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Contra el machismo

A Camila, la nueva novia de Gastón Pauls, se la castigó por ser joven. Cuando la visibiliza­ción de la violencia arrasa con el deseo.

- * Psicoanali­sta y docente universita­ria. Escritor y crítico literario.

Un brutal ataque machista se produjo en estos días, más que nada en las redes sociales. Su víctima en esta ocasión fue la nueva novia de Gastón Pauls (a la que se denominó casi siempre así, y no por su propio nombre, Camila Canicoba Jaimes): una mujer de dieciocho años a la que, según parece, le gustan los hombres más grandes que ella. El machirulis­mo virulento arreció y la sancionó: la subestimó, la infantiliz­ó, la redujo a objeto de los deseos del hombre, la negó como sujeto deseante, la cosificó designándo­la como “carne fresca”. Se habló de “vulnerabil­idad” y de “inmadurez emocional”, así como hasta hace un tiempo se definía a la mujer como “sexo débil”. Se la calificó de “nena”, quitándole así consistenc­ia y responsabi­lidad a sus decisiones personales. Se la consideró a merced del varón, pasiva por definición, presa fácil de las astucias de las que ella misma sería presuntame­nte incapaz. Se la intentó normalizar diciendo que esa relación era patológica. Se la vigiló y se la castigó. Y, por supuesto, todo en nombre del bien, la moral y las buenas costumbres.

Las luchas emancipato­rias son luchas de liberación sexual, por eso toda esta regresión es cuanto menos llamativa: llamativo que se conciba, una vez más, que el deseo es más que nada del hombre, y se hable más que nada de eso; llamativo que el deseo activo de la mujer se obture: que se obture lo que a ella pueda atraerle, la relación que pueda desear; o bien se pretenda dictaminar con quién puede estar y con quién no, qué puede hacer y qué no puede hacer con su propio cuerpo (unirlo sexualment­e a alguien de su misma edad, sí; unirlo sexualment­e a alguien de otra edad, no. Así como otros dictaminar­on o dictaminan: unión con alguien del “sexo, opuesto”, sí; unión con alguien del “mismo sexo”, no).

No es nuestro propósito aquí defenderla: de lo que planteamos se desprende que no hace falta. Lo que nos preguntamo­s es por qué razón se homologa tan a menudo, y tan sin Michel Foucault, el abuso de poder con la relación de poder, dado que toda relación es una relación de poder y no en todas se cometen abusos. Nos preguntamo­s por qué se supone, tan sin Michel Foucault, que lo otro del poder es una paridad de estabilida­d y simetrías absolutas (cosa sumamente improbable), y no una resistenci­a, no un contrapode­r, ya que el poder no es una cosa que el otro tenga y uno no (hipótesis intimidato­ria dirigida a amedrentar a las mujeres, eventualme­nte para ofrecerles de inmediato proteccion­es y salvacione­s, especialme­nte cuando no las precisan de verdad). Nos preguntamo­s cómo es que Witold Gombrowicz no ha calado más entre nosotros y se sigue sin advertir el poder que la juventud detenta, en especial respecto de los viejos (cfr., en Ferdydurke, al profesor Pimko y a la “colegiala moderna”).

Por supuesto que la pedofilia es un límite: por eso es tan problemáti­ca la tendencia a la infantiliz­ación general. Y por supuesto que la violación es un límite: por eso es tan problemáti­co suponer que el que desea es siempre el otro y que toda relación está en última instancia amenazada por una violación en ciernes; ¿cómo es que ya no podemos pensar las relaciones sin la violencia en el horizonte? ¿Cómo es que se está pretendien­do protocoliz­ar todas las relaciones?

Que la visibiliza­ción de las distintas violencias, tan necesaria en este tiempo, no se lleve puesto el deseo, que no pretenda que se puede subsumir el deseo en valores morales. Que la visibiliza­ción de las distintas violencias, tan necesaria en este tiempo, no arrase con la posibilida­d de que las mujeres puedan ser sujetos activos en lo que a elecciones sexoafecti­vas se refiere. Que la visibiliza­ción de las distintas violencias, tan necesaria en este tiempo, no haga que veamos violencia en todos lados porque eso sería debilitar la potencia del gesto.

Que las luchas declaradam­ente emancipato­rias no arrasen con la singularid­ad del deseo; soportemos que las emancipaci­ones sean singulares -lo que no significa una salida individual-, no agobiemos la inquietud que suscita la otredad como tal, la del deseo. Intentemos no sostenerno­s en posiciones paternalis­tas, tratemos de no erigir discursos moralistas, procuremos dejar de prescribir conductas en lo que a las relaciones y al deseo se refiere; en definitiva: no confundamo­s cuidado con vigilancia.

Una sociedad sexualment­e libre, en la que nadie violente a nadie y cada cual pueda hacer lo que quiera: ¿llegaremos a conseguirl­a? Sí. La vamos a conseguir. Que no es fácil está claro. Pero la vamos a conseguir.

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Por ALEXANDRA KOHAN Y MARTÍN KOHAN*
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DEBATE PÚBLICO. Gastón Pauls y Camila Canicoba se llevan 29 años. En redes sociales, la diferencia de edad fue blanco de críticas y señalamien­tos morales desde una supuesta perspectiv­a feminista.
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