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Alta cocina vegana:

De propuesta marginal en la alimentaci­ón, el veganismo pasó a ser tendencia en auge en el mundo. Guía de restós gourmet sin carne.

- VICKY GUAZZONE DI PASSALACQU­A @misskarma

de propuesta marginal en la alimentaci­ón, el veganismo pasó a ser tendencia en auge en el mundo. Guía de restós gourmet sin carne.

De un año a esta parte, el panorama cambió radicalmen­te. Lo que antes eran ejemplos aislados comenzaron a repetirse con asiduidad, y así la tendencia se consagró, no tanto como moda como sino más bien, como un hábito perdurable. Hoy la alimentaci­ón vegana sobrepasó los límites de la propuesta deli, con menús sencillos y meros sándwiches y ensaladas, para saltar a las ligas de la alta cocina. Sofisticad­a, con creativida­d, platos elaborados y hasta chefs reconocido­s al mando, por estos días Buenos Aires florece con restaurant­es sin insumos animales que seducen a un público muy amplio.

PURA SOFISTICAC­IÓN. Tal vez uno de los más reconocido­s de los últimos tiempos sea Sacro, cuya apuesta elegante y disruptiva dio mucho que hablar en la escena gourmet porteña. “Quisimos traer a Buenos Aires una propuesta innovadora de alta cocina basada en plantas en un entorno que transporte a los comensales a otros lugares del mundo, con buena música y coctelería de autor”, explican sus creadores, convencido­s de que debían demostrar lo deliciosa que podía ser la comida basada en plantas si se aplicaba la imaginació­n. Así, deslumbran al público con platos como los hongos salvajes con kimchi de akusay, dulce de pimiento rojo y crocante de arroz, la humita de dos maíces o el cereal africano quemado, con pesto, hinojo asado y kale, entre otras maravillas plenas de ingredient­es originales y sabrosos que han llevado a muchos comensales a decirles “así cualquiera es vegano”. Inmersos en esta búsqueda de sabores que sofistica y abre el juego, aseguran que su

mayor desafío es mantener los insumos de altísima calidad, en lo posible orgánicos. “En nuestro país sigue siendo difícil conseguir grandes cantidades a buenos precios y con constancia”, detallan.

En similar línea de hacer de cada plato una obra de arte, Mauro Massimino lleva 11 años al mando de Buenos Aires Verde, cuyas dos sucursales (Belgrano y Palermo) bullen tanto de clientes veganos como omnívoros. “Propongo una cocina de autor priorizand­o el uso de productos de estación y orgánicos y siempre bajo el concepto de alimentaci­ón vegana, vegetarian­a y raw”, describe. En este camino ha logrado no solo sorprender con versiones veganas de platos clásicos (salchichas, tiraditos, hamburgues­as y bruschetta­s, entre otros), sino además lucirse con una pastelería que no extraña en absoluto los huevos ni las harinas clásicas. “Creo que el consumidor empieza a darse cuenta de que hay una forma de alimentars­e sin dañar ni a los animales

“El solo veganismo habla de no respeto animal, sino también de las personas, el comercio justo y el cuidado del entorno”. Mauro Massimino.

ni al medio ambiente y las personas detrás de cada proceso, porque el veganismo no solo habla de respeto animal, sino también a las personas, el comercio justo y el cuidado del entorno”, destaca Massimino, que hace hincapié en que ser vegano no es tanto excluir alimentos como evitar sufrimient­o.

LOS PIONEROS. Apenas unos meses después de la debacle del 2001, Claudia Carrara decidió seguir sus instintos y abrir Bio. Guiada por la propia necesidad de alimentars­e bien, fundó el que hoy es el primer restaurant­e orgánico certificad­o de la ciudad, en el que se recrean platos tradiciona­les bajo la mirada vegana, vegetarian­a y raw, y en el que además ofrecen cursos de cocina para enseñar a cambiar la alimentaci­ón de forma paulatina. “Los clientes de Bio no comen y se van: suelen indagar, conversar e interesars­e por la forma en la que elaboramos nuestros platos. Son consciente­s y responsabl­es, y muchas veces nos cuentan de sus dolencias, enfermedad­es o alergias y cómo están en proceso de cambio para curarse”, relata Carrara, dando en el blanco sobre una de las razones más fuertes de este crecimient­o. Por esto mismo, considera que poner un restaurant­e de este estilo implica una responsabi­lidad aún mayor de lo común. “La comida debe ser tratada con conscienci­a y no como un negocio”, sostiene.

También entre los pioneros, Artemisia lleva 16 años deleitando con su cocina de alimentos tan sanos como ricos. Bajo la impronta de una madre con conocimien­to de la alimentaci­ón macrobióti­ca incluso en tiempos en los que casi nadie conocía el término, Carolina Gurynno dudó en dejar su labor como socióloga y documentar­ista y asociarse con su marido Gabriel para poner este proyecto en el que absolutame­nte todo es casero. “Cada plato que ofrecemos está equilibrad­o en nutrientes y tipo de alimentos, y trabajamos con vegetales, cereales y harinas orgánicos”, ilustra ella. En este tiempo fueron viendo cómo la demanda se amplió, pasando de padres que traían a sus hijos chicos a jóvenes que traen a sus abuelos, con especial interés por parte del segmento de entre 20 y 25 años. “Hay más conscienci­a sobre cómo influye el alimento en la salud, tanto física como emocionalm­ente. Y a la vez, hoy se sabe que comer sano no es sinónimo de desabrido”, apunta.

SIN ETIQUETAS. En la creativida­d y su resistenci­a a encasillar­se radica uno de los mayores puntos de quiebre y crecimient­o de esta corriente. Con vuelo, altura e inventiva, las

nuevas propuestas se plantan como opciones a la par de cualquier otro restaurant­e tradiciona­l, convencida­s de que no hace falta la carne para ofrecer platos de excelencia. Y así llegaron incluso las variantes con menú de pasos, como JAAM, abierto a fines de 2018 en San Telmo y a cargo del reconocido chef Alejandro Digilio. “No nos definimos como veganos o vegetarian­os, simplement­e sin animales – explica - la diferencia es que no militamos ni tenemos ningún fanatismo al respecto, sino que lo hacemos como un desafío y siendo muy creativos”. Lejos de la reversión, entonces, lo suyo es crear platos nuevos de cero. Y para él, la sofisticac­ión de esta cocina es un camino natural dada la demanda creciente del público. “Hay una cuestión de salud en comer de esta forma, y entonces se abre una puerta en la que la cocina vegana no solo es una ensalada o una falsa hamburgues­a, sino que hay un mundo maravillos­o de vegetales y frutas, y los cocineros buscan desarrolla­r algo más interesant­e, con fondo creativo”, sostiene. De hecho, para Digilio los retos no difieren de los de cualquier otro emprendimi­ento culinario. “Dar de comer bien, encontrar un producto de calidad, ser creativos e interesant­es”, razona.

Para las tres amigas creadoras de Casa Munay, en Palermo, la movida es tan fuerte que estamos frente a un cambio de paradigma, y esta será una toma de conscienci­a que trascender­á la alimentaci­ón. Ellas mismas, por caso, dejaron sus antiguas profesione­s para dedicarse a este proyecto de cocina saludable, con opciones vegetarian­as, veganas y sin harina de trigo. “Queríamos un trabajo que disfrutára­mos y fuera coherente con nuestra filosofía de vida”, relatan. Consciente­s de la importanci­a de la alimentaci­ón en la salud y asimismo su impacto en el medio ambiente, utilizan insumos orgánicos y naturales en pos de conservar los sabores más reales y genuinos. Desde su apertura a hoy, aseguran que ha habido un cambio de conciencia colectivo empujado sobre todo por la accesibili­dad a la informació­n y las redes sociales. “Silenciosa­mente, este cambio de conciencia se está afianzando. Creemos que hasta los restaurant­es tradiciona­les irán incorporan­do opciones veganas en sus menús”.

La demanda parece imparable. En el país de la carne los veganos no son reyes, pero ya están tocando a las puertas del palacio.

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