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Clásica:

Concierto del Monteverdi Choir y los English Baroque Soloists. Dirección: John Eliot Gardiner. Ciclo Grandes Intérprete­s Internacio­nales. Teatro Colón.

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Concierto del Monteverdi Choir y los English Baroque Soloists. Dirección: John Eliot Gardiner. Teatro Colón.

Enla década del 60, John Eliot Gardiner, uno de los máximos referentes de la corriente de interpreta­ción históricam­ente informada, fundó el Monteverdi Choir, un coro sublime con el que, desde sus inicios, abordó la música coral preclásica a partir de un enfoque a la vez riguroso, fresco y sensible.

Gardiner y el coro realizaron finalmente su demorado debut en el Colón junto a miembros de los English

Baroque Soloists, el extraordin­ario ensamble instrument­al también creado por el célebre director inglés. Si bien Gardiner y el coro se han destacado durante estas décadas en un amplio repertorio que se extiende hasta abarcar el siglo XX, para esta primera presentaci­ón en Argentina optaron por volver a las raíces. El programa estuvo completame­nte consagrado a música sacra del barroco, a través de diversos compositor­es de variados estilos. El impacto que provocó el sonido del coro al inicio, con el motete “Jehova, quam multi sunt hostes”, de Henry Purcell, será algo difícil de olvidar. Desde ese primer momento se apreció la homogeneid­ad entre las voces, la maestría en el fraseo y un asombroso dominio de la dinámica. Logran la perfección absoluta. Pero es una perfección que estremece, cargada de elocuencia y expresivid­ad. La Misa a cuatro voces de Monteverdi se escuchó luego en una versión tan deslumbran­te como conmovedor­a.

Todo el concierto estuvo atravesado por el carácter teatral de las obras sacras elegidas. Esos rasgos dramáticos encontraro­n su máxima expresión en el oratorio “Jephte”, de Giacomo Carissimi, centrado en la historia bíblica del capitán del ejército de Israel que, en cumplimien­to de una promesa a Dios, debe sacrificar a su propia hija. Ante las indicacion­es austeras y precisas de Gardiner, el devenir dramático, con la alternanci­a entre el coro y los solistas, fluyó con profunda sutileza, hasta llegar al sentido lamento final.

En la segunda parte, un himno de Purcell se enlazó, sin pausas y de manera magistral, con el Stabat Mater de Domenico Scarlatti. Especialme­nte recordado por sus sonatas para teclado, Scarlatti dejó también varias obras sacras, como esta, que en las voces del Monteverdi Choir se desarrolló con una impactante combinació­n de naturalida­d, introspecc­ión y espiritual­idad.

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IMPECABLE. El concierto estuvo atravesado por el carácter teatral de las obras sacras. Voces homogéneas, maestría en el fraseo y dominio de la dinámica.
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