La convergencia milagrosa
Salida de la deuda, de la cuarentena y de la depresión económica: la "excepción argentina" a la que le reza el Presidente para 2021.
Con la misma fe nacionalista de los que se congratulan por tener Papa peronista, reina holandesa propia y un Messi en el podio mundial, el Gobierno apuesta a salvarse con la supuesta “excepción argentina”. Alberto Fernández mantiene la esperanza de que la nueva oferta de su ministro de la deuda, Martín Guzmán, esta vez sí, alcance para convencer a los acreedores, y esa aceptación ponga en marcha un proceso de recuperación económica asistida por la comunidad política y financiera global, conmovida o asustada por el “leading case” argentino. Según esta visión incubada en Olivos, la alarmante depresión argentina hace buena sinergia con el bajón global causado por la pandemia, y esa convergencia catastrófica serviría, paradójicamente, para sensibilizar a los poderosos del mundo y persuadirlos de resetear el capitalismo internacional empezando por Buenos Aires. Ojalá que Dios sea argentino. De
un milagro así también depende la salida exitosa de la cuarentena argentina, que se destaca en todo el planeta tanto por su duración como por sus buenos resultados parciales en número de contagios y muertes por Covid-19. La nueva cifra de riesgo país que agita el oficialismo y asusta a la mayoría es el porcentaje de camas de terapia intensiva ocupadas. La convergencia milagrosa esperada por el Gobierno es que, justo cuando esté por colapsar el sistema sanitario, los casos de contagio y de infectados graves toquen el famoso “pico” y empiecen a rebotar hacia abajo. A partir de ese escenario de “V invertida”, podría empezar a prepararse la pospandemia, rezando por una recuperación en “V” de la actividad económica.
Otro escenario epidemiológico posible y benévolo sería que las terapias intensivas nunca colapsen, pero que los contagios y enfermos de Coronavirus sigan llegando por goteo grueso a los hospitales hasta fin de año: esa meseta eterna suena piadosa desde el punto de vista médico, pero a esta altura del parate productivo nacional, promete un crack económico que también mete miedo, y no solo electoral.
Y hablando de elecciones, la otra pata de la convergencia milagrosa que alienta al Presidente es la chance de que, a pesar de los pronósticos sombríos que auguran los índices económicos, apenas afloje la pandemia se verifique la reactivación rápida que algunos analistas calculan para cuando la inversión y el consumo se liberen del corset de la cuarentena. Aquí se sueña con la idea de que la explosión consumista y productiva reprimida neutralice el estallido inflacionario que muchos temen, en un año de superemisión monetaria. Otro milagro argentino que necesita el Gobierno para mirar con optimismo las legislativas del 2021.
Por las dudas, Máximo Kirchner junto a Sergio Massa y el núcleo joven que rodea a Cristina Fernández tienden puentes (o túneles subterráneos, mejor dicho) con la parte del establishment más proclive a negociar cualquier cosa con el poder de turno con tal de -como decía CFK- seguir “llevándosela con pala”. Los ideólogos del “Estado presente” tienen muchos pesos recién horneados para ofrecerle a ricos y pobres, para recrear la mítica alianza de clases a la que se aferra el peronismo cuando las clases medias están muy enojadas con la performance populista. Con la cantidad de pobres necesitados de auxilio estatal, y la de ricos asustados por la megacrisis pero a la vez atentos a las oportunidades del río revuelto, esa fantasiosa convergencia de clases podría alcanzarle a la coalición oficialista para encarar el próximo año electoral con cierto margen de maniobra.
Aeso hay que sumarle otra coincidencia feliz que espera el kirchnerismo: que las causas que van tomando forma en Tribunales contra el macrismo logren empastar la reconstrucción del arco opositor tras la derrota de hace medio año. El rol de Mauricio Macri es clave para la suerte tanto de la oposición como del experimento albertista. No es lo mismo que el expresidente resuelva dar un auténtico paso al costado para oxigenar la sucesión del liderazgo PRO, a que se atornille al sillón fantasma de líder opositor, con la ayuda tácita del oficialismo, tal como hizo Cristina desde el 2015, con el auspicio de la usina estratégica macrista. Si Juntos por el Cambio no logra reproducir su magia de convergencia electoral en 2021, entonces podría suceder que parte de esa clase media huérfana de representación le prendiera una vela al Estado de Bienestar K, presa de un síndrome de Estocolmo derivado de la pandemia.
Con tanta dependencia de milagrosas coincidencias, el “gobierno de científicos” se parece cada vez más a una secta de brujos y hechiceros palaciegos. Se trata de una fórmula que, hay que reconocerlo, los peronistas con memoria setentista conocen como la palma de sus manos.