Teatro: “100 metros cuadra dos” de J.C. Rubio. Con María Valenzuela, Florencia Bertotti y Stéfano De Gregorio.
“100 metros cuadrados” de J.C. Rubio. Con M. Valenzuela y elenco. Dir.: M.G. Gil. Multitabaris Comafi, Av. Corrientes 1283.
Apesar de los adelantos tecnológicos, habitamos un mundo cada vez más incomunicado. El fenómeno se extiende, sobre todo, a los adultos mayores. La soledad, en especial en los últimos años, sumada a los prejuicios hacia aquellos que superan varias décadas, tornan el ostracismo en un camino de dirección única. El calificado sociólogo polaco Zygmunt Bauman, fallecido en 2017 a los 91 años, acuñó el concepto de “modernidad líquida” para definir, con precisión, las actuales circunstancias históricas donde las reali
dades sólidas de nuestros abuelos, como el trabajo o el matrimonio para toda la vida, se han desvanecido. Esto dio paso a un mundo más precario y provisional, donde todo es más agotador, incluidas las relaciones en una gran ciudad.
“100 metros cuadrados”, el sencillo texto de Juan Carlos Rubio, basado en un caso real, mucho tiene que ver con reflejar este presente oscuro, seguramente sin proponérselo. En la trama se expone la relación que se entabla entre dos mujeres disímiles: Sara (Florencia Bertotti), es la joven profesional que al ver un aviso inmobiliario decide invertir en la compra de un departamento antiguo, venido a menos, donde vive la casi octogenaria Lola (María Valenzuela); mujer viuda y de mal carácter que no disimula su adicción al tabaco, incluida la marihuana. A ellas se suma la presencia del joven vendedor de la inmobiliaria (a cargo de Stéfano De Gregorio). La generación de una relación amistosa se ve favorecida cuando la chica, a raíz de una situación personal, encuentra un eco fraterno en la anciana y comprueba que esta es capaz de aconsejarla, brindarle afecto y sabiduría.
El terceto, dirigido con oficio por Manuel González Gil, satisface las expectativas aunque cada uno parece librado a su estilo; Bertotti encara su personaje desde un costado más televisivo, Valenzuela compone con gracia a la cascarrabias aunque por momentos gire a la caricatura y De Gregorio, una verdadera revelación. En suma, una propuesta sin grandes pretensiones que invita a reflexionar sobre un segmento importante de la sociedad que descuidamos habitualmente.