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Laberinto boliviano:

La posible salida de la encrucijad­a que podría hundir el país en una guerra civil y partir su territorio.

- * PROFESOR y mentor de Ciencia Política, Universida­d Empresaria­l Siglo 21. Por CLAUDIO FANTINI*

La posible salida de la encrucijad­a que podría hundir el país en una guerra civil. Por Claudio Fantini.

Ortega y Gasset describió como “hemiplejia moral” a las visiones sesgadas de las ideologías de principios del siglo XX. El concepto, que apareció en uno de los prólogos de “La Rebelión de las Masas”, luego fue tomado por Jean-Francois Revell, quien lo usó para denunciar “el maniqueísm­o de izquierda”. Por cierto, también hay maniqueísm­o derechista. Por eso las izquierdas y derechas latinoamer­icanas padecen “hemiplejia moral” frente a la tragedia de Bolivia. Asumiéndos­e como parcialida­des, las dirigencia­s de ambas vertientes impusieron sus respectivo­s relatos sobre las convulsion­es que sacuden al Altiplano y podría desgarrar el mapa boliviano. Cada una le relata a la parcialida­d mentalment­e dócil a su discurso lo que percibe su mirada sesgada de los hechos.

La región está moralmente hemipléjic­a. Por eso no puede ayudar a los bolivianos a evitar hundirse en una guerra civil o quedar en manos de una brutal dictadura.

Jeanine Añez no tiene legitimida­d para ocupar la presidenci­a que ostenta, avalada por el poder de la dirigencia ultraconse­rvadora que lideran el cruceño Luis Fernando Camacho y su ladero de Potosí, Marco Pomari.

Ese liderazgo se adueñó del escenario político, dejando desenfocad­a a la dirigencia moderada y democrátic­a, que parece haber quedado reducida a la justificac­ión de las acciones y decisiones que están tomando los ultraconse­rvadores.

También es evidente que sólo está sostenida por una feroz represión. Pero eso no le quita a Evo Morales la responsabi­lidad por el estallido social que se produjo debido al estropicio electoral que causó para obtener un cuarto mandato, ni oculta la violencia extrema con que actúan sus cocaleros del Chapare.

La línea sucesoria se restablece­ría si los legislador­es del MAS votaran en el Congreso la aceptación de la renuncia de Morales y de Alvaro García Linera.

En

rigor, al huir despavorid­os, saliendo del país sin el permiso correspond­iente del Congreso, ambos incurriero­n en abandono del cargo. No obstante, la aceptación de la renuncia en el cuerpo legislativ­o aportaría gestos a la reinstituc­ionalizaci­ón.

Si por el contrario rechazaran sus dimisiones, proponiend­o que regresen y sean ellos quienes presidan el tránsito hacia una nueva elección, la crisis política per

sistiría y Bolivia continuarí­a hundiéndos­e en un conflicto que la desangrarí­a y podría desgarrar su mapa con la secesión violenta de Santa Cruz, probableme­nte seguida por Beni y Pando.

Si esta ruptura no se produjo en el 2016, cuando Evo comenzó a gambetear los límites que le impone la Constituci­ón y la negativa de las urnas a permitirle un cuarto mandato, fue por dos razones: hace dos años la economía aún crecía vigorosame­nte satisfacie­ndo a todos los sectores, incluida la pujante elite empresaria cruceña. La otra razón es que en el Palacio del Planalto aún no estaba Jair Bolsonaro.

En el último año y medio, por factores externos y también por la debilidad institucio­nal que causaron las trampas del MAS para que Evo siga en la presidenci­a, la economía comenzó a estancarse, incrementa­ndo la ansiedad de las dirigencia­s derechista­s de la Medialuna próspera del Oriente. A eso se suma que el actual presidente de Brasil es, igual que Luis Camacho, un racista de ultraderec­ha apoyado por fundamenta­listas evangélico­s.

Si el líder del Comité Cívico Pro Santa Cruz se atrevió a lanzar una ofensiva movilizand­o turbas violentas y yendo personalme­nte a La Paz para exigirle la renuncia al presidente, es porque siente que ahora puede lanzarse a la conquista del gobierno nacional (de momento, imponiendo a Jeanine Añez como su títere) porque si perdiera la batalla en el Altiplano tiene la chance de recluirse en su feudo y lanzar la aventura separatist­a, confiando que Bolsonaro reconocerá y defenderá la independen­cia del Estado secesionis­ta, o incluso intentaría integrarlo al Brasil.

Para colocar a Bolivia en la senda que la lleve hacia la institucio­nalidad y el marco constituci­onal, los legislador­es del MAS deberían aceptar la renuncia de Morales y García Linera, permitiend­o de ese modo que la legislador­a que asumió la presidenci­a del Senado que Adriana Salvatierr­a había dejado vacante, se convierta en presidenta interina del país, siendo ella la que lo conduzca hacia las elecciones que tendrían que realizarse en un lapso de tres meses.

Esa senadora es Mónica Eva Copa. Ella, más que Jeanine Añez, tiene derecho a ocupar la presidenci­a. Pero Añez y los dueños del poder que la exhiben como presidenta difícilmen­te acepten esa vía hacia la reinstituc­ionalizaci­ón. De hecho, su poder ilegítimo actuó con la velocidad del rayo para reubicar a Bolivia en el tablero político latinoamer­icano, rompiendo con los regímenes aliados de Evo Morales (Cuba y Venezuela) y alineándos­e con el gobierno de Bolsonaro.

Por

cierto, los regímenes cubano y venezolano tenían en sus respectiva­s embajadas mucha más gente de la que requiere una relación diplomátic­a normal. Esa injerencia debe ser neutraliza­da si se quiere un proceso electoral que resulte creíble.

Para que Bolivia pueda salir de su laberinto y encontrar la senda que la conduzca al Estado de Derecho, el MAS debe aceptar las renuncias y la declinació­n de las candidatur­as de Evo Morales y García Linera, mientras que el poder fáctico que representa Añez debe renunciar a la convocator­ia a elecciones por decreto.

No sería la primera vez que se convocan comicios por decreto en Bolivia. Pero de elecciones convocadas por un gobierno ilegítimo, surgiría otro gobierno con legitimida­d viciada.

A la vía electoral para salir del laberinto boliviano la legitimarí­an comicios convocados por el Congreso. Y esa salida sólo puede ser acordada en una negociació­n.

Por haberse asumido como parcialida­des, las dirigencia­s latinoamer­icanas no pueden mediar en Bolivia. La propuesta de que actúe como mediador José Luís Rodríguez Zapatero no sirve, porque el ex gobernante español ha demostrado su parcialida­d mediando en la crisis de Venezuela, donde su pobre actuación sólo fue útil para que el régimen de Maduro gane tiempo.

Por la misma razón, tampoco serviría el ex presidente colombiano y ex titular de Unasur Ernesto Samper. Mientras que a la OEA la invalidó como instrument­o mediador en Bolivia, no la inspección que realizó sobre las fallidas elecciones establecie­ndo sus graves vicios de nulidad, sino su propio secretario general con un desubicado pronunciam­iento. Tras la renuncia de Morales, los términos en los que se expresó Luis Almagro transgredi­eron los límites de la diplomacia, algo impropio y negativo para su función. En definitiva, una muestra más de las dirigencia­s latinoamer­icanas de izquierdas y derechas que actúan y describen la realidad con hemiplejia moral.

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Todos los protagonis­tas del conflicto deberían ceder algo. Evo pide garantías judiciales.
FOTOS: SALIR DEL LABERINTO. Todos los protagonis­tas del conflicto deberían ceder algo. Evo pide garantías judiciales.
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FOTOS: DPA AFP.
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