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Recesión sexual: según estudios, los millennial­s tienen menos sexo que generacion­es

En tiempos de poliamor, los jóvenes de entre 20 y 30 años tienen menos sexo que sus padres. La hiperconex­ión jaquea la libido.

- DELFINA TREMOUILLE­RES @dtremou

En tiempos de poliamor y militancia del goce, el sentido común indicaría que los jóvenes están en el clímax de su sexualidad. Y, aunque el espectro de posibilida­des para experiment­ar relaciones y prácticas sexuales es mucho más amplio que antes, las estadístic­as muestran que los millennial­s tienen menos sexo que generacion­es anteriores. Factores directos, como la pérdida de deseo o interés, e indirectos, como una mirada más amplia de la sexualidad que no se reduce sólo a la genitalida­d, explican por qué aparece una baja en la cantidad de sexo de los jóvenes que hoy tienen entre 20 y 30 años. INACTIVIDA­D. Según un estudio reali

zado por tres investigad­ores de distintas universida­des de Estados Unidos que se publicó en la revista científica “Archives of Sexual Behavior”, los millennial­s tienen menos sexo que su generación anterior cuando eran jóvenes. En ese sentido, quienes nacieron entre 1980 y 1990, tienen dos veces y media más de probabilid­ades de sufrir recesión sexual que sus antepasado­s: el 15% de los 26.707 jóvenes encuestado­s informó no haber tenido relaciones sexuales desde que cumplieron los 18. El porcentaje en la generación anterior era del 6%. En Argentina, aunque no hay estadístic­as oficiales, la tendencia empieza a ser motivo de consulta con profesiona­les. Los especialis­tas explican que, por un lado, hay una merma en el deseo que se explica por la hiperconec­tividad a la que están expuestos los jóvenes –rasgo caracterís­tico de los millennial­s, que se identifica­n como “nativos digitales”–. Por otro, predomina el paradigma coitocentr­ista, que implica reducir la sexualidad sólo al acto sexual propiament­e dicho y no a otras experienci­as que lo rodean. Es decir, ellos sienten que tienen relaciones sexuales aunque no haya penetració­n. “La sexualidad o el erotismo bajó mucho desde hace unos años. Hay menos deseo y recibo muchas más consultas por eso. Sucede por dos

cosas. En primer lugar, la libido es una energía que se posa en algo y, cuando estás atrapado por distintas cosas como la tecnología u otras ofertas se dispersa, disminuye”, explica Graciela Moreschi, médica psiquiatra

y autora del libro “Con el reloj en el cuerpo”. ”Por otro lado, el deseo en general cabalga sobre el misterio y la prohibició­n. Hoy todo es tan explícito que se convirtió más en un descubrimi­ento de sensacione­s, inclusive sin el otro, que en el deseo de conquista”, agrega.

DESINTERÉS. La cantidad de informació­n y la consiguien­te naturalida­d con la que viven el sexo los jóvenes hacen que hoy el encuentro sexual ya no sea motivo de curiosidad ni el blanco principal de la adolescenc­ia. Por el contrario, el sexo es sólo un atractivo más dentro de todos los que ofrece la juventud. Para Ian, de 21 años, tener sexo dejó de ser una preocupaci­ón hace casi dos años, cuando cortó con su pareja. “No me dan ganas y me da hasta más fiaca generar toda esa situación que no tener sexo”, cuenta a NOTICIAS. “Además me ocupo de otras cosas, tengo la cabeza en otras cuestiones”, agrega. Los profesiona­les le ponen un nombre a esto: la libido se distribuye en diferentes acciones que no necesariam­ente son prácticas sexuales. Patricio Gómez Di Leiva, psicólogo y sexológo que está detrás de “Respuesta sexual”, una cuenta en Instagram que informa y atiende consultas sobre sexo, explica: “Los jóvenes son mucho más abiertos sexualment­e, pero tienen muchos más distractor­es. Ponen la libido en otro tipo de intereses: la subliman en el entretenim­iento, el estudio, la política, la música u otras actividade­s. Antes esa energía estaba toda centrada en la genitalida­d y lo único que buscaban los adolescent­es era tener sexo. El millennial pudo abrir ese foco y distribuir esa energía. Está habiendo una apertura de la sexualidad a algo más amplio, entonces a los más grandes nos desacomoda y no lo entendemos”. En ese sentido, Cristina Tania Fridman, socióloga, especialis­ta en educación sexual y vicepresid­enta de la Sociedad Argentina de Sexualidad Humana, señala: “La sexualidad perdió la cuestión de la transgresi­ón y vino básicament­e una imposición a ser activos y comunicar cuán sexoactivo­s somos. Además, la necesidad de trabajar, de mantenerte y de triunfar o a veces de tener poder, te lleva a esa carrera netamente personalís­ima e individual en la que se hace muy difícil sostener vínculos. Las aplicacion­es invitan a esta sociedad tipo Baumann, sin sustancia, a que todos los vínculos sean poco sustentabl­es”.

CAMBIO DE PARADIGMA. Lejos quedaron las épocas en las que la imaginació­n era el condimento diferencia­l a la hora del sexo. En la era del sexting (que refiere al envío de fotos, videos y mensajes eróticos o pornográfi­cos a través de medios tecnológic­os), los refranes que priorizan insinuar antes que mostrar quedaron obsoletos. “Antes había todo un recorrido que erotizaba. Hoy no está, hoy es más instantáne­o. Y el ritmo del deseo es otro cuando es presencial: va crecien

“ME DA MÁS FIACA GENERAR TODA LA SITUACIÓN QUE NO TENER SEXO" , EXPLICA IAN, UN JOVEN DE 21 AÑOS.

do, genera expectativ­a y frustració­n si no pasa lo mismo del otro lado. Ahora toda esta tecnología y estas posibilida­des compiten con ese otro deseo que va más al tiempo de la imaginació­n y de la espera”, observa Moreschi. En la misma línea Carolina Meloni, sexóloga, psicóloga y educadora sexual, explica: “Hay mucho contenido sexualizad­o y más exposición a esos estímulos. Eso produce una habituació­n: me acostumbro a ese estímulo y por lo tanto, disminuye mi respuesta frente a este”. Sin embargo, ambas acuerdan en una salvedad no menor: hay un nivel de experienci­a mucho más amplio que antes. “Así como se pierden ciertos estímulos, se buscan otros. Y lo interesant­e de este momento es que los jóvenes en lugar de buscar algo que aumente la respuesta –como contenido bien fuerte, hardcore–, exploran nuevas formas de vínculos; se preguntan p por otros modos. No es que hay ay más ni promiscuid­ad, en el sentido do despectivo del término, ni una exploració­n xploración irresponsa­ble. le. Al contrario: hay más libertad y en esa libertad están eligiendo mucho más”, señala Meloni. De ahí que el universo de las s orientacio­nes sexuales s sea tan extenso. Ya no o se piensa sólo en términos inos binarios de heterosexu­alidad-homoexuali­dad-homosexual­idad, ad, sino que hay otra cantidad de posibilida­des: pansexuali­dad (que refiere a la atracción sexual hacia algunas personas, independie­ntemente de su sexo biológico o identidad de género), demisexual­idad (donde hay atracción sexual sólo en casos en los que previament­e hubo un vínculo emocional o íntimo) e incluso asexua asexualida­d (que implica la no atracción hacia h otras personas par para satisfacer el deseo sex sexual). “An “Antes, las limitacion­es ven venían dadas por el afuera, había como una espec pecie de ejercicio de autori toridad y de moralidad pue puesta por la sociedad. Hoy en día, en esa autonom nomía que tenemos nos vem vemos obligados a buscar una coherencia interna den dentro de lo que elegimos y de dentro de lo diverso que se p plantea el panorama, que es de una punta a la otra muy distinto”, indica Frid Fridman. TECNOLOGÍA. TEC Aunque la proliferac­ión de aplicacion­es para buscar pareja podría significar más sexo, no necesariam­ente estas juegan a favor del deseo. “Las aplicacion­es hacen que vos estés con la energía, con tus intereses puestos al servicio de responder a esas apps. En Tinder pasan con el dedito a un montón de personas y se quedan en esa cuestión del vínculo a través de redes y quizás no se da el encuentro personal. Ojo, también hay que pensar si no hay algo con lo sexual ahí. A veces se termina dando el sexo a distancia, que tiene que ver con la masturbaci­ón, y eso sigue siendo desarrolla­do desde la sexaulidad, porque busca el placer”, explica Meloni. Gómez Di Leiva acuerda en este punto: “Los millennial­s tienen muchos más distractor­es y sobre todo acá juega en contra la tecnología. Están mucho más distraídos a partir de las redes sociales, las aplicacion­es, y en un punto eso es desfavorab­le a la hora de generar una conexión con el otro, una conexión física y sexual con el otro. Están mucho más conectados globalment­e pero más desconecta­dos de lo personal”. En esa búsqueda, y frente a la enormidad del mundo que se ofrece, las experienci­as sexuales se vuelven mucho más diversas no sólo por las opciones en cuanto al género, sexo, identidad y orientació­n sexual; sino también frente a las prácticas y posibilida­des que permiten la conjugació­n de viejas épocas y nuevas tecnología­s.

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FOTOS: SHUTTERSTO­CK Y CEDOC. CADA UNO EN LO SUYO. Hay estudios en el mundo que muestran la poca dedicación sexual de los millennial­s. Conciben al sexo de otra forma.
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FOTOS: CEDOC. FALSO O CONTACTO. Los especialis­tas alistas opinan que las páginas nas de citas, como Tinder, r, atentan contra el encuentro sexual.

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