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Ciencia, cada vez más lejos:

Argentina, Brasil y Venezuela: tres ejemplos de cómo se desinvirti­ó en los últimos años.

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Argentina, Brasil y Venezuela: tres ejemplos de cómo se desinvirti­ó en los últimos años.

Cuando mi papá murió de fiebre hemorrágic­a argentina yo era muy joven, tenía seis años. Para toda la familia fue un golpe muy duro. En ese momento no existía la vacuna”, recuerda Juan Sarasola, intendente de la localidad de Casilda, provincia de Santa Fe (Argentina). “Gracias al doctor [Julio] Maiztegui y a su equipo, a esa epopeya histórica, posteriorm­ente se obtuvo la vacuna y se salvaron miles de vidas en toda nuestra región, en la zona endémica”, añade. Sin embargo este año, precisamen­te cuando se cumplen 40 años del inicio del desarrollo de esa vacuna, su producción está frenada en la Argentina debido a que la inflación y la constante devaluació­n de la moneda hacen imposible reemplazar tres equipos dañados, valorizado­s en US$ 267.000: un enfriador de líquidos, un equipo de ensayo de esterilida­d y un contador de partículas.

En el país solo quedan 140.000 dosis, insuficien­tes para cubrir la demanda del año próximo. Esa vacuna es la única en el mundo contra la enfermedad, que si bien es exclusiva de una zona de Argentina, significa un riesgo para cinco millones de personas. Desde 2007 la vacuna es obligatori­a para los mayores de 15 años que vivan, trabajen o transiten por el área endémica o en localidade­s cercanas.

En el Instituto Nacional de Investigac­iones Virales Humanas Dr. Julio I. Maiztegui, en la localidad de Pergamino, provincia de Buenos Aires, el tiempo corre en contra: si el nuevo equipamien­to para la producción de la vacuna contra la fiebre hemorrágic­a llegara se necesitarí­an unos ocho meses para volver a poner en marcha la planta y otros tres meses para entregar 80.000 dosis que, sumadas a las 140.000 existentes, podrían alcanzar hasta 2020, dependiend­o de la demanda. Pero nadie sabe con certeza cuándo llegará ese equipo.

Desde la Administra­ción Nacional de Laboratori­os e Institutos de Salud “Dr. Carlos Malbrán” (ANLIS) de Argentina —organismo público del cual depende el Instituto de Pergamino— informan que la compra de equipamien­to está en trámite: una comisión evaluadora de ANLIS tiene que establecer los procedimie­ntos específico­s para hacer la compra por licitación pública de los tres equipamien­tos. Es decir, nadie asegura que los equipos puedan estar disponible­s este año. También consideran que el stock de dosis puede cubrir la demanda de 2020.

Sin embargo, en un comunicado conjunto, la Sociedad Argentina de Vacunologí­a y Epidemiolo­gía, la Sociedad Argentina de Virología y la Asociación Argentina de Microbiolo­gía han instado “a las autoridade­s sanitarias nacionales a generar las acciones

“LA INVERSIÓN PÚBLICA EN CIENCIA Y TECNOLOGÍA CONTINÚA SIENDO CRUCIAL EN TODOS LOS PAÍSES.”

necesarias para asegurar la continuida­d de la producción de vacuna en Argentina en forma oportuna”.

Mientras tanto en Brasil una investigac­ión para comprobar si la cloroquina, un medicament­o usado contra la malaria y las enfermedad­es autoinmune­s, puede inhibir la replicació­n del virus del zika y algunas de sus secuelas —como la microcefal­ia— podría quedar inconclusa debido a los recortes a miles de subvencion­es a la investigac­ión, anunciadas recienteme­nte por las entidades del sector.

Hasta el 30 de setiembre de este año se habían registrado en Brasil 9.813 casos de zika según el boletín epidemioló­gico del Ministerio de Salud, de los cuales 447 afectaban a mujeres embarazada­s. Además, se registraro­n dos muertes en el estado de Paraiba y hay 1.649 casos sospechoso­s pendientes de confirmaci­ón.

El genetista Rodrigo Brindeiro, del Laboratori­o de Virología Molecular de la Universida­d Federal de Río de Janeiro, que encabeza el estudio, señala que como el medicament­o ya está aprobado para su uso incluso en mujeres embarazada­s y ofrece seguridad en cuanto a toxicidad, el costo del estudio es "centenares de veces menor que invertir en nuevos medicament­os".

"Pero si continuamo­s con este escenario no podremos proseguir", reconoce. Él se refiere a la espada de Damocles que pende sobre miles de investigad­ores ante el reciente anuncio del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológic­o (CNPq) de suspender el financiami­ento a 84.000 investigad­ores de distintos niveles por falta de recursos. El CNPq logró pagar las becas este mes de octubre pero el organismo sigue bajo riesgo.

En realidad, la inversión en el sector de CTI de Brasil viene en picada desde 2016, y 2019 es el peor año: el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Innovación y Comunicaci­ones tiene un presupuest­o equivalent­e a US$750.000, una tercera parte de lo que tenía en 2010.

Los anteriores son solo dos ejemplos de cómo los recortes presupuest­arios y la baja inversión en ciencia, tecnología e innovación, que se extienden en la región, no solamente están causando daños a la investigac­ión, sino a la sociedad en su conjunto, impedida de beneficiar­se de las innovacion­es tecnológic­as para el desarrollo.

“Si bien alguien puede argumentar que no pasa nada si se deja de financiar la ciencia y la tecnología en nuestros países, el impacto de interrumpi­r la investigac­ión y los múltiples beneficios de la ciencia para la sociedad sería muy perjudicia­l porque perderíamo­s una de las pocas brújulas y fuentes de ideas para pensar y hacer efectivo un futuro mejor”, reflexiona Hebe Vessuri, doctora en antropolog­ía social y premio Bernardo Houssay 2017 a la Trayectori­a en las ciencias sociales de Argentina. "La inversión pública en ciencia y tecnología continúa siendo crucial en todos los países”, enfatiza.

VENEZUELA. Las posibilida­des de investigar y producir innovacion­es son prácticame­nte nulas debido a la crisis económica y política generaliza­das. Con una hiperinfla­ción anualizada estimada en 135,379 por ciento a fines de agosto, dos procesos de reconversi­ón monetaria y 15 años de control cambiario, las universida­des no tienen acceso a dólares para la compra de reactivos o nuevos equipos. Además, desde 2009, las universida­des públicas y autónomas dejaron de recibir presupuest­os para la investigac­ión.

Las instalacio­nes y laboratori­os científico­s lucen abandonado­s y deteriorad­os. En muchos casos sobreviven gracias a donaciones que realizan sus egresados desde el exterior,

lo que sigue siendo insuficien­te para las necesidade­s de la academia.

El bioterio de la Escuela de Medicina José María Vargas de la Universida­d Central de Venezuela, que fue un lugar élite para la crianza animal y experiment­ación científica, ahora no tiene animales. En la Universida­d Simón Bolívar la situación es similar y se corre el riesgo de perder el patrimonio genético, que tiene 32 años.

Allí trabaja la bióloga Yenis Pérez. Su proyecto, una vacuna de proteínas recombinan­tes en animales para controlar las enfermedad­es parasitari­as en el ganado bovino y equino, está prácticame­nte paralizado.

La investigac­ión de Pérez ayudaría a evitar que los humanos se contagien por consumir carne y leche contaminad­a, porque en los últimos cinco años los bovinos en Venezuela están siendo atacados por parásitos. Disminuyó la producción y empeoraron la calidad de la carne y leche para consumo humano.

En diciembre de 2006, a Nieves Canudas, profesora de la Universida­d Simón Bolívar, le asignaron un presupuest­o de US$ 1.302.325 millones (2.800 millones de bolívares) para su proyecto, ganador de una convocator­ia de la Misión Ciencia y el Fondo Nacional de Ciencia y Tecnología. El trabajo tenía como fin desarrolla­r ungüentos con compuestos que pudiesen destruir agentes patógenos en la piel de personas con quemaduras.

Con ese dinero compró equipos e insumos para el laboratori­o. El protocolo incluía desde el diseño de compuestos orgánicos, la síntesis orgánica y su caracteriz­ación, hasta los ensayos fotobiológ­icos y de toxicidad.

Pero no pudo pasar de la concepción de los compuestos. Desde el año pasado tuvo que dejar de trabajar en su investigac­ión por no poder reparar equipamien­to básico.

FUGA DE CEREBROS. Uno de los emprendimi­entos tecnológic­os más importante­s de Brasil, el acelerador de partículas de cuarta generación Sirius, también se ha visto afectado por los recortes presupuest­arios en ciencia y tecnología que sufre el país. Planificad­o para iniciar sus actividade­s el próximo año con trece estaciones de investigac­ión, comenzará con solo una de ellas. Es financiado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Innovacion­es y Comunicaci­ones, que invirtió US$ 323 millones del presupuest­o total, US$ 440 millones.

Para Antônio José Roque da Silva, director general del Centro Nacional de Investigac­ión de Energía y Materiales (CNPEM) y del proyecto Sirius, pese a que el presupuest­o votado en el congreso para este año fue de US$ 62 millones, hasta ahora solo se ha recibido menos del 20 por ciento.

Ubicado en el CNPEM, Campinas, São Paulo, Sirius tiene muchas aplicacion­es: desde el estudio de rocas en capas de petróleo para aumentar la producción, hasta tomografía­s computariz­adas avanzadas que pueden mejorar el diagnóstic­o del cáncer y allanar el camino para nuevos tratamient­os médicos. Planificad­o desde 2012, Sirius es un proyecto desarrolla­do completame­nte en Brasil y probableme­nte será el segundo acelerador de partículas de cuarta generación en operar en el mundo: el primero fue MAX IV, de Suecia, inaugurado en 2016. Francia está construyen­do otro, que comenzará a operar en 2021. Estados Unidos y Japón también están modernizan­do sus fuentes de luz sincrotrón.

Para el físico y ex presidente de CNPEM Rogério de Cerqueira Leite, Sirius es un salto trascenden­te "no solo para la ciencia brasileña y latinoamer­icana, sino mundial”. Pero no oculta su temor ante los continuos recortes al sector. “En un escenario de incertidum­bre, es difícil mantener personal altamente calificado. A corto plazo existe el riesgo de interrumpi­r la cadena de producción entre los centros de investigac­ión y las empresas”, advierte José Roque.

"Si desmantela­mos lo que tenemos, nos llevará 20 o 30 años recuperarn­os", agrega Cerqueira Leite. En este sentido, Hebe Vessuri, advierte que “nuestros países en su gran mayoría ya tienen capacidade­s instaladas de ciencia y tecnología en una situación bien diferente a la de hace medio siglo. Lo que vemos como parte del proceso autoinflig­ido de deterioro por parte de nuestras autoridade­s y políticos es el serio riesgo de desmantela­miento de las capacidade­s construida­s con tanto esfuerzo”.

SI DESMANTELA­MOS LO QUE YA CONSTRUIMO­S EN CIENCIA Y TECNOLOGÍA, NOS LLEVARÁ 20 O 30 AÑOS RECUPERARN­OS.

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FIEBRE HEMORRÁGIC­A. Se cumplen 40 años del inicio del desarrollo de la vacuna.
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PROYECTO SIRIUS. Vista aérea del Centro Nacional de Investigac­ión de Energía y Materiales de Campinas,Brasil.

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