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La caída del señor feudal:

Construyó poder durante sus 12 años de gobierno en Tucumán. Pero lo hizo con aprietes, denuncias de acoso, nepotismo y manejo de la caja. El símbolo de un sistema de impunidad.

- GISELLE LECLERCQ DELFINA TREMOUILLE­RES gleclercq@perfil.com @gisellelec­lercq @dtremou

durante 12 años construyó un imperio en Tucumán que le permitió manejar el poder político, económico y judicial de la provincia. Perfil y actitudes misóginas que lo hacían sentirse dueño de las mujeres. La

denuncia de su sobrina, el último puntapié hacia su ocaso.

Supo

ser el hombre más fuerte de Tucumán. Tan respetado como temido, José Alperovich gobernó la provincia como si fuera de su propiedad y, luego de tres mandatos consecutiv­os, continuó su liderazgo desde el Senado de la Nación. No había nada que se le escapara. Con el respaldo nacional, que le permitió ejercer el mando a su antojo, transformó a la provincia en una especie de Macondo: en cada institució­n, en cada municipio y en cada organismo influyente, se las ingenió para ubicar a una persona de su extrema confianza. En casi veinte años, se convirtió en el verdadero amo de su tierra. Pero el poder nunca es infinito y el señor feudal cayó en desgracia. La derrota en las últimas elecciones lo había dejado en el piso, pero el golpe final vino desde donde menos lo imaginaba: su propia familia. La denuncia por abuso sexual en su contra que presentó en la Justicia una de sus sobrinas, lo derrumbó.

En su demanda, la joven de 29 años no solo señaló a Alperovich como un violador. En una carta que difundió a los medios, aseguró que los abusos habrían ocurrido durante más de un año y que más de uno lo sabía: “No podía salir sola del encierro porque sabía que tras la primera puerta había caseros, y policías y custodios armados. Todos sabiendo lo que estaba pasando adentro y cuidando las fronteras de él”, escribió.

NOTICIAS consultó a 10 personas que conocen los entretelon­es del poder tucumano y al propio ex gobernador. Todos coinciden en que el relato es, de entrada, verosímil. Ninguno dice haberse sorprendid­o al conocer el caso.

En Tucumán, y también en los lugares que frecuentab­a Alperovich en Buenos Aires, su trato hacia las mujeres era tema de conversaci­ón. Cada vez que aparecía una chica en una reunión de Gabinete, en un evento social o en recorridas territoria­les, Alperovich siempre daba la nota: que si era linda, que si la pollera le quedaba bien, que si el escote resaltaba. El tono, siempre, como si fuera un chiste. Y, alrededor, un séquito de aplaudidor­es lo festejaba.

Quienes lo conocen, cuentan que

Alperovich dispuso de todo como si fuera propio: desde las cajas públicas o los cargos estatales hasta las mujeres. En la provincia, las avanzadas y los comentario­s fuera de lugar de Alperovich son vox pópuli. Las historias de infidelida­des se mezclan con los tejes políticos y el temor a hablar es una constante. “¿Quién garantiza que se investigue algo si tiene personas que trabajan para él en los tres poderes? Acá no habla nadie”, confiesa un periodista tucumano que prefiere reservar su identidad.

De hecho, hasta ahora, ninguna denuncia lo había golpeado. Las sospechas por corrupción tienen larga data y acumulan expediente­s en la Justicia, donde jamás se presentó a declarar. También salió ileso -al menos por ahora- en la investigac­ión por la muerte de Paulina Lebbos, la joven que murió en una fiesta organizada por “los hijos del poder” y que salpicó a Daniel, uno de sus hijos (ver recuadro). Sus detractore­s más fuertes dicen que no sólo gozó de impunidad y protección durante el kirchneris­mo sino también en los años de Cambiemos. En el Senado duermen cuatro pedidos de desafuero en su contra que jamás avanzaron.

El caso de su sobrina se difundió mientras el ex gobernador vacacionab­a en Miami, desde donde ensayó una primera respuesta. En sus redes sociales desmintió la acusación y reveló el nombre de la joven, que se

mantenía en reserva. En un intento por mostrarse fuerte, afirmó que no iba a dejar su cargo en el Senado y que, a pesar de todo, planeaba asistir a la asunción de Alberto Fernández. Días después terminó por oficializa­r un pedido de licencia por seis meses y, en el peronismo, ya le empezaron a soltar la mano.

LA EXPLOSIÓN. El viernes 22 de noviembre el caso tomó estado público a través de una carta abierta escrita por la joven denunciant­e. “Durante un año y medio, mi tío violentó mi integridad física, psicológic­a y sexual”, aseguró. Los hechos habrían sucedido entre diciembre del 2017 y mayo de este año. El vínculo que unía a la denunciant­e y a Alperovich era personal (el padre de la mujer es primo hermano del ex gobernador) y laboral (ella trabajó bajo su mando desde diciembre del 2017 hasta mayo de este año). La denuncia no fue solamente pública sino que ese mismo viernes fue presentada en la Justicia de Tucumán y en la de Capital Federal, los dos lugares donde habrían sucedido los hechos.

“No queríamos que saliera a la luz y que el lunes todo el mundo se hubiera olvidado”, explicó a NOTICIAS la vocera de la denunciant­e, Milagro Marione. La presentaci­ón judicial de la mujer no fue un arrebato ni estuvo improvisad­a. Se pensó durante meses el cómo y el cuándo. El relato es crudo: “No quería que me besara. Lo hacía igual. No quería que me manoseara. Lo hacía igual. No quería que me penetrara. Lo hacía igual. Inmoviliza­da y paralizada, mirando las habitacion­es, esperando que todo termine, que el tiempo corra”.

Marione contó que la joven tardó en poder renunciar a su trabajo y que, cuando finalmente tomó el coraje, su cuerpo ya le estaba pasando facturas: “Había bajado más de 10 kilos, había perdido las uñas, el pelo. Estaba muy estresada”. Y, lo primero que hizo fue buscar ayuda. Habló con su familia íntima y comenzó a asistir a grupos de mujeres víctimas de violencia. “Quería escucharla­s pero iba sin decir nada. Sabía que si decía el nombre, exponía a otras personas”, agregó la vocera.

DEFENSA COMPLICADA. Alperovich intentó despegarse del asunto con una serie de tuits y contrató un abogado de forma inmediata. Mariano

Cúneo Libarona, que se hizo cargo de su defensa, dialogó con NOTICIAS y aseguró: “Él va a demostrar su inocencia, estamos estudiando el tema. Tiene testigos, tiene mensajes de texto, cámaras. Está a disposició­n de la Justicia y estamos estudiando el tema”.

Más allá de la palabra del abogado, no hubo en esta semana voces fuertes que respaldara­n al senador. Tres

“ÉL VA A DEMOSTRAR SU INOCENCIA. TIENE TESTIGOS, MENSAJES DE TEXTO Y CÁMARAS ”, DICE CÚNEO LIBARONA, EL ABOGADO DE ALPEROVICH.

de sus cuatro hijos lo apoyaron. El mayor, Gabriel, le dedicó un posteo en Instagram y dijo que “todo esto es una gran mentira”. Sarita Alperovich (que acaba de asumir como legislador­a), replicó los tuits de su padre. Mariana, la más desconocid­a del clan, escribió en Facebook: “Como mujer me solidarizo con las víctimas y sobrevivie­ntes de violencia de género. Pero en este caso, en esta denuncia falsa, plagada de mentiras y manipulaci­ones, yo creo en mi papá”, publicó y agregó: “Además, conozco a la denunciant­e y también sé lo que vivió y con quién lo vivió”.

El silencio de la esposa del senador, Beatriz Rojkes, llama poderosame­nte la atención. Defensora acérrima de su marido en todos los embates de los últimos años, ahora nadie sabe qué piensa (ver recuadro).

VOX POPULI. El impacto que generó la denuncia podría entenderse por el movimiento de mujeres en Argentina y por cómo cambió el tratamient­o a estas denuncias luego del caso de Thelma Fardin.

Sin embargo, no es suficiente. Que la historia haya resultado tan verosímil, incluso para personas que conocen a Alperovich, tiene que ver con su fama. Uno de los ejemplos más claros se vio en la entrevista televisiva que le hicieron los periodista­s Indalecio Sánchez y Carolina Servetto meses atrás. El senador no tuvo reparo en hacerle chistes desubicado­s a la mujer.

Todo quedó registrado. Según pudo saber NOTICIAS, la incomodida­d ya había empezado fuera de cámara, ni bien Alperovich llegó al estudio y la empezó a “avanzar”.

En la prensa tucumana todos cuentan que esto es así. De hecho, entre colegas siempre se advertían evitar entrevista­s a solas con el ex gobernador. “Es un desaforado, nadie lo puede frenar”, reconoce alguien que lo conoce. Una anécdota puede sintetizar esta idea: “Hace un tiempo, en la casa de su ex secretario privado, hizo una reunión para agasajar a todas las periodista­s mujeres, las únicas invitadas. Una no quiso ir porque conocía cómo era. La llamaron hasta la madrugada para intentar convencerl­a. Le mandaban mensajes”.

Las historias se repiten de boca en boca: “Una amiga hizo la facultad con una de las hijas de él y siempre contó lo mismo. Ir a estudiar a su casa era incómodo, cada vez que las veía llegar las acosaba, era desagradab­le. Después de ir un par de veces, no volvieron más”, cuenta un tucumano. Otro, que ocupa un cierto lugar de privilegio y conoce el funcionami­ento del poder local, aporta lo suyo: “Si estaba en una reunión de Gabinete y entraba la secretaria, le pasaba la mano por la pierna. Los que estaban ahí se reían”.

MISMOS MODOS. La impunidad con las mujeres, dicen sus detractore­s, es la misma con la que gobernó. Hombre que sabe jugar a las traiciones de la política, empezó su carrera en el radicalism­o, saltó al peronismo, traicionó a su antecesor en la Gobernació­n, Julio Miranda, y empezó a construir su propio poder en 2003. Hoy las cosas se le volvieron en con

tra: quien fuera su vicegobern­ador, Juan Manzur, cortó con él y lo derrotó en las últimas elecciones.

Alberto Lebbos, el padre de la joven asesinada en 2006, vivió en carne propia el rigor de la impunidad: “Una vez fui a la Legislatur­a y me dijeron ‘callate hijo de puta, te vamos a matar’ en plena sesión. En estos años recibí amenazas telefónica­s y en la calle”, contó.

El ex fiscal anticorrup­ción de Tucumán, Esteban Jerez, aseguró que tuvo que dejar su cargo debido a las presiones. Desde su rol, cuestionó una de las políticas más emblemátic­as de Alperovich: la creación del Pacto Social y Económico, que le quitó la autonomía económica a los municipios y creó una única caja que el gobernador administró como quiso. Jerez inició investigac­iones por ese tema, por el manejo discrecion­al del avión sanitario -que Alperovich y su familia usaba para irse de vacaciones- y por un plan de viviendas.

Ninguna avanzó.

EL CLAN PARTIDO. Los Alperovich­Rojkes acaban de sufrir un embate que nunca esperaron. En Tucumán, siempre tuvieron la imagen de ser una familia unida que jamás se iba a romper. Tanto es así que tíos, primos, y cuñados, conseguían los beneficios de un cargo estatal. Sin embargo, la paz familiar culminó.

En el entorno de la joven sabían que las consecuenc­ias iban a ser fuertes. Esta semana se difundiero­n fotos suyas en las que se la acusa de ser

“sugerente”, se habla de un intento de extorsión a Alperovich, que se prostituía o que era su amante. Incluso, en las redes circulan videos íntimos dudosos. Una defensa de manual. Ahora será la Justicia la que decida la suerte de este señor feudal caído en desgracia.

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En Tucumán, hay miedo de hablar. Pero todas las fuentes consultada­s coincidier­on en afirmar que Alperovich es desaforado con las mujeres.
MODALES MACHIRULOS En Tucumán, hay miedo de hablar. Pero todas las fuentes consultada­s coincidier­on en afirmar que Alperovich es desaforado con las mujeres.
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ESCÁNDALO. La vocera de la sobrina de Alperovich, Milagro Mariona, habló con los medios. Hubo marchas. El senador publicó el nombre de la víctima.
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IMPERIO CONYUGAL. Los Alperovich­Rojkés ocuparon altos rangos e hicieron una gran fortuna con sus negocios.
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