LO QUE HAY QUE EVITAR
Para entender los desafíos económicos de Alberto Fernández conviene detenerse en entender dónde estamos. Desde la perspectiva de la segunda década del siglo, la economía transita la siempre dolorosa fase de ajuste de severos desequilibrios macroeconómicos, que en conjunto suelen disparar una crisis: el déficit fiscal y el externo, lo primero debido principalmente al rezago tarifario y lo segundo, al cambiario. El plan “tarifas y tipo de cambio baratos para todos y todas” no suele durar.
El sinceramiento cambiario y tarifario en curso trae beneficios en tanto evita entrar en trayectorias de atraso cambiario y tarifario que terminan en crisis. Pero también contiene riesgos y costos que la política pública debe administrar: un fuerte impacto negativo en el nivel de actividad, una aceleración en la inflación y una mayor fragilidad en los perfiles de deuda pública.
Cuando estos riesgos se materializan, la macroeconomía se desestabiliza y aparecen nuevos desafíos de política pública. No hace falta recurrir a la imaginación para entender esto: es lo que ocurrió durante el gobierno de Macri –en particular, desde el acuerdo con el FMI–. Pero la corrección de desequilibrios no terminó y, al mirar al nivel de actividad, la inflación y la deuda, queda claro que la estabilización tampoco está asegurada.
Allí es donde aparece Alberto. Lo primero que enfrenta son restricciones. Primero, seguir con la corrección de precios relativos: las tarifas deberán seguir subiendo y el tipo de cambio también. Segundo, evitar que se espiralice la inflación. Tercero, minimizar los costos sociales del ajuste. Cuarto, eludir el default de la deuda pública.
Existe un esquema de política macroeconómica que permite administrar estas restricciones para empezar a crecer hacia fin de año. Es un esquema integral y coordinado en todas las esferas de la política macro (fiscal, monetaria, de deuda, salarial), que privilegia en el corto plazo aspectos macroeconómicos (precios relativos y deuda pública), limita el financiamiento monetario del déficit, implementa reglas fiscales con sesgo anticíclico y aplica políticas específicas y focalizadas para compensar a los que más golpeados. Los lineamientos presentados por el ministro Guzmán van en este sentido, aunque chocarán con la noción general –y entendible– de “poner plata en el bolsillo de la gente”. Veremos cómo sigue.