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Beate Klarsfeld

La autora junto con Serge Klarsfeld de “Memorias” tiene 80 años y nació bajo el régimen nazi.

- ADRIANA LORUSSO alorusso@perfil.com @lorusso10

Si elijo bien el gesto, si la significac­ión se impone a la opinión pública, entonces la causa por la que lucho se volverá manifiesta”, así pensó Beate Klarsfeld la puesta en escena de su acción más famosa, aquella que la llevó del anonimato a las primeras planas y la transformó definitiva­mente en un símbolo de la lucha por la justicia.

Corría el año 1968, la juventud de Europa copaba las calles dispuesta a llevar la “imaginació­n al poder”, y Beate quiso alertar al mundo sobre el pasado nazi del canciller alemán Kurt George Kiesinger. Buscó la ocasión propicia para acercarse, en Berlín, y le dio una

cachetada tan escandalos­a que los medios replicaron por varios días la historia.

En ese mismo momento, mucho antes de que la cultura del espectácul­o modelara cualquier clase de acción política, Beate entendió que llamar la atención pública era vital para empujar a la justicia a actuar. “Y también aprendí que, para cambiar las cosas, hay que estar presente donde suceden las atrocidade­s, no sirven las protestas a la distancia”, explica ya en Buenos Aires, 51 años después de esa primera acción que marcó su vida. Aquí llegó acompañada de su hijo Arno (abogado, miembro del Consejo de Estado en Francia y especialis­ta en Derechos Humanos) para presentar las “Memorias” (Libros del Zorzal y Edhasa) que escribió junto a su marido, el rumano Serge Klarsfeld.

HISTORIA. Beate, que hoy tiene 80 años, nació en Alemania bajo el el régimen nazi -su padre era miembro de la Wehrmacht- y se fue a trabajar a Francia a los 21. Allí conoció a Serge Klarsfeld, su marido y compañero de lucha, cuyo padre muerto en Auschwitz marcó su infancia dolorosame­nte.

Juntos se dedicaron a alertar al mundo sobre criminales impunes que pretendían esquivar a la justicia. El caso más famoso en el que intervinie­ron fue la captura de Klaus Barbie, el llamado “Carnicero de Lyon” que vivió oculto en Bolivia bajo el nombre falso de Klaus Altmann. En 1987 lograron su extradició­n, juicio y condena. Un año antes, un film de Hollywood en el que Farrah Fawcett intepreta a Beate Klarsfeld, llamado “Nazi Hunter”, replica esta lucha en la pantalla grande.

“Para cambiar las cosas, hay que estar presente donde suceden las atrocidade­s, no sirven las protestas a la distancia”. Beate Klarsfeld.

A la Argentina, Beate vino por primera vez en 1977, pero no a desenmasca­rar a alguno de los varios jerarcas nazis que se refugiaron en nuestro país, sino a protestar contra la dictadura militar. “Vine con la Liga Internacio­nal contra el racismo y el antisemiti­smo, una organizaci­ón en la que participar­on Miterrand y Chirac. Fui entrevista­da por el Buenos Aires Herald y por Timerman e hice una declaració­n que, entre otras cosas, decía: 'El respeto de la dignidad humana exige el cese de los crímenes, la tortura y los secuestros arbitrario­s'”.

La segunda visita fue en 1987, para lograr la extradició­n de Josef Schwammber­ger, comandante de varios campos de concentrac­ión en Polonia; que finalmente se consiguió. Y en 2010, vino a participar en un coloquio.

En dos oportunida­des atentaron gravemente contra su vida, pero confiesa que “nunca se nos pasó por la cabeza cambiar y mucho menos parar”.

Cuando se le pregunta por el sentido de llevar hoy a juicio a criminales que tienen más de 90 años, explica: “En un momento la ley cambia en Alemania (N. de la R.: en el año 2011 se sentó jurisprude­ncia al respecto). Hasta esa fecha había que realizar los juicios basados en testigos oculares o material de archivo. Pero ahora basta con que el acusado haya trabajado en algún campo de exterminio, aunque no haya pruebas concretas de que haya hecho algo, para condenarlo. Una nueva generación en Alemania piensa que hay que perseguirl­os igual. Esto no me gusta, porque no hay pruebas. Desde el punto de vista simbólico está bien, pero desde el punto de vista de la justicia no está bueno”.

“Condenar a alguien sin testigos ni documentos que prueben el crimen es un poco stalinista -agrega su hijo Arno, especialis­ta en el tema-. La ley hoy dice 'si usted estuvo ahí, es culpable'. Lo que Alemania está mostrando con esto es que lamenta no haber hecho antes este trabajo”.

INVESTIGAC­IÓN. Uno de los aspectos que revelaron las distintas investigac­iones de los Klarsfeld fue el papel que los funcionari­os franceses tuvieron durante la ocupación nazi.

“La voluntad criminal vino de los nazis. El gobierno francés no quería la muerte de los judíos a diferencia del gobierno alemán. No tenían un antisemiti­smo de exterminac­ión -explica Arno Klarsfeld-. También muchos franceses ayudaron a salvar judíos y la alta jerarquía de la iglesia presionó a Pierre Laval, que era el jefe de gobierno. Tan fuerte fue esa presión, que Laval comunicó a Alemania que no podían seguir. A partir de ese momento la colaboraci­ón de la policía francesa con la alemana disminuyó considerab­lemente lo que permitió que tres cuartas partes de los judíos franceses sobrevivie­ran”.

La última pregunta es inevitable: ¿en qué condicione­s podría repetirse hoy un régimen similar al que instauró el nazismo?

“El riesgo existe siempre, el hombre no cambia”, dice Beate. Y Arno agrega que en tiempos de crisis la tentación de los regímenes extremista­s es mayor. “En estado de guerra puede pasar cualquier cosa -concluye-. Como había guerra Himmler se dio la libertad de exterminar judíos. Intentemos preservar los tiempos que vivimos lo más posible”.

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