AJUSTE CON O SIN EL FMI
La Argentina se encuentra hoy en una difícil situación. Un resultado electoral no vinculante, pero muy claro en su señal, confirma a los mercados que casi con certeza habrá cambio de gobierno y con ello un intento de cambio de orientación económica. El Gobierno busca mejorar su imagen interna, pero a un alto costo: se anuncian medidas que buscan favorecer a la población en el corto plazo, pero generan presiones presupuestarias que el país no puede permitirse. Además, se realiza un cambio en el equipo económico, que, aunque no implique cambios de sustancia, envía señales equívocas a los mercados. El candidato opositor y probablemente triunfante en octubre no se define de manera que los agentes económicos se tranquilicen. El problema más serio de la Argentina es que, no importa quién triunfe en las elecciones, se encontrará un país en el que las alternativas de política económica se mueven en un rango muy estrecho.
Nadie quiere hiperinflación y eso requiere del ajuste fiscal y monetario que se ha estado realizando. Los argentinos, con justificación, quieren mejorar su situación económica, pero, para que esto sea viable más allá de los próximos meses, requiere un esfuerzo de ahorro e inversión que la gente no acepta.
La deuda es manejable y el potencial económico es enorme. Las políticas económicas tienen que ser las mismas con el FMI o sin él. Allí está el problema. El discurso electoral es predeciblemente voluntarista, pero las promesas son incumplibles sin políticas que ayuden a movilizar el dinero necesario para un crecimiento sostenido que todos quieren, pero que no se ha dado en muchos años.