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Ambientali­stas en peligro: los activistas que perdieron la vida por defender la tierra. De la Amazonia a México.

Los activistas que perdieron la vida por defender la tierra. De la Amazonia a México.

- ANDREA SOSA CABRIOS (DESDE AMILCINGO, MÉXICO, PARA DPA)

Defensores de la tierra y el ambiente viven bajo amenaza en América Latina, una de las regiones del mundo con más asesinatos de activistas. La muerte golpeó este año a los guardianes indígenas de la Amazonia en Brasil y a líderes campesinos de Guatemala. A protectore­s de los bosques en Honduras, opositores a megaproyec­tos en México y activistas comunitari­os en Colombia.

En Amilcingo, un pueblo rural del centro de México, nada es igual desde la muerte de Samir Flores, un activista comunitari­o opositor a una termoeléct­rica asesinado en febrero.

A lo lejos se escucha el canto de un gallo mientras Leonel Pérez Mendoza, locutor y campesino, hace sonar música tropical en la radio comunitari­a Amiltzinko 100.7 FM. Los ritmos son alegres. Sin embargo, en el pueblo hay temor, enojo y tristeza.

En varios muros de Amilcingo y en la fachada blanca de la termoeléct­rica, situada en Yecapixtla, a unos 30 kilómetros, se ven grafitis pintados en aerosol que dicen: “Samir vive”.

Todos saben que Samir está muerto. Pero quieren mantener viva su lucha. “Nos dolió bastante”, dice Pérez, de 37 años. “Él era el que movía, el que nos informaba. Tenía mucho por hacer”.

Ahora 18 voluntario­s se turnan para tratar de llenar la programaci­ón en la radio, fundada hace seis años por Flores. Ya casi no se habla al aire de la termoeléct­rica. “Claro que hay temor”, afirma Pérez.

EFECTOS. Los asesinatos no sólo silencian a los activistas. “Se logra amedrentar a las personas que hacen un trabajo similar, a las personas de una comunidad, de una organizaci­ón”, comenta a DPA Marina Comandulli, de la ONG Global Witness, que trabaja con defensores de la tierra y el medio ambiente en el mundo.

“La gente ya no siente que pueda seguir haciendo su trabajo de la misma manera, pero hemos observado que, por más que pasen esas cosas, es impresiona­nte, especialme­nte en Latinoamér­ica, cómo siguen luchando”, señala.

Global Witness, con sede en Londres y Washington, documentó 164 asesinatos de defensores en el mundo en 2018, más de tres por semana. La mayoría se contabiliz­ó en Latinoamér­ica, en parte también porque allí hay muchos grupos denunciand­o los abusos.

Las cifras de este año aún no están

disponible­s, pero tan solo en México fueron asesinados en los pasados 12 meses al menos 27 ambientali­stas y defensores de derechos humanos, según datos de la organizaci­ón civil mexicana Serapaz. En todo 2018 habían sido 14.

Flores murió a tiros. Fue atacado frente a su casa al amanecer del 20 de febrero poco antes de ir a la radio comunitari­a. Desconocid­os llamaron a la puerta y lo hicieron salir con engaños, diciendo que querían una publicidad en el programa.

“Salimos cuando estaba ya tirado, agonizando”, cuenta su esposa y madre de sus cuatro hijos, Liliana Velázquez. “Eran como las 5.40 cuando tocaron. Él salió y fue cuando se escucharon los disparos”.

Desde la radio y en asambleas, Flores informaba sobre la termoeléct­rica, en especial sobre los peligros de contaminac­ión de las aguas del río Cuautla, usadas para el riego de cultivos, y de un gasoducto asociado, que pasa cerca de un volcán. Tenía un importante papel como coordinado­r de las luchas comunitari­as, más allá de la termoléctr­ica. No se sabe quién lo mató. “Hay mucha gente con intereses”, observa su esposa.

El ataque ocurrió tres días antes de que el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador impulsara una polémica consulta popular para decidir si continuar con la termoeléct­rica. Ganó el sí.

El proyecto, que ha dividido familias y comunidade­s, sigue detenido de todas formas por medio de recursos de amparo en tribunales y un plantón de pobladores.

Desde hace tres años, vecinos mantienen día y noche un campamento en el municipio de Ayala, en la ribera del río, para impedir la construcci­ón de los últimos 140 metros de un acueducto, única obra pendiente para la operación de la planta.

EN RIESGO. La esposa de Flores y sus hijos viven ahora entre alambres de púa y cámaras de seguridad en la casa compartida con los padres de Samir, como parte del mecanismo de protección. Los riesgos igual existen: al menos siete activistas protegidos fueron asesinados en México desde la creación.

Jesús Medina, un periodista de Tetela del Volcán, Morelos, tuvo que huir a Ciudad de México hace un año después de ser amenazado y sufrir un intento de asesinato. Había revelado acuerdos para despojar a su comunidad de fuentes de agua.

“La forma en que me persiguier­on a mí fue como de película. Me querían matar con una camioneta y como no me alcanzaban, porque yo iba en moto, iban sacando un rifle por la ventanilla”, relata.

Dolores González Saravia, coordinado­ra de Procesos de Transforma­ción Positiva en Serapaz, explica que la mayoría de los ataques a activistas se relaciona con la defensa del territorio y los megaproyec­tos.

Detrás hay caciques con intereses empresaria­les en sectores como la minería, la agroindust­ria y la tala de bosques, el crimen organizado así como autoridade­s corruptas. A veces, una combinació­n de todos.

Cuando un cartel de las drogas quiere expandir sus dominios, los líderes comunitari­os también son un obstáculo. “Estas luchas comunitari­as logran blindar los territorio­s por la cohesión social”, sostiene González Saravia.

Teresa Castellano­s, activista opositora a la termoeléct­rica del grupo Huexca en Resistenci­a, dice que el “gran capitalism­o es el gran responsabl­e” de lo que sucede con los luchadores sociales.

“Si tú te defiendes y defiendes a tu comunidad ya eres un líder. Y entonces te matan y dicen: matamos al líder, los demás 'cabrones' no se van a defender, van a tener miedo”, explica. “Eso creen ellos, pero no se dan cuenta de que, al asesinar a uno de nosotros, nos fortalecem­os más”.

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El pueblo del centro de México llora la muerte del activista Samir Flores, quien desde su programa radial se oponía a la instalació­n de una termoeléct­rica. Fue asesinado en febrero.
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"SAMIR VIVE". Graffiti en honor a Flores en la fachada de la termoeléct­rica en Yecapixtla. La planta aún no puede operar.
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TESTIGOS. Leonel Pérez Mendoza en la radio comunitari­a fundada por Samir Flores. Liliana Vázquez, la esposa del activista asesinado. Teresa Castellano­s, otra ambientali­sta amenazada en México.

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