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Espumantes. La fórmula infalible:

La suma del suelo, la uva y la tecnología hacen de la Argentina un productor de excelencia. Las mejores opciones para experiment­ar.

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el suelo, la uva y la tecnología hacen de la Argentina un productor de excelencia. Las mejores opciones.

Aquellos mayores de 35 años segurament­e recuerden al francés Charles Aznavour vestido con un smoking impecable, llenando copas mientras cantaba uno de los jingles más pegadizos de la televisión argentina de finales de los años ‘70. ¿Quién pudo olvidar a Monitor, el Señor Champagne? Las burbujas eran sinónimo de glamour y de lujo, de mujeres como Audrey Hepburn en “Desayuno en Tiffany’s” o Marilyn Monroe en “Ellos las prefieren rubias”. Ya lo decía Coco Chanel, “solo bebo champagne en dos ocasiones, cuando estoy enamorada y cuando no lo estoy”. Pero nunca fue una bebida exclusiva de las mujeres. Hasta James Bond prefería las burbujas y las bebió en todas sus películas. El champagne es la bebida de los ganadores, de los podios, de los grandes eventos, se bebe en la cubierta de un yate que pasea por el Mediterrán­eo. El gran desafío que enfrenta el champagne es acercarse al consumidor, sacudirse ese halo de exclusivid­ad y volverse accesible sin perder su esencia. Y lo está logrando.

Aclaremos primero algunos puntos esenciales. Aunque en la Argentina no se respete demasiado la regla, para que un champagne pueda llevar ese nombre tiene, entre

otras cosas, que haber sido elaborado en la Champagne, una región ubicada al norte de Francia. Allí plantaron las primeras vides los romanos mientras atravesaba­n Europa en plena conquista del mundo. Y allí se inventó a fines del siglo XVIII, el método que logró convertir un vino “tranquilo” en una de las bebidas más emblemátic­as del mundo. La región de la Champagne se convirtió rápidament­e en la Meca de las burbujas, que se bautizaron con el mismo nombre. En España se lo conoce como “cava”; en Alemania es “sekt”; en Italia, “prosecco”; en el resto de Francia, “crémant” y en la Argentina, a falta de un nombre mejor, se lo denomina simplement­e “espumante”. En Francia se beben aproximada­mente 7 botellas de burbujas por año por persona, en Inglaterra un poco menos de una y en la Argentina, con números en ascenso, superamos una botella por año per cápita. Ese crecimient­o tiene varios motivos. Por un lado, la aparición de bebidas como el Apéritif o el Délice que ayudaron a descontrac­turar el consumo de espumantes, para que dejaran de ser solo para entendidos y ocasiones especiales y se instalaran en las barras del after office. También son la puerta de entrada para aquellos a quienes aún les cuesta beber espumantes.

CONSUMO. “Hay que estar atento al consumidor para poder darle lo que busca”, opina Onofre Arcos, quien fuera uno de los cuatro Chef de Cave que tuvo Chandon, el primero argentino y uno de los hombres que más sabe de burbujas en nuestro país. “Hace unos años sacamos Délice, un espumante muy innovador para los que no les gustaba el tradiciona­l

El frío, la amplitud térmica, la recolecció­n manual y una enología de precisión le dieron a la Argentina grandes resultados en el mundo.

–recuerda–. Luego lanzamos Apéritif, para los que buscan lo amargo pero combinado con lo dulce que viene de la mano del revival de los aperitivos. Éstos espumantes se pueden tomar con hielo, con pomelo, con naranja o como les guste”.

A mediados del siglo XX quedó claro que la Champagne no iba a poder abastecer de burbujas de calidad a todo el mundo. Con la misión de explorar para encontrar otros lugares donde elaborar espumante, el prestigios­o enólogo de la Maison Möet&Chandon, Renaud Poirer, partió a explorar el mundo. Sus viajes lo llevaron hasta Mendoza y fue en Agrelo, al pie de la cordillera y a 980 metros de altura, donde en 1958 encontró lo que estaba buscando. Allí instaló la primera Maison de Champagne fuera de Francia y junto al Barón de Ladoucette crearon una bodega elaborador­a de espumantes en medio del desierto. Se plantaron clones del chardonnay y del pinot noir francés y comenzó una nueva etapa para los espumantes nacionales.

En los ‘70, Chandon crea la categoría Extra Brut, en los ‘80 el Brut Nature y años más tarde el Brut Nature Rosé. Hoy tienen el viñedo más alto de Mendoza, a 1650 metros. El frío, la amplitud térmica, la recolecció­n manual de las uvas y una enología de precisión y no intervenci­onista le dio a la Argentina grandes resultados. “Mandamos nuestros espumantes a los concursos más reconocido­s internacio­nalmente –cuenta Hervé BirnieScot­t, Director de Estates&Wines de Möet Henessy Argentina–. Hace dos años, en una cata a ciegas donde se tomaron los mejores espumantes del mundo, ganamos el campeonato mundial de los rosados con nuestro Brut Nature Rosé y este año ganamos una medalla de oro con el Cuvée Pinot Noir como el mejor espumante argentino”.

Los espumantes nacionales se caracteri

Los espumantes nacionales se caracteriz­an por su costado fresco, la intensidad de la fruta, una acidez marcada pero muy amable en boca.

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FOTOS: GENTILEZA CHANDON. (BEBER CON MODERACIÓN. PROHIBIDA SU VENTA A MENORES DE 18 AÑOS)
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