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¿Está mal ser patriota?

Nuevo sondeo exclusivo de la consultora fundada por Durán Barba sobre cómo somos los argentinos. Hoy: la desconfian­za en el nacionalis­mo

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Todos nos sentimos patriotas y creemos que los demás no lo son de manera suficiente. En mayo de este año publicamos algunos datos relacionad­os con los símbolos patrios y en ellos se revelaba que buena parte tenía dudas de si el otro adhería a los símbolos, como el himno y la bandera, al cariño por la Argentina en el mismo nivel que uno lo hace. A lo mejor por ello, anotábamos, algunos grupos pequeños se sentían vinculados con la frase de “la patria está en peligro” y decíamos que el peligro en realidad puede tener que ver con la desconfian­za en el otro. Por ello, quisimos profundiza­r en el tema indagando concretame­nte sobre el sentirse patriota y si los demás también lo son.

En el estudio que realizamos, alrededor de nueve de cada diez personas en el país, en la Provincia de Buenos Aires y en la Capital Federal dicen que se sienten patriotas. Tienen una autoconvic­ción de pertenenci­a y devoción por la asociasión de argentinid­ad. Esto no siempre fue así, hubo épocas en las que la asociación de pertenenci­a se fue construyen­do, moldeando. Pocos años antes de la independen­cia, en varios países de Latinoamér­ica no teníamos esa convicción. Por aquellos días lo que existía es un sentido de reclamo por la discrimina­ción en el trato por parte de la Corona española. Según un estudio de Gabriel Entin, siete de los nueve miembros de la Primera Junta Revolucion­aria de 1810 se educaron en el Real Colegio de San Carlos que era regentado por el sacerdote Juan Baltazar Maziel, quien a finales del siglo XVIII manifestab­a la adherencia que por estas tierras se tenía hacia el Rey de España y anotaba solamente ciertos elementos de crítica por abusos de autoridad real, al igual que otros autores de la época, concluye el autor. Sucedía algo que bien podría parecerse al reclamo de una provincia o una circusncri­pción del interior de cualquiera de nuestros países. La independen­cia ocurrió mezclada

entre las invasiones napoleónic­as a España y en el trayecto, las ideas de la Revolución Francesa y de la Independen­cia de Estados Unidos terminaron permeando las nuevas discusione­s que apareciero­n en el continente e inspiraron un paso más trascenden­tal para la historia de los países de Latinoamér­ica. Era una total aventura. Un porvenir incierto que fue tomando convicción cuando existieron enfrentami­entos que nos unificaron y nos fueron dando una pertenenci­a. Pasaron varias décadas para que se consolidar­a.

El problema que tenemos, en realidad, es la desconfian­za en el otro. Cuando les preguntamo­s a las mismas personas si creen que la mayor parte de los argentinos son patriotas, las cosas son muy diferentes: solamente el 38% a nivel nacional y el 35% en la Provincia de Buenos Aires y la Capital creen que los otros son patriotas, lo ponen en duda, unos pocos, y lo niegan tajantemen­te, los más. Está ahí el verdadero desafío, que el patriotism­o tenga mayor arraigo porque mezcla estados de anímo contrapues­tos completame­nte entre la decepción total con la que nos referimos a nosotros mismos cuando algo sale mal y también, en el otro extremo, cuando algo sale bien tendemos a simplifica­r con que no hay nada mejor los argentinos en el planeta. ¿Podremos llegar a tener un sentido mucho más ecuánime en esos sentimient­os de pertenenci­a cuando nos reconocemo­s como argentinos sin desconfiar tanto de los otros argentinos

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