LA FUNDACIÓN
ani se enfrenta al callejón sin salida y sale por arriba. Durante la debacle de 2001, nació el posgrado en Logística que luego se transformó en una licenciatura (en convenio con la UTN). “También ahí nos impulsó la crisis. Hay que buscarle la vuelta y mirar el lado positivo. Creo que la vida es eso: buscarle la vuelta”. Una definición que también aplica al arte: buscarle la vuelta a la abrumadora cotidianeidad, encontrar profundidad y espesura hasta en lo más trivial. “Clorindo dijo: 'Esto tiene que ser una casa viva', y yo tomé ese concepto. ¿Qué quiere decir eso? Que tenemos que hacer diferentes actividades, con las distintas disciplinas del arte, daremos cursos y nos apoyaremos en la tecnología y en la ciencia para ir creciendo hacia dónde va el mundo”, afirma.
APROVECHAR RECURSOS. En el año 2000 la Fundación empezó a buscar un espacio donde establecer su sede. Al ver el viejo edificio sobre la calle Pedro de Mendoza al 1900 quedaron convencidos de que ese era el lugar. La Boca conserva la historia de la inmigración, el aire italianizado, los colores de Quinquela. Los conventillos bien saben que la creatividad nace de los límites: están hechos a partir de las chapas y de la pintura sobrante de las embarcaciones y construidos sobre pilotes para esquivar la inundación. Son ejemplo de sustentabilidad espontánea. En este edificio se usaron materiales locales y simples, pero se tomó la precaución de hacer paneles de aislación lo suficientemente sólidos como para evitar pérdidas de frío y de calor y depender lo mínimo posible de los aires acondicionados.
“Hacemos un gran foco en aportar a la sustentabilidad y al cuidado ambiental. Tenemos disposiciones rigurosas en torno a eso y tratamos de aplicarlo en los edificios que hacemos, en este caso la sede de la fundación, al igual que aggiornar los ya existentes”, explica Carlos Santa Cruz, arquitecto del Grupo Logístico Andreani.
Con la recesión del 2001, el proyecto quedó pospuesto. La sorpresa fue que el viejo edificio había sido un astillero, el taller de varios artistas –entre ellos, de Rómulo Macció- y hasta una taberna. Pensaron alternativas para reciclar la edificación e incluso hicieron estudios para restaurarla. Después de algunas conversaciones, en 2005, fueron a ver a Clorindo Testa para que comenzara con el anteproyecto. “En cuanto nos recibió, ya
María Rosa de Andreani dirige la institución que entrega todos los años el Premio Andreani a las Artes Visuales. En este espacio funcionarán las actividades culturales, educativas y sociales de la Fundación.