitaba la economía. Por aquellos años no había un sistema de contención social como existe en la actualidad, por lo que cuando una persona se quedaba sin empleo, no tenía ningún programa de asistencia que lo contenga. El final llegó en diciembre de 2001. De la Rúa demostró que le faltó pericia para gobernar y picardía para surfear la crisis en un contexto donde la oposición terminó de empujarlo irresponsa­blenete hacia el vacío. La imagen que dejó su gobierno fue la de un presidente que huyó en helicópter­o mientras la Casa Rosada estaba rodeada de represión policial y muerte.

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CIERRES. El final de su mandato y el final de su vida. Se fue abucheado en la Plaza de Mayo, pero lo despidiero­n con honores. El velatorio fue en el Congreso.

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