Trump, a la deriva
El presidente está en problemas. Informes de inteligencia y libros lapidarios se suman a errores que debilitan su chance de reelección.
Aizquierda y derecha, sólo los liderazgos exacerbados que tocan emociones que abarcan desde odios políticos hasta fobias recalcitrantes, pueden retener el apoyo de porcentajes sociales considerables. Demagogos de izquierda y derecha que gobiernan mal y dividen a la sociedad, seguirán siendo electoralmente fuertes a pesar de los desastres que provoquen, porque produjeron adhesión emocional en quienes necesitan ver reflejados en el poder sus amores políticos y sus aborrecimientos sociales.
El problema de esos liderazgos es que, por ineptitud y por sectarismo, terminan perdiendo el apoyo mayoritario y sólo pueden retener el poder si la oposición se atomiza por tener líderes mediocres que ponen sus codicias políticas por encima de la necesidad de derrotar al personalismo divisivo y tóxico que gobierna.
Fue lo que le permitió al kirchnerismo volver al poder en Argentina y a Jair Bolsonaro ganar en Brasil. Igual que Donald Trump, sus liderazgos generaron adhesiones emocionales. Pero no está claro que los jefes de la Casa Blanca y el Planalto puedan retener sus presidencias en las urnas. Quien está más complicado es Trump, porque tiene las urnas demasiado cerca como para revertir la colección de errores y estropicios que ponen en duda su reelección.
Sin carisma ni energía y con un discurso vaporoso, la carrera de Joe Biden en el escenario político debiera cotizar poco en este tiempo de actuaciones potentes. Sin embargo, a pocos meses de los comicios, encabeza esas luminosas carteleras que son las encuestas.
Si un actor de reparto que sólo ha tenido discretas apariciones secundarias, derrota a un protagonista histriónico y estridente de la escena del poder, el resultado no refleja virtudes del vencedor sino defectos del vencido. Cuando
en su marcha hacia las urnas de noviembre aparecieron libros que estallan como minas, se revelaron también las conversaciones telefónicas con líderes extranjeros en las que Trump dice cosas que jamás debe decir un presidente. Lo que el jefe de la Casa Blanca habría dicho a otros líderes, como Xi Jinping y Vladimir Putin, sólo puede tomarse como prueba irrefutable de una pavorosa incapacidad para entender el rol y la responsabilidad de un presidente.
Esas revelaciones demuestran que la comunidad de inteligencia considera a Trump un peligro para la seguridad nacional. Lo confirma la filtración del documento sobre los presuntos pagos de Rusia a los talibanes para que maten efectivos norteamericanos en Afganistán. La CIA y el Pentágono saben que eso es posible porque es lo que hacía Washington en los años 80: pagaba por cada efectivo soviético que mataran a los mujaidines tadyicos de Ahmed Masud, el legendario Léon de Panshir, así como también a los milicianos pashtunes, hazaras y uzbekos.
El tema es que Trump no hizo nada al respecto y muchos marines murieron en el país centroasiático desde