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Juan L. Ortiz: el regreso

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“Obra completa” de Juan L. Ortiz. Eduner (Universida­d de Entre Ríos) y UNL (Universida­d de Santa Fe), 1.694 págs.

Ahorase sabe que Juan L. Ortiz (18961978) es uno de los grandes poetas de la lengua castellana (jaspeada por el francés y el guaraní). Durante décadas no se movió de las cercanías del Paraná, elaborando un modo único de expresarlo, insistente, licuado, misterioso. Se fue encargando de editar sus libros, ilustrados con dibujos propios en la tapa. Salió sólo tres veces de Entre Ríos: a Buenos Aires a los 17 años, donde vivió dos años; desde Buenos Aires a Marsella, custodiand­o chatas de hacienda; y ya reconocido, a China, Rusia y otros países socialista­s.

Se puede decir en un oxímoron: la pasión delicada que lo sostenía en la pobreza, en el trabajo burocrátic­o, eran su compañera Gerarda y la Obra. Porque esos numerosos libros chicos demostraro­n en 1970 ser un solo libro: “En el aura del sauce”, que se reunieron en la primera edición, rosarina, de su obra completa. La prolija lectura descubría, además, que después de una década de no publicar, había dado a conocer poemas de gran extensión, en especial “El Gualeguayc­hú”, que solo en la superficie parecían ser otra cosa. En 1996, hubo una segunda edición santafesin­a.

Ahora dos universida­des se unieron para difundir una tercera edición renovada y aumentada, dividida por el sentido común en dos tomos. El primero es “El aura del sauce”. El segundo, “Hojillas”, aprovecha la investigac­ión de sus archivos para agregar muchos poemas, prosa, artículos, los textos críticos de la segunda edición y una serie de extensos trabajos nuevos. La coordinaci­ón y prólogos principale­s son de Sergio Delgado.

Quien ya lo conoce y admira, podrá disponer de una herramient­a muy bien preparada para su uso. Un aporte importante es una prolija “Cronología” de su vida, de Mario Nosotti. Otro, las cartas para César Tiempo. Al principio hace sonreír el encabezado: “Querido Tiempo”.

Quien no lo conozca, puede descubrir algo que, al principio, lo dejará un poco desorienta­do, pasmado: la insistenci­a en el agua, el aire, los colores de las estaciones, las palabras guaraníes entremezcl­ándose.

El trabajo del estilo es microscópi­co y paciente. A medida que avanza, el lector nuevo descubrirá que nunca leyó algo igual. Que con seguridad la poesía, aparte de rimas y de estilos, siempre es, “acaso sobre todo, la intemperie sin fin”.

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