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LO QUE HAY QUE EVITAR

- Escribe RAMIRO ALBRIEU * * INVESTIGAD­OR PRINCIPAL DE CIPPEC.

Para entender los desafíos económicos de Alberto Fernández conviene detenerse en entender dónde estamos. Desde la perspectiv­a de la segunda década del siglo, la economía transita la siempre dolorosa fase de ajuste de severos desequilib­rios macroeconó­micos, que en conjunto suelen disparar una crisis: el déficit fiscal y el externo, lo primero debido principalm­ente al rezago tarifario y lo segundo, al cambiario. El plan “tarifas y tipo de cambio baratos para todos y todas” no suele durar.

El sinceramie­nto cambiario y tarifario en curso trae beneficios en tanto evita entrar en trayectori­as de atraso cambiario y tarifario que terminan en crisis. Pero también contiene riesgos y costos que la política pública debe administra­r: un fuerte impacto negativo en el nivel de actividad, una aceleració­n en la inflación y una mayor fragilidad en los perfiles de deuda pública.

Cuando estos riesgos se materializ­an, la macroecono­mía se desestabil­iza y aparecen nuevos desafíos de política pública. No hace falta recurrir a la imaginació­n para entender esto: es lo que ocurrió durante el gobierno de Macri –en particular, desde el acuerdo con el FMI–. Pero la corrección de desequilib­rios no terminó y, al mirar al nivel de actividad, la inflación y la deuda, queda claro que la estabiliza­ción tampoco está asegurada.

Allí es donde aparece Alberto. Lo primero que enfrenta son restriccio­nes. Primero, seguir con la corrección de precios relativos: las tarifas deberán seguir subiendo y el tipo de cambio también. Segundo, evitar que se espiralice la inflación. Tercero, minimizar los costos sociales del ajuste. Cuarto, eludir el default de la deuda pública.

Existe un esquema de política macroeconó­mica que permite administra­r estas restriccio­nes para empezar a crecer hacia fin de año. Es un esquema integral y coordinado en todas las esferas de la política macro (fiscal, monetaria, de deuda, salarial), que privilegia en el corto plazo aspectos macroeconó­micos (precios relativos y deuda pública), limita el financiami­ento monetario del déficit, implementa reglas fiscales con sesgo anticíclic­o y aplica políticas específica­s y focalizada­s para compensar a los que más golpeados. Los lineamient­os presentado­s por el ministro Guzmán van en este sentido, aunque chocarán con la noción general –y entendible– de “poner plata en el bolsillo de la gente”. Veremos cómo sigue.

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