Cómo van a gobernar:
Cómo se repartirán el Gobierno. Los “bochados” de CFK. Causa común contra el “lawfare”. El poder hipnótico de Alberto sobre ella.
las diferencias y los consensos entre CFK y Alberto. La lista de “bochados” del Gabinete y el caso Guillermo Nielsen. Causa común: frenar la embestida judicial contra los K.
Martín Guzmán no solo es un desconocido para el gran público. Hasta que Alberto Fernández lo confirmó como ministro de Economía, ni siquiera sus colegas del Gabinete sabían de él. Muchos lo vieron por primera vez el martes 10 de diciembre, en el Congreso, cuando el nuevo Presidente tomó juramento y Guzmán se acomodó entre los ministros que se sentaron a su derecha.
Durante la jura, un hombre que manejará una caja clave dentro del área económica expresó su desconcierto ante NOTICIAS en uno de los balcones de la Cámara: “Espero que en estos días Guzmán me llame para juntarnos, tenemos que empezar a trabajar juntos y necesito saber cuál es su plan”.
NOTICIAS: ¿No hablaron aún? Funcionario: No. Lo de él fue una decisión de último momento.
En efecto, Guzmán no era la primera opción de Alberto Fernández, cuyo principal referente económico desde hace rato es Guillermo Nielsen. Pero había un problema: Cristina Kirchner.
Veinte días antes de la asunción, cuando la vicepresidenta regresó de ver a su hija en Cuba y recibió en su departamento de Recoleta a Alberto, varios de los nombres sugeridos por él fueron tachados, entre ellos el de Nielsen, con quien CFK mantiene viejas diferencias. Cuando Fernández salió de ese encuentro y los periodistas lo abordaron en la calle, explotó: ¿quién les había avisado de esa reunión? Desconfiaba de todos.
“Charlamos de cuestiones personales”, minimizó ante los reporteros. Y cuando le preguntaron por el Gabinete, respondió: “Ya básicamente está”. Solo había que barajar y dar de nuevo tras la bolilla negra de su coequiper.
La historia es ilustrativa para entender cómo CFK y Alberto armaron el nuevo Gobierno y se repartirán el
poder de ahora en más.
REPARTO. En el equipo de Alberto hay quienes ya no niegan, en estricto off, que existió realmente una lista de “bochados” por Cristina. “Es lo que le pasó a Nielsen y a otros como Martín Redrado, que sonaba para el Banco Central”, explican. Son personas que arrastan históricos problemas con la ex presidenta, que “no olvida fácil”, según los albertistas. Esas fuentes recuerdan la promesa inicial del cristinismo, que decía que la vicepresidenta se contentaría con copar las listas del Congreso y luego le dejaría las manos libres a Fernández para el armado del Gabinete. “Igual, salimos bastante bien parados. Casi todo el equipo es Alberto puro”, se consuelan.
A simple vista, el bando del Presidente es mayoritario. El mencionado Guzmán es tropa propia –fue reclutado por su colega de
Producción, Matías Kulfas– y luego están el jefe de Gabinete Santiago Cafiero, su vicejefa Cecilia Todesca, el canciller Felipe Solá, Nicolás Trotta en Educación, Claudio Moroni en Trabajo, Marcela Losardo en Justicia, Gabriel Katopodis en Obras Públicas, Ginés González García en Salud, Matías Lammens en Deportes y Turismo, Mercedes Marcó del Pont en la AFIP, María Eugenia Bielsa en Vivienda y Hábitat, Gustavo Béliz en Asuntos Estatégicos, Julio Vitobello en la Secretaría General de la Presidencia, Miguel Pesce en el Central, Victoria Toloza Paz en el Consejo de Políticas Sociales, Daniel Arroyo en Desarrollo, Juan Manuel Olmos como jefe de asesores, Vilma Ibarra –la ex de Alberto– en la Secretaría Legal y Técnica, Victoria Donda en el INADI, Rosario Lufrano en Radio y Televisión
Argentina, Juan Pablo Biondi en Comunicación Pública, el massista Mario Meoni en Transporte, Malena Galmarini –la mujer del tigrense– en AYSA y hasta Nielsen en YPF, su premio consuelo tras quedar descartado para Economía.
Del lado cristinista están Eduardo “Wado” De Pedro como ministro del Interior, Agustín Rossi en Defensa, Sabina Fréderic en Seguridad, Luis Basterra en Medio Ambiente, Roberto Salvarezza en Ciencia y Tecnología, Luana Volnovich en el PAMI, Alejandro Vanoli en ANSES y Carlos “El Chino” Zannini como procurador general, es decir, jefe de los fiscales.
Justamente Zannini es otra de las “sugerencias” que Fernández debió aceptar antes de asumir, pese a que dijo que lo había propuesto él para ese cargo y no CFK, la protectora del “Chino”. También intentó explicar que el pulgar para abajo que recibió el massista Diego Gorgal en Seguridad fue decisión suya y no de
Cristina, quien no termina de perdonar al ex intendente de Tigre por las barbaridades que, según los cables revelados por WikiLeaks, dijo de ella y su difunto marido ante la Embajada norteamericana. Massa, según esos documentos, trató a Néstor de “psicópata” y a Cristina de “sometida”.
Con el relegado Nielsen los problemas también vienen de lejos, de cuando el economista renunció junto con su referente Roberto Lavagna al gobierno K en 2005. Y tampoco ayudó que, en medio de la reciente campaña, Nielsen se metiera con el mimado de CFK, Axel Kicillof, a quien trató de “ignorante” y de “marxista disfrazado de keynesiano” en un reportaje con el diario Perfil. Fue demasiado para la jefa.
El escritor y ex embajador Jorge Asís también coincide en que hubo bolilla negra de Cristina para más de uno, incluido Florencio Randazzo, a quien Alberto pretendía integrar a su equipo. Asís reprodujo la frase de CFK para cerrarle la puerta a uno de los desechados: “A ese no lo quiero ni como chofer”.
Cuando los medios hablan de esas imposiciones, Alberto hace sentir su incomodidad. Necesita afirmarse ante la opinión pública como un Presidente autónomo. Días atrás, en el canal C5N pasaron un informe en el que recordaban la frase del jefe de Estado luego de que el cristinismo llenara las boletas legislativas: “El Gabinete lo voy a armar yo”, había dicho Fernández para mostrar su autoridad. Por pedido de él, dicen en el canal, ese informe salió raudamente del aire.
Un amigo suyo cuenta lo que el Presidente responde cuando alguien se refiere a lo que dice o hace “la jefa”.
“Yo no tengo jefa”, contesta él.
Está en un una situación algo incómoda –que a la vez es una oportunidad–, en un rol de equilibrista que debe contentar al mismo tiempo a la platea del cristinismo duro y a los votantes menos ideologizados, aquellos que volvieron al peronismo no por amor a Cristina, sino por espanto a Macri. Pero su expertise es justamente esa: convencer, negociar, lograr acuerdos.
La noche del 10, en el escenario montado en la Plaza de Mayo, Cristina le hizo una advertencia pública: “Presidente, confíe siempre en su pueblo. Ellos no traicionan, son los más leales, solo piden que los defiendan y que los representen. No se preocupe, Presidente, por las tapas de un diario, preocúpese por llegar al corazón de los argentinos”. Le estaba pidiendo que en un futuro no des