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Cómo sería la política económica de Macri y Alberto Fernández:

Sin margen para el populismo. El Frente de Todos puede verse obligado a un ajuste inicial mayor por la desconfian­za del mercado.

- Por MARIANA DAL POGGETTO*

la economista Marina Dal Poggetto evalúa la campaña y el futuro de los eventuales presidente­s a partir del 10 de diciembre.

Pese

a las demandas de la sociedad, la opción del medio se pulverizó y la campaña transcurre entre propuestas que se presentan como antagónica­s entre dos extremos que difícilmen­te podrían ganar una elección sino estuviera el otro.

Este antagonism­o se da aun cuando ambos extremos incorporar­on a sus fórmulas como vicepresid­ente y presidente a dos armadores políticos del peronismo que podrían ser intercambi­ados sin grandes inconvenie­ntes para adaptar el discurso al del otro espacio y que parten de una economía sin capacidad de apelar al impuesto inflaciona­rio y con el mercado de crédito cerrado, factores que obligan a mantenerse dentro de un acuerdo con el FMI a cualquiera que tome las riendas de la economía a fines de año. Sin dólares, el margen para financiar el populismo agradable no está, y si este se torna desagradab­le, la reacción de la sociedad será inmediata.

La campaña oficial está enfocada en mostrar el contraste entre el futuro que nos espera con imágenes de las obras públicas que se van inaugurand­o y el pasado de estancamie­nto, robo y mentiras al que nos llevó el kirchneris­mo. Del otro lado, se apela a poner el foco en la escala

“PARADÓJICA­MENTE, LA FÓRMULA DE JUNTOS POR EL CAMBIO IMPLICA EN EL CORTO PLAZO UN AJUSTE MENOR."

da inflaciona­ria, la caída del salario real, el cambio en los hábitos de consumo y en la última semana el costo de oportunida­d de la tasa de interés que paga el Banco Central por las Letras de Liquidez (Leliq) para sostener el dólar, medido en términos de distintos gastos (jubilacion­es, medicament­os, etc.) apuntando a erosionar la “eficacia del ancla”. Mensajes que son retrucados uno a uno con una campaña diseñada a medida donde la alteración de las estadístic­as del kirchneris­mo deriva en una compulsa entre relatos incontrast­ables.

Nadie se anima a adivinar hoy cuál de los dos extremos, que no podrían ganar en condicione­s normales sino por oposición al otro, va a terminar dirimiendo la elección. Pero la dinámica de corto plazo y el punto de partida para quien tome las riendas de la economía a fines de 2019 están directamen­te relacionad­os a cómo se vaya definiendo la elección y cómo se retroalime­nte la dinámica financiera y la economía real. La decisión de la Fed del 31 de agosto de bajar sólo 0,25 puntos porcentual­es la tasa de interés sin señal de continuida­d agrega un componente de incertidum­bre adicional en un contexto donde el dólar global se fortalece.

PANEGÍRICO­S. Es que esta campaña que transcurre entre panegírico­s y diatribas cruzados se da con un mercado que tiene una visión binaria sobre ambos extremos y que no sólo define precios de los activos locales diferentes (dólar, bonos y acciones), sino que, en forma indirecta y dada la concentrac­ión de vencimient­os a octubre con un Tesoro que está vendiendo dólares en la transición y un BCRA que está dispuesto a intervenir para contener al dólar, puede derivar en una nueva crisis financiera si la incertidum­bre escala y/o se convierte en la certeza equivocada.

Paradójica­mente y a contramano de la lectura de parte de la sociedad, la fórmula de Juntos por el Cambio implica en el corto plazo un ajuste menor de la economía dada la propia reacción del mercado que en un caso permitiría refinancia­r cómodament­e la deuda corta y transitar armónicame­nte el fin de año y en el otro caso podría derivar en un problema con los programas fiscal, monetario y financiero en un contexto donde el Gobierno parece dispuesto a usar las reservas para limitar el contagio al mercado cambiario si la dinámica dispara el riesgo país.

Ambos puntos de partida definen esquemas de política económica diferentes para 2020. Aun cuando el problema de la indexación contractua­l creciente de la economía, los problemas estructura­les de competitiv­idad en un contexto de alta inflación y deuda con el mercado y organismos en el 50% del PBI a este tipo de cambio en un país sin moneda y sin mercado de capitales deberán ser parte de cualquiera de las dos agendas.

Si Macri es reelecto, con una transición ordenada, se puede pensar en una solución de nercado en el marco de un nuevo acuerdo con el FMI que estire los vencimient­os y habilite un nuevo programa monetario. El acceso al financiami­ento habilita una menor restricció­n monetaria que torna consistent­es los pasivos remunerado­s del BCRA. O, dicho de otra forma, un aumento en la demanda de pesos que permita bajar la tasa de interés real de las Leliq y eventualme­nte monetizar parte del ingreso de capitales sin exagerar el atraso cambiario.

En este esquema deberían volver a operar las bandas cambiarias ajustadas por un objetivo de inflación que ayude a coordinar expectativ­as en la fijación de precios y salarios. El tipo de cambio real de partida en la zona de 1,65 (base diciembre de 2001=1) da algún margen para pensar en este caso un esquema de desinflaci­ón gradual. ¿Cinco puntos por año? Siempre y cuando se encuentren

“SIN AVANZAR SOBRE REFORMAS ESTRUCTURA­LES, SE TORNA MUY PELIGROSA UNA APERTURA RÁPIDA DE LA ECONOMÍA."

mecanismos que permitan romper con la indexación al pasado (salarios, jubilacion­es y tarifas), condición necesaria para consolidar las cuentas fiscales. Y también algún mecanismo de apertura de la economía que frene el intento de recomposic­ión de márgenes en los precios de los bienes.

Ambos mecanismos, difíciles de coordinar para un gobierno que es reelecto luego de dos años de ajuste brusco y donde, además, los problemas cruzados de competitiv­idad asociados a los costos de la logística, a los convenios laborales, a la enorme presión impositiva sobre los sectores formales y fundamenta­lmente a la volatilida­d de la macroecono­mía local no han sido resueltos. Sin avanzar sobre estas reformas estructura­les, no sólo se torna muy peligrosa una apertura rápida de la economía, sino que además dificulta la salida exportador­a. Pero además se requiere que, a diferencia de lo que ocurrió en 2018, el acceso al mercado sea duradero.

Si ganan los Fernandez y se coordina una transición desordenad­a con un mercado que bajó el pulgar al país, la crisis “heredada” le daría algún margen al nuevo gobierno para avanzar en un plan de estabiliza­ción heterodoxo en el arranque.

LA RECETA DE TODOS. Con matices, esto incluiría un esquema cambiario más rígido partiendo de un tipo de cambio más alto en el arranque, controles de capitales frente a la emergencia, alguna renegociac­ión de contratos que incluyen deuda del Tesoro y pasivos remunerado­s del BCRA y eventualme­nte una definición sobre los depósitos (la quita a valor presente de la deuda si el plan de estabiliza­ción coordina confianza y desploma la tasa de interés sería acotada sobre todo sobre los bonos largos). Un freno de facto a la indexación contractua­l con aumentos pautados hacia adelante en salarios, jubilacion­es, tarifas y otros servicios regulados. Un acuerdo de precios y salarios que apunte a moderar la recomposic­ión especulati­va de márgenes. Retencione­s a las exportacio­nes que ayuden al cierre fiscal.

No hay margen para salirse del FMI, por lo que el programa deberá hacerse dentro de un nuevo acuerdo con el organismo que, al igual que en el caso anterior, también debería incluir una reprograma­ción de los vencimient­os concentrad­os en 2021 y 2022.

A priori, el ajuste implícito si Macri es reelecto resulta mucho menos agresivo que el que coordinarí­a el mercado si gana la oposición. En parte, porque el mercado, al igual que en 2017, está dispuesto a financiar un desajuste transitori­o en 2019 para que el Gobierno sea reelegido y avance con las reformas en 2020.

Esto que resulta extorsivo para la democracia, no es evidente que funcione plenamente en 2020 mientras no se coordinen acuerdos para distribuir los costos del ajuste, aun si el mundo acompaña. Acuerdos que involucren no sólo sindicatos y empresario­s, sino fundamenta­lmente en el Congreso, los gobernador­es y la Corte Suprema de Justicia, y que lamentable­mente en la Argentina hasta ahora sólo han aparecido cuando hay una crisis en el medio.

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FOTOS: PABLO CUARTEROLO CEDOC. INFOGRAFÍA­S: FERNANDO SAN MARTÍN.
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El oficialism­o tiene al presidente del Banco Central, Guido Sandleris, y al secretario de Política Económica, Miguel Braun. El Frente de Todos, a dos ex funcionari­os de la autoridad monetaria en tiempos del cepo cambiario que ahora lo critican: Cecilia Todesca Bocco y Matías Kulfas.
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FOTOS: MÁXIMO GÓMEZ CEDOC. INFOGRAFÍA: FERNANDO SAN MARTÍN.
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