Un desfile de grandes figuras
Últimos conciertos del Festival Barenboim. Artistas invitados: Martha Argerich (piano) y Anne-Sophie Mutter (violín). Orquesta West-Eastern Divan. Daniel Barenboim (piano y dirección). CCK.
Unavez más, el Festival Barenboim se caracterizó por la variedad y por la presencia de grandes figuras. Además del regreso de la Orquesta WestEastern Divan, hubo recitales de piano a cargo de Barenboim, canciones con el tenor Rolando Villazón y un concierto de música de cámara que contó con la participación de Martha Argerich junto a músicos de la orquesta.
La genial pianista, poco afecta a la soledad en el escenario, suele disfrutar la colaboración con colegas en el ámbito más íntimo de la música de cámara. Argerich intervino en las cuatro obras que se interpretaron esa noche, de Schumann y de Prokofiev, inspirando y contagiando a sus compañeros con su talento, energía y creatividad. El desempeño de los jóvenes músicos que la rodearon fue creciendo en calidad y compromiso, hasta finalizar con una exquisita entrega del “Andante con variaciones”, de Schumann, en el cual se sumó Barenboim.
En el cierre del festival, la solista junto a la Orquesta del Divan fue Anne-Sophie Mutter. La gran violinista alemana, que comenzó su trayectoria como joven prodigio, lleva más de cuatro décadas de actividad y se encuentra en un momento de absoluta plenitud y madurez. Mutter abrió la presentación con un homenaje a su ex marido, el compositor y director André Previn, fallecido a comienzos de este año. El movimiento final de su Concierto para violín y orquesta condensa contrastes de carácter, virtuosismo y rasgos cinematográficos, que Mutter puso en relieve con singular maestría. Luego se escuchó el célebre Concierto de Sibelius, con un desempeño imponente de la solista. Ella vive y siente la música en todo momento, aún cuando no interviene. Lejos de la pirotecnia, plasmó su capacidad expresiva y resaltó el dramatismo y el carácter poético de la obra hasta alcanzar un final apoteósico. La orquesta, con Barenboim al frente, estuvo a la altura, sólida y precisa. La profunda sinergia entre el director y los músicos se evidenció en la Sinfonía N°7 de Beethoven, que completó el programa. El Allegretto, con su efecto casi hipnótico, permitió apreciar la calidad de cada una de las filas y el amplio rango expresivo de la agrupación.