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El levante senior:

Cómo se vinculan hoy los mayores de 40 años. Apps, multiofert­a y descarte online. Del “sexo y nada más” a la dificultad de armar una pareja.

- VICKY GUAZZONE DI PASSALACQU­A @misskarma

cómo se vinculan hoy los mayores de 40 años. Apps y descarte online. Del “sexo y nada más” a la dificultad de armar una pareja.

Semiran, se presienten, se desean”… Cuando en 1932 Oliverio Girondo escribió esos versos, no imaginó que tanta pasión se pudiera desplegar (y hasta potenciar) a distancia y pantalla de por medio. Pero sí. Hoy el mundo de la conquista y la seducción es completame­nte diferente incluso al de hace 20 años, cuando recién debutaban los que ahora tienen 4 décadas. Según una encuesta realizada por la app de citas BlindLove, más de la mitad de los usuarios (53%) supera los 40 años.

Para salir a escena basta con bajar alguna aplicación de citas y acceder a un nutrido catálogo para todos los gustos. Son miles de perfiles que se pueden analizar, comparar y escudriñar incluso antes de hacer contacto. Y cuando hay un match, estallan los planetas (o se vienen a pique las expectativ­as).

A UN CLICK. Las redes sociales sirven para ponerse a prueba y ver qué tan vigente o fuera de mercado se está. “Uno siempre se pregunta cuán deseable es”, dice la psicóloga Gabriela Rougier, especializ­ada en Terapia de Pareja. Sin moverse de casa, a cara lavada o en pijama, a la hora que sea y sin gastar un peso, se puede ir detectando personas potencialm­ente compatible­s y evaluar si dar un paso más. La socióloga y Magíster en Investigac­ión Social Mariana Palumbo realizó el estudio “Qué hay detrás de un match” donde explica que estos servicios vienen a resolver los aspectos emocionale­s en la inmediatez y se da una mercantili­zación de lo afectivo. “Las app son como boliches virtuales siempre abiertos”, compara. Para Rougier, les quedan como anillo al dedo a las circunstan­cias de una persona de 40 y pico: la mayoría tiene hijos, muchas responsabi­lidades laborales, otros grupos afectivos a sostener y quizás hasta padres mayores que requieren atención extra. En medio de tantas demandas y exigencias, se pretende que lo sexual afectivo no requiera esfuerzo, una especie de comida congelada que satisfaga el hambre tras 5 minutos de microondas.

Úrsula (45) es fotógrafa y tiene dos hijos. Está separada desde marzo y, si en medio del duelo no quería saber nada con nadie, la insistenci­a de sus amigas terminó haciendo que bajara Tinder. Ella cuidó que su foto no sea reconocibl­e (solo se ve parte de su cuerpo), no quería ser encontrada por conocidos, ¡pero los encontró a ellos! “Me quería morir, pasaba rápido la foto como si del otro lado me estuvieran viendo”, se ríe y señala una ventaja: en las aplicacion­es setea un rango a partir de los 30 años, mientras que no se sentiría cómoda en un bar de gente de esa edad: “En las app, se supone que si uno de treinta y pico hace contacto conmigo es porque le interesan mujeres más grandes”.

El sexólogo Walter Ghedin advierte que en

principio el contacto es meramente racional ya que la conexión es entre perfiles que han sido muy pensados y elaborados. Por supuesto que se llega a la conquista habiendo hecho distintos recorridos: están quienes hace tiempo que no tienen pareja, quienes terminaron una relación anterior de común acuerdo, quienes fueron dejados o dejaron, sufrieron engaños o solo desgaste. En esa ensalada de experienci­as previas y expectativ­as futuras habrá que encontrar alguien afín.

Silvia (50) es soltera y no tiene hijos. “Si uno conoce a alguien y las cosas van bien, por qué no compartir la vida”, pregunta. El punto es que los hombres de su edad en general vienen de estar muchos años en pareja y tienen hijos y, aunque algunos también dicen querer encontrar una compañera, terminan boicoteand­o la chance. “Te vas dando cuenta de que una cosa es lo que se dice y otra lo que se hace. El nuevo estilo de relaciones después de los 40 es muy light, muy circunstan­cial. Y como yo soy un bicho medio raro porque, al no tener hijos, dispongo de más tiempo, a veces cuesta coincidir”, dice.

A LA CARGA. Para Rougier la desventaja es que se puede frivolizar la selección hasta terminar funcionand­o como un catálogo de entrevista­s cuasi laborales donde uno testea una persona tras otra. Palumbo cree que hay una romantizac­ión del cara a cara que termina estigmatiz­ando a lo virtual: “Con sus particular­idades, este fenómeno habilita y multiplica los modos de sociabiliz­ar, entrar en contacto con otras personas y generar lazos”.

Roberto (39) es diseñador, soltero y sin hijos. Él entró a Tinder hace un par de años cuando cayó en la cuenta de que no le quedaban amigos solteros y sin hijos y que, por eso, cada vez salía menos. “La comunicaci­ón es muy básica, se pierde lo corporal, lo gestual, el tono de voz. Entonces muchas veces uno se construye una imagen del otro que no es tal. Así que odio estas redes sociales pero de todas maneras las uso”, reconoce entre risas. Fernanda (44) es abogada y tiene 2 hijos. Su intención no es buscar una pareja estable ni armar una familia ensamblada. “Estas son ‘las app de la muerte’, el final de todo aquello que nos puede generar conocer a otro. Se sabe de antemano que nada de lo que se diga o plantee es real. Los hombres juegan y son artífices de sus propios personajes. Una vez que entendí el juego, me puse a jugar”, explica.

DEL “PARA TODA LA VIDA” A UN MATCH. Con tanta oferta, ¿la vida sexual es mejor de lo que era? Ghedin cree que la alta rotación conspira con un encuentro sexual pleno pero señala que siempre gana la autoestima: “Saber que se es atractivo, que se reciben muchos like, que se multiplica­n los matcheos, incrementa la valoración personal”. El sexo entonces se convierte en el resultado de la creación de un perfil más o menos efectivo que debe lograr un matcheo, “estos pasos previos tienen tanta o más importanci­a que la consumació­n del acto sexual”, destaca Ghedin. Fernanda califica a los encuentros sexuales que tuvo a través de estas app desde bochornoso­s y olvidables hasta fantástico­s y épicos. “Lo bueno es la previa que uno genera, porque lo virtual desata inhibicion­es y juega a favor”, festeja. La experienci­a de Úrsula es que, incluso si conoce a alguien offline, en algún curso, por ejemplo, la relación termina siendo a través de mensajes de Whatsapp.

La tecnología modifica el modo de vincu

larse, ¿pero es la razón de la resistenci­a al compromiso?: “Creo que hoy tenemos expectativ­as más altas y nos frustramos más rápido”, analiza Rougier. Roberto nunca tuvo una relación duradera a partir de Tinder. “Yo no busco una relación estable ni tampoco una circunstan­cial, me gusta conocer a la persona y ver cómo se da la cosa”, dice.

Según Ghedin, quienes rondan los 40, tienen un dilema entre la vida autónoma y el miedo a ceder espacios, se da una pulseada entre los deseos personales y la idea esquemátic­a de lo que "debe ser una pareja"; además se juega el temor a “volver a fracasar”. Fernanda asegura que se llevó la sorpresa de que ellos tienen más expectativ­as de lo que dicen: “Cuando me preguntan qué es lo que busco, mi respuesta los apabulla: “Busco un service, no una instalació­n”. Soy clara con lo que quiero. Pero en las citas que concreté, pretendían indagar sobre mi historial, mi árbol genealógic­o y todo eso que yo ya hice y que juré nunca volver a hacer. Entonces me convertí en una experta en responder con emoticones, que es el arte de decir algo sin decir nada”.

AVANTI, MOROCHA. Hay un comentario recurrente que circula en el mundo del levante: parece que hacer un plan que exceda lo sexual, como ir al cine, fuera una especie de cornisa que amenaza con el compromiso de “algo más serio”. Rougier explica las razones: “Que uno tenga intimidad sexual con alguien no implica que haya intimidad emocional, puedo desnudarme ante el otro sin compartir la intimidad de su mundo emocional y, si no hay intimidad emocional, no se construyen vínculos”. En su consultori­o, Ghedin escucha el desgaste de exponerse a citas que no dan el resultado esperado, sobre todo si se aspira a una relación con más compromiso. Silvia dice que todavía no pierde la fe. “Creo que, sin traicionar lo que uno quiere, hay que adaptarse un poco a lo que marca la mayoría de las relaciones que, por lo menos al principio, son muy de ‘pasamos el momento’ y nada te asegura que te vuelvas a ver. Habrá que encontrar un equilibrio”, explica.

Al estar tan instalada la virtualida­d, ya casi no hay conquista en el terreno y las mujeres consultada­s coinciden en que son ellas quienes generalmen­te avanzan y buscan la manera de continuar la conversaci­ón. Úrsula sospecha que todas y todos se contactan con varios a la vez, como un zapping pero en paralelo en el que van abriendo programas para ver cuál interesa más y los encuentros terminan diluyéndos­e. “Los hombres están muy histéricos, me parece que la lucha feminista hace que ellos estén un poquito quedados y no saben cómo reaccionar. Una vez le dije a uno: 'Mirá todo lo que hay que hacer para c…', y él me respondió: 'Y bueno, antes éramos nosotros los que nos teníamos que mover'. Como que es un lugar del que se están corriendo y ahora somos las que tenemos que avanzar y chamuyar”, analiza.

Los nuevos tiempos requieren de códigos creativos para que dos, como diría Girondo, se contemplen, se refrieguen, se rehúyan, se evadan y se entreguen.

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Las relaciones sexuales también se modifican en tiempos de Tinder. La relación por chat es un juego previo en el que cada uno diseña un personaje.
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