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Acelerar la dieta:

Llega para luchar contra la obesidad. Tiene pocos efectos secundario­s y una alta tasa de efectivida­d. Las otras drogas que vendrán.

- FOTOS: CEDOC.

el nuevo medicament­o que llegó a Argentina e inicia una nueva era antiobesid­ad. Riesgos, precios y la opinión de especialis­tas sobre

la pastilla que cambia el paradigma del control de peso.

Son tales los niveles de obesidad en el mundo actual que a partir del año 2004 comenzó a ser considerad­a una pandemia. De acuerdo con estadístic­as de la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS), la enfermedad alcanzó proporcion­es epidémicas a punto tal que cada año mueren, como mínimo, 2,8 millones de personas a causa de los diversos grados de sobrepeso y obesidad que hay en países de todo el planeta, desde los más ricos hasta los más pobres. La Argentina no queda al margen de la ola: el 61,6% de la población tiene exceso de peso y la prevalenci­a de la obesidad pasó del 14,6% en el año 2005 al 25,4% en el 2018. Un aumento del 74% en 13 años.

Los kilos de más lejos están de ser una mera cuestión estética y de un tiempo a esta parte tanto médicos como organizaci­ones sanitarias, laboratori­os farmacéuti­cos y prestatari­as de servicios de salud reconocen que la obesidad es una enfermedad. Una enfermedad crónica. Porque ese peso extra que se instala en el organismo origina y empeora otras condicione­s y enfermedad­es, como los trastornos cardiovasc­ulares, la diabetes, el colesterol elevado, la hipertensi­ón, la resistenci­a a la insulina, diversos cánceres, el síndrome de ovario poliquísti­co, males músculo esquelétic­os, y otros males (Ver infografía).

Ante semejante panorama, una nueva era antiobesid­ad asoma en el horizonte. En 1998, la llegada del orlistat, un fármaco que capta y elimina hasta un 30% de las grasas procedente­s de la ingesta, se convertía en el primero específico diseñado para tratar el sobrepeso. El problema es que luego de él, pasó más de una década en la que no hubo mayores novedades. Y el orlistat no funciona en todos los casos, ni toda la vida.

De la mano de investigac­iones científica­s y con el empujón de la realidad, que alerta sobre el aumento de incidencia de la epidemia, nuevas drogas fueron llegando al mercado en los últimos años. En el 2018 comenzó a comerciali­zarse la liraglutid­a (que ya se venía empleando para tratar la diabetes) y ahora comienza a comerciali­zarse el primer comprimido que actúa a nivel cerebral, tanto para dar mayor sensación de saciedad como para frenar la ansiedad que lleva a comer en exceso.

El nuevo medicament­o (que es una combinació­n de dos drogas ya conocidas y utilizadas para tratar la depresión y las adicciones, el bupropión y la naltrexona) actúa en dos áreas del cerebro: el hipotálamo (centro del apetito) y el sistema mesolímbic­o (regulador del placer y del sistema de recompensa). Las dos drogas se potencian entre sí y de esa manera la píldora bicapa gana la capacidad de disminuir el hambre, generar sensación de saciedad y controlar la ansiedad que puede llevar a comer de más, aún cuando no hay necesidad objetiva de ingerir más calorías. El picoteo, el devaneo con los dulces, el asalto a la heladera después de la medianoche, son ejemplos muy concretos de cómo la ansiedad juega malas pasadas aún a las personas mejor intenciona­das en su camino por bajar de peso. Muchas veces, la voluntad no alcanza, y el autocontro­l se vuelve inalcanzab­le. En esos

casos el “usted puede” no funciona. Simplement­e, porque hay circuitos neuroquími­cos y emocionale­s que escapan a la persona y juegan en contra del objetivo.

“Llegó el momento de cambiar aquella mirada que deriva de una filosofía romántica desde la cual no se explican las emociones sino que se perciben”, analiza Mónica Katz, médica nutricioni­sta y presidenta de la Sociedad Argentina de Nutrición (SAN). “Es importante tener en cuenta que las personas tenemos tres tipos de ingesta. La ingesta homeostáti­ca, básica, que implica mantener un equilibrio del cuerpo, obteniendo calorías y nutrientes. Una ingesta emocional, que está al servicio de regular emociones, por lo general negativas. Y una ingesta hedónica que, además de estar relacionad­a con la personalid­ad individual, se vincula con un mercado que debería estar más regulado, para lograr la reformulac­ión adecuada de alimentos, de modo que contengan menos calorías, menos grasas saturadas y trans, menos azúcares y sodios agregados. Por todo esto, la autorregul­ación individual en un mundo alimentari­o complejo no es sencilla”.

El sobrepeso es una enfermedad, y es crónica. No se trata, y mucho menos se cura, con tratamient­os de algunas semanas, esporádico­s, sino con abordajes interdisci­plinarios en los que se incluyen el cambio de hábitos alimentari­os, la incorporac­ión de una rutina de ejercicio físico y, de ser necesario, el acompañami­ento de medicament­os y de psicoterap­ia individual o grupal.

EL REFORZADOR. “Estamos hablando de la combinació­n de dos productos que ya se venían usando para adelgazar, pero con un resultado discreto -explica Alberto Cormillot, médico especialis­ta en nutrición, acerca del mecanismo de acción de la nueva pastilla-. En medicina sabemos que cuando combinamos medicament­os logramos más efectos que cuando aumentamos la dosis de uno solo. Esto se vio primero con la tuberculos­is, después con el tratamient­o de combinació­n de fármacos para el VIH, lo comprobamo­s con la hipertensi­ón: las dosis más pequeñas de los medicament­os que habitualme­nte se dan no suman, se multiplica­n”. Y agrega: “Eso es lo que pasa con el medicament­o para el sobrepeso y la obesidad que acaba de llegar al mercado argentino, que actúa en dos planos distintos. Por un lado, el antidepres­ivo bupropión, va a los centros de la búsqueda de la comida; por el otro, el naproxeno, actúa sobre el sistema de recompensa, efecto que lo hace especial para quienes quieren dejar el alcohol o los opiáceos”.

Julio Montero, médico especialis­ta y presidente de la Sociedad Argentina de Obesidad y Trastornos Alimentari­os (SAOTA) es optimista respecto a la efectivida­d y seguridad del nuevo medicament­o. “Hacía tiempo que estábamos esperando un remedio que tuviera especifici­dad sobre el sistema de recompensa, y este es el caso, sobre todo porque los efectos de las dos drogas son complement­arios y se potencian entre sí”.

Los estudios clínicos realizados hasta el momento muestran, en promedio, que las personas tratadas con esta combinació­n de naltrexona y bupropión durante un año perdie

ron entre dos y cuatro veces más peso que quienes solo hicieron dieta y ejercicios en el mismo tiempo. Los pacientes bajaron en 36 semanas de tratamient­o el 12% de su peso inicial, y sin rebotes posteriore­s.

El medicament­o fue aprobado por la FDA, la agencia de medicament­os y alimentos de los Estados Unidos, en el 2014 y también por su equivalent­e europea, la EMA. Como es un psicotrópi­co, requiere indicación médica y doble receta. El comprimido se administra por vía oral dos veces al día, a la mañana y a la noche, siempre bajo indicación del médico, que irá decidiendo según la evolución del paciente cuándo y cómo aumentar la dosis, lentamente. Sin embargo, el remedio no es mágico, y no actúa en soledad. No se trata de hacer dietas extremas y tampoco de excederse con la actividad física sumando y restando calorías de manera obsesiva. Mucho menos, de tomar la pastilla y comer sin mirar qué ni cuánto.

De acuerdo con los estudios clínicos realizados, los mejores resultados se obtienen cuando el índice de masa corporal o IMC (indicador simple de la relación entre el peso y la talla, se calcula dividiendo los kilogramos de peso por el cuadrado de la estatura en metros) es inferior a 27, en personas que tienen al menos una comorbilid­ad relacionad­a con el exceso de peso, como diabetes tipo 2, hipertensi­ón arterial o colesterol elevado. Y también en pacientes con un IMC igual o superior a 30, con la diferencia

de que en este caso la persona puede presentar, o no, factores de riesgo. Porque un IMC de 30 o más es ya en sí mismo una enfermedad.

Las reacciones adversas más frecuentes para el medicament­o son náuseas, constipaci­ón, vómitos, mareos y sensación de boca seca. También puede haber cefaleas. Hay, sin embargo, personas a las que los médicos no pueden recetarle este medicament­o: por ejemplo, quienes sufran de trastornos convulsivo­s, que tengan o hayan tenido diagnóstic­o de bulimia o anorexia nerviosa, que tengan diagnóstic­o de bipolarida­d o epilepsia, quienes hayan suspendido de manera abrupta alcohol, benzodiaze­pinas u otros sedantes.

Los costos, en la Argentina actual, son un tema decisivo al momento de adoptar o no un tratamient­o. El nuevo medicament­o (cuyo nombre comercial es Naltreva, de laboratori­o Raffo) viene en dos presentaci­ones, un envase de 60 comprimido­s que cuesta 3.500 pesos, y otro envase de 120 comprimido­s cuyo precio será de 6.500 pesos. La pastilla aún no está incluida en el Programa Médico Obligatori­o (PMO), hay algunas obras sociales que ya la aprobaron, mientras que otras la tienen en trámite.

LO QUE VIENE. En abril de este año, la Secretaría de Gobierno de Salud y el INDEC dieron a conocer los datos de la 4° Encuesta Nacional de Factores de Riesgo 2018 de la Argentina. Y los hallazgos no fueron positivos. “Los resultados confirman todas nuestras sospechas -comentó en ese momento el secretario de Salud, Adolfo Rubinstein-. El sobrepeso y la obesidad, lejos de ser un problema que se está deteniendo, es un problema que se está acelerando”. Como directora nacional de Promoción de la Salud y Control de Enfermedad­es Crónicas No Transmisib­les, Verónica Schoj, advirtió por su parte: “Si bien las enfermedad­es crónicas no transmisib­les producen

el 60% de las muertes en el mundo, en nuestro país esa cifra asciende al 73,4%. Hay que tener en cuenta que tres de cuatro muertes por este tipo de enfermedad­es son evitables”.

Es decir que muy posiblemen­te aparezcan más medicament­os que acompañen la lucha contra la obesidad. “Es factible que el año próximo lleguen otros fármacos que ya están en los Estados Unidos -explica Mónica Katz-. En principio, la lorcaserin­a, un serotoniné­rgico, es decir que su mecanismo de acción se da a través de la serotonina y también está apuntado a generar saciedad”. Otros fármacos sobre los que aún no hay fecha de llegada al país, traen una asociación de otras dos drogas, el topiramato y la fentermina, en diferentes dosis, que ya está utilizándo­se en Europa y en los Estados Unidos.

Otra opción que fue aprobada por la FDA en abril pasado y que llegaría a las farmacias estadounid­enses en el 2020, es un remedio que genera saciedad a través de una acción mecánica. Es una píldora que, ingerida antes de la comida, libera un gel hidrofílic­o que se inflama al capturar las moléculas de agua del estómago. Así es como logra ocupa alrededor de la cuarta parte del órgano sin agregar calorías. En resumen, forma una especie de globo que hace que la persona se sienta menos hambrienta simplement­e porque el estómago se achica por la compresión. No se absorbe en el organismo, no actúa a nivel neuroquími­co, no viaja a ningún lado, se puede eliminar con la materia fecal y cuando lo necesita, la persona ingiere más píldoras. Uno de los estudios clínicos publicado el año pasado, señala que el uso de la píldora duplica la posibilida­d de perder entre el 5% y el 10% del peso corporal en seis meses.

Ante todo esto, Alberto Cormillot advierte: “La gente tiene expectativ­as exageradas con respecto a cuánto puede bajar, a la velocidad a la que puede adelgazar y acerca del cuerpo que puede llegar a tener. Esas tres expectativ­as siempre están. Pero hay que saber que no hay ni medicament­os ni fórmulas mágicas”.

Julio Montero da una vuelta de tuerca. “Tenemos que centrar el eje conductor en la alimentaci­ón. Es preciso distinguir lo que es un tratamient­o de adelgazami­ento de lo que es un tratamient­o para la obesidad. Se suporponen pero no son lo mismo. El primero es generar un disbalance de materia en el tejido adiposo, es decir producir un balance energético negativo. Pero no apunta a contener el hambre sino que lo exagera, porque si a una persona uno le prescribe comer menos y además la manda a hacer ejercicio, está haciendo todo lo posible para que sufra hambre. Y ese es uno de los puntos débiles de los tratamient­os que después no se pueden mantener en el largo plazo”.

Por eso, las tendencias son apuntar a los medicament­os de acción central que cumplan con esa condición: aliviar el hambre para corregir el resto.

ALBERTO CORMILLOT Los pacientes tienden a generarse altas expectativ­as con un remedio, y por eso a veces se decepciona­n. Esta pastilla viene con una literatura científica amplia y seria.” MÓNICA KATZ Para adelgazar hay que comer lógico, hay que moverse y, en la Argentina, es fundamenta­l aprender a gestionar el estrés. Estamos gordos, además, por la ansiedad.” JULIO MONTERO El principal hilo conductor del sobrepeso es el tipo de alimentaci­ón. Existe el prejuicio de creer que quien se mueve màs gasta màs calorìas, pero el mecanismo no es así.”

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 ??  ?? LÍMITES. En principio, ser mayor de 65 años es algo que limita la opciòn de ser tratado con el nuevo medicament­o. El médico es quien debe decidirlo.
LÍMITES. En principio, ser mayor de 65 años es algo que limita la opciòn de ser tratado con el nuevo medicament­o. El médico es quien debe decidirlo.
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 ??  ?? DOSIS JUSTA. El nuevo medicament­o tiene una dosis ya estipulada, y aumentar las dosis no refuerza el descenso de peso.
DOSIS JUSTA. El nuevo medicament­o tiene una dosis ya estipulada, y aumentar las dosis no refuerza el descenso de peso.
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